Tier list cine y series de febrero: asesinatos, pizzas de regaliz, movidas espaciales, paseos en coche...
Las series y películas del mes, ordenados en ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas.
Este febrero nos hemos topado con muchas cosas relacionadas con misterios asesinatos, y veréis que casi hay una de esas en cada tier. Qué cosas. También tenemos dramas guays, series un poco gastadas, movidas espaciales, maquillajes espantosos y más.
Vamos con la imagen:
EXCEL
Drive My Car
En una manera similar a lo que le sucede al protagonista, Yusuke Kafuku, que debe ceder el control de su coche a una chófer por mandato de un festival para el que monta una representación, la mejor manera de experimentar Drive My Car es dejarse llevar por la fiable conducción de un Ryûsuke Hamaguchi que firma un año esplendido con esta película, así como con la recomendable La ruleta de la fortuna y la fantasía. Son tres horas, y tres horas muy meditadas e introspectivas, pero nunca se hacen eternas. La narración de Hamaguchi es fluida, sin dejar de dar fuerza a cada momento mediante la construcción de personajes ricos, de drama que explora cuestiones complicadas, casi irresolubles, y de construir un ambiente en el que te apetece pasar incluso más horas. Nunca se siente que nada esté fuera de lugar, incluso con algunos cambios de tono que, sacados de contexto, parecen extraños pero nunca dejan de pertenecer a la misma película.
Hay un claro clasicismo en cómo Hamaguchi opta por contar esta historia -salen nombres como Ozu, Rohmer, Silk o Mizoguchi a la palestra-, llena de arrepentimientos, duelo, confusión y enormes dudas existenciales sobre la naturaleza del amor y la conexión humana, así como la expresión artística. Pero no se zambulle en la miseria, hay muchos espacios luminosos, y sabe ganarse cierto halo de esperanza cerca del final, al igual que hacía en las excelentes tres historias de La ruleta de la fortuna y la fantasía. Y también hay un exquisito gusto a la hora de contar con imágenes, guardándose unos primeros planos atenazantes para cuando el relato así lo requiere. Al final, es una película espléndida, montada y diseñada tan bien como un coche con techo solar para fumar un cigarro con la mano mirando al cielo.
En cines.
Kimi
El siempre prolífico Steven Soderbergh aprovecha la barra libre del streaming para seguir jugueteando y experimentando con el medio y los ejercicios de género. Aquí se zambulle de lleno en un cyberthriller escrito con rigurosidad y precisión por David Koepp, donde entra de lleno en las denunciables prácticas de las big-techs -sin ser nada ludita- y tocando tangecialmente la ansiedad agorafóbica post-COVID. Puede parecer un trabajo directo y al pie, 89 minutos efectivos y con poca grasa con los que entretenerse bien, pero estamos ante un ejercicio de estilo fabuloso, con una dirección quirúrgica de Soderbergh que hace todo muy disfrutrable.
Licorice Pizza
Paul Thomas Anderson se nos puso tierno revisitando su querido Valle de San Fernando en los setenta. Pero, como cualquier supuesto ejercicio de género de Anderson, termina siendo más retorcido de lo que acaba esperándose. El Los Ángeles setentero que dibuja es un lugar turbio y peligroso, lleno de hombres perversos, explosivos y/o mentirosos, mostrando un panorama de adultez desolador al que se termina avocado por las inherentes presiones de la vida. No es de extrañar que los protagonistas -maravillosos Alana Haim y Cooper Hoffman-, que intentan acceder a esa adultez aunque les de palos todo el rato, quieran en el fondo volver a la juventud desenfada, a salir corriendo él uno hacia el otro hacia ninguna parte en concreto -el uso del movimiento es una de las joyas de la película-. Anderson cuenta de maravilla esta huida hacia adelante de estos personajes que les lleva a encontrarse entre ellos, con una narrativa visual impecable, dirección de actores brillante, unos dardos bien colocados y una selección musical vibrante. Una joyiya con mucho potencial para ser rescatada a menudo en el futuro.
En cines.
Un héroe
Asghar Farhadi tiene una manera muy concreta de desplegar sus películas, y eso vuelve a mostrarse en Un héroe. Volvemos a tener reflexiones existenciales y morales, con mucho espacio para claroscuros y grises, para verdades que están también llenas de suspicacia. Volvemos a tener una historia sobre la importancia personal de ser honrado. Volvemos a movernos entre el melodrama y el thriller -de investigación por un rato-. Todo es familiar y conocido en el cine del iraní. Pero pocos lo hacen tan bien y lo hacen parecer tan fácil como él. Es casi insultante semejante consistencia. Así que sí, esta es una película más de Farhadi. Pero una película grande. Una más.
En cines.
The Afterparty
El dúo de Christopher Miller y Phil Lord nunca paran de dar tres o cuatro vueltas más a cada proyecto en el que se aventuran, sin que uno salga mareado de la experiencia. Y aunque sus mayores revoluciones vienen en el terreno de la animación, también son capaces de aplicarlo a cualquier registro. Lo demuestran en esta serie de misterio y asesinato, donde subvierten las reglas al mismo tiempo que mantienen intrigrados a los espectadores para descubrir la identidad del asesino. Lo mejor es esa idea de que cada personaje cuente su versión de los hechos sucedidos durante la noche y que cada versión esté contada con un género cinematográfico distinto. No sólo demuestra su profundo entendimiento de estilos como la comedia romántica, el musical, el cine de acción testosteronil, el thriller negro (y, de nuevo, también la animaicón), sino que en las diferencias entre historias vemos las diferentes formas que tienen las personas para no verse como el malo dentro de su propia historia. Ingeniosa a más no poder, y también divertidísima.
SÍ
CODA: Los sonidos del silencio
CODA se presenta con apariencia y algunos detalles de fórmula Sundance -es decir, película pequeña e independiente con los artificios justos pero muy "humana"-, aunque en su interior late el espíritu de una película comercial de buenos sentimientos de las que abundaban en los noventa y ahora... Pues eso, se hacen desde el indie y se van a Sundance. Y está bien, no necesita más que eso, ya que tiene un grupo de personajes muy rico, con interpretes muy notables, y está dirigida sin alardes pero con objetivos claros. Es una historia cálida sobre una hija de familia sorda que puede oír, y que tiene ambiciones que se separan mucho de el ambiente natural de su familia, con buenas intenciones pero no excesivamente facilona. Su mayor virtud es que deja florecer conflictos donde todos tienen un poco la razón, y no hay soluciones fáciles. Una peli bonica que te va a entrar muy bien en función de la tolerancia que tengas al azúcar ese día.
En cines.
Flee
El cine de animación ofrece la posibilidad de plasmar con sus imágenes cosas que la mayoría de veces la acción real no es capaz de proporcionar. Y ese espíritu se cumple en parte en este drama/documental danés, donde un refugiado afgano homosexual residente en el país decide hablar de su dura historia personal tratando de escapar de situaciones duras para poder sobrevivir e, incluso, aspirar a una vida digna. Jonas Poher Rasmussen le proporciona espacio para contar esta historia al mismo tiempo que protección empleando el lenguaje animado, garantizando el anonimato. En lo meramente técnico, hay un trabajo algo irregular, al notarse ciertas limitaciones en la animación que a ratos se acerca al storyboard que a un producto finalizado. Pero también aprovecha en los momentos más difusos del relato para experimentar en el lenguaje visual y el trazo para fortalecer la narración de igual modo que los extractos de archivo en acción real. Aunque a ratos se sienta que la historia tira un poco de maniqueísmos para hacerla más emotiva, hay sin duda una empatía ante este relato de búsqueda de camino que la hace un trabajo meritorio.
En cines.
La hija oscura
Los puntos de mayor inspiración de Maggie Gyllenhaal en este, su debut como directora, dan sin duda para un Excel. Excelazo incluso. Es muy complicado tratar de abordar toda la complejidad de la maternidad, de entrar a cuchillo en la percepción de la "mala madre", y de emplear con tan buen tino simbología a través de fruta podrida y muñecas llenas de agua sucia. Pero lo hace con pulso firme, al igual que hace una dirección de actores excelente con su dúo de "protagonistas" en Oliva Colman y Jessie Buckley, que en sus diferencias a la hora de interpretar este personaje terminan encontrando la complementación necesaria para hacer un retrato tan completo. Por eso da pena que, incluso siendo residual en comparación con el libro original, esas desviaciones hacia lo "criminal" que hace para crear un ambiente tenso se sientan tan innecesarias como hasta fuera de lugar. Esa trama tan de libro de club de lectura, tan consumible como falta de esencia, es lo único que separa de hacer una obra total.
En cines.
Murderville
La premisa es sencilla. Will Arnett interpreta a un detective de homicidio venido a menos que debe investigar una serie de asesinatos algo disparatados con la compañía de un invitado especial, con la particularidad de que este último es el único de la función que no tiene el guión y debe improvisar ante las distintas pelotas que le van lanzando. Es una fórmula destinada a ser irregular, ya que hay invitados más lucidos que otros, pero resulta doblemente entretenido por los misterios que plantea, que hacen prohibitivo el uso del móvil durante el visionado para poder resolver el asesinato junto al invitado. No son rompecabezas complicados, pero sí divertidos, con gags entre medias bien resueltos y con un Arnett entregadísimo a su papel. Entra sola.
OK
Moonfall
El auténtico viaje son las lunas que conocemos en el camino. Roland Emmerich, rey de la Película Desastre de las últimas décadas, recurre de nuevo al género para contraponerlo a la franquicia moderna llena de autoimportancia y destrucción inane. Con este panorama, es normal que se sienta como una bocanada de aire fresco una disfrutable chorrada sci-fi descerabrada que no pide disculpas por ello en ningún momento. Sabe lo que quiere hacer y lo entrega a niveles descomunales, desde impactantes secuencias espaciales -con un tercer acto tan confuso como asombroso visualmente- hasta dramones familiares que se cargan el ritmo férreo al que podría aspirar. Aunque peor es la glorificación de Elon Musk y los conspiranoicos, pero las políticas de Emmerich hace tiempo que son un peaje a pagar por un buen rato de diversión boba.
En cines.
Muerte en el Nilo
No partía mucho a favor de la secuela de una adaptación fallida y tibia -en el mejor de los casos- del personaje más reconocible de Agatha Christie. Se le han juntado tanto el reparto más "cancelable" de los últimos tiempos como la compra de una Disney que se ha mostrado deficiente a la hora de vender las películas adultas de Fox. Parecía destinada al olvido, pero Kenneth Branagh parece haberse dado cuenta de ciertas cosas que no funcionaban de la anterior y las ha corregido adecuadamente. Todavía es algo relamida, y algo justita en algunos apartados visuales, además de machacona con su perorata sobre el amor. Pero va yendo de menos a más, su narración se va volviendo más afilada y truculenta, ya no se pone tanto el foco en sí mismo -de hecho hay cierta crítica al egocentrismo de Poirot que es difícil no relacionar con quien lo interpreta- y sabe hacer que su teatralidad se sienta bastante cinematográfica. Como poco, es una mejora que no la hace tan mediocre.
En cines.
Raised by Wolves
Hace un par de años la propuesta de Aaron Guzikowski introducía una ciencia ficción singular, alejada de tendencias rígidas y dispuesta tomar decisiones locas que pocas producciones se aventuraban a tomar. Y salía adelante gracias a una narración con pulso de hierro, cuestiones fascinantes y un universo rico. Mucho de eso se mantiene en una segunda temporada que mantiene su singularidad, aunque parece haber perdido fuerza. Quizá sea la destacable ausencia de Ridley Scott y su hijo Luke en los roles directoriales -aunque siempre conviene relativizar la marca del director en el formato serie, más allá del piloto o en series donde dirigen todos los episodios-, pero parece haber perdido un pulso narrativo que se resiente al estar orbitando en círculos casi todo el rato, tomando también decisiones que favorecen el estancamiento en lugar de esa osadía tan atractiva. Quizá al ver que pueden tener el beneplácito de varias temporadas tras el éxito de la primera, han buscado la manera de extender su hoja de ruta. Eso la está erosionando, sin llegar al extremo del descalabro, pero con una pérdida de frescura apreciable.
The Fallout
Es inevitable una cada vez mayor urgencia por dramas que toquen ese doloroso tema como son los tiroteos en masa en colegios, un problema que sucede casi cada semana en Estados Unidos. Este drama adolescente quiere tocar sus consecuencias, y lo hace de manera un poco trastabillada y con muchas dudas internas, pero parece apropiado para el punto de vista del personaje central. Al final, resulta más efectiva tocando la espinosa cuestión de sentirse un poco "víctima de segunda" y no verse con derecho a estar jodido, aunque realmente lo estés. Sólo eso ya le da bastante interés y compensa ciertos problemas -menores al fin y al cabo-.
MEH
Servant
La serie de M. Night Shyamalan lleva ahí desde el principio de la andadura de Apple TV+, anticipando esa estrategia arriesgada y particular con series singulares y autores sin miedo a probar cosas. No se puede negar que Servant ha sido, incluso en sus ratos de mayor rareza o con riesgo de patinazos severos, irresistible de ver. Finalmente en su tercera temporada empieza a notar el desgaste de estar dando vueltas en círculos con su trama, y también de los bandazos que pega su equipo creativo. Pero sigue siendo una serie con capítulos de menos 30 minutos, que se mueve bien entre el mal rollo y la comedia retorcida, y que tiene momentos de buena narración paranoide. Casi dan ganas de meterla en el OK. Casi.
Space Force
Esta gran apuesta en el terreno cómico de Netflix se quiso vender como una comedia de oficina -siendo la oficina un ejército de exploración espacial- que también quería satirizar el concepto (real) de un ejército espacial promovida por Trump. Pero venía con fecha de caducidad autoimpuesta, porque no puedes parodiar siempre algo que ya parece una parodia. Pero había potencial para hacer una propuesta simpática que se sustentase en la química de sus personajes. Pero Greg Daniels y Steve Carell parecen haber claudicado ante la fría recepción de la primera temporada y posibles demandas de Netflix -hay una trama donde se hablan de recortes presupuestarios que parece casi metanarrativa por la pequeña escala en la que deciden moverse aquí-. Si la primera tanda de episodios había espacio para tener esperanzas, esta nueva nos da motivos para bajarnos de la nave, ya que los personajes funcionan incluso menos, la sitcom pura carece de fluidez para ser disfrutable y general está carente de brillo y energía. Una pena.
NO
La matanza de Texas (2022)
No se podía saber, después de que Netflix la comprara a una productora desesperada tras unos pases de prueba desastrosos. El nuevo intento de reboot/secuela de La matanza de Texas sólo tiene a su favor una buena dosis de mandanga guarra (sangre, vísceras, mierdas varias) y ganas de carnicería con los pijos urbanitas. Pero esas mismas ganas de sangre impiden hacer el más mínimo trabajo de personajes para que nos importen algo cuando van a ser descuartizados. En su lugar, son meras caricaturas -y, en el peor de los casos, inoperantes mentales- con las que pasamos demasiado tiempo hasta que empieza algo mínimamente parecido a una fiesta slasher. Tampoco ayuda un pobre intento de dar importancia a su mitología -aparte de que hace lo mismo con el personaje de Sally Hardesty lo mismo que hacen con todas las final girls que regresan-, unas secuencias de asesinato poco inspiradas más allá de la casquería y poca capacidad de crear un mínimo de tensión. A la pila de secuelas mierder.
Los ojos de Tammy Faye
No. No al biopic hecho con escuadra y cartabón que opta por la ley del mínimo esfuerzo para contentar a la gente apropiada -gente homenajeada y parientes cercanos, académicos-. No a directores cómicos queriendo ser tomados en serio haciendo un drama que se queda a medias entre ser gracioso y tener poso. No al maquillaje abusivo que hace totalmente incómodo ver a los actores. No al revisionismo vago de ciertas figuras para hacerlas más aliadas de lo que realmente fueron. No a ésto.
En ¿cines? A saber a estas alturas.