Divagando sobre el techno #5: hacia dónde vamos
Un repaso a las tendencias sonoras (que importan) que se están moviendo en el techno
El hiperconsumo lo está devorando todo. Nada nuevo en la oficina. Ya hemos hablado en anteriores ocasiones del branding techno; gente como Kevin Saunderson lo llama Tik Tok Techno, que al caso es lo mismo. También en otras secciones no ruidísticas, y en substacks de lectores y habituales en el discord de esta casa. Mientras que la cooptación de la electrónica en general va superando unas cotas de consumo cada vez más inesperadas (sí, aún más), a veces hasta rozando lo más grotesco, como lo del tech house en Mestalla, o con corporaciones como Inditex aprovechando a Carl Craig para monetizar por el 50 aniversario de Zara (y él también, obvio) (por cierto, tiene documental este año), el techno sigue su camino. Alejado relativamente de los focos y esa realidad más tóxica, los productores que siguen centrados en lo verdaderamente importante de esto, la música, generan movimientos muy interesantes que están abren nuevas vías, aparentemente.
El meme y el algoritmo como fuerza de rescate
Hay que resaltar que el fenómeno de las redes sociales y sus tendencias está ayudando a hinchar, cuando no directamente ejercer de fuerza tractora, de algunos estilos. Si en época del Pleistoceno había que promocionarse mediante la radio, compartir cintas, comprar a ciegas en tiendas físicas por reseñas en revistas físicas (tiempos locos), hoy el poder del meme, aunque suene así de risible, es capaz de espolear estilos. Y por supuesto, de introducir a nuevas generaciones que están educadas únicamente en lo digital. De ahí que haya una hornada repentina de shoegazers y que un grupo como Duster se hiciera tendencia en Tik Tok. O que la mákina, que vive un momento de dulce después de que ya el hardcore empezara a pegar fuerte de nuevo entre los jóvenes antes de pandemia, se esté repopularizando.
No solo gracias a Pastis&Buenri en Hör o Boiler Room. También con el poder memético que habréis visto durante estas semanas con el ‘Atlantis’ de Netherworld —sobre todo con chavales bailándolo, aunque los reels de pasos jumpstyle y hardcore con chándal de táctel no son nuevos—. Vete a Japón incluso para ver hasta dónde ha llegado. Tony Costa, productor y autor del tema, actuando ahora en humildes tardeos remember, debe estar flipando. Y ese mismo tema puesto en el parkineo de Chocolate en València, acompañado de los bailes. Subida al carro trendy que es un poco el zeitgeist del momento. En ese caso en concreto, a pesar de la reapertura de algunas salas hace años, quizá con más impostura que otra cosa, la realidad se impone sobre las ganas de revivir: La Ruta fue una época única, que se dio en un contexto social y político muy concreto, y que no se puede recrear de forma natural. Aunque la marca persista.
Así, otro de esos géneros que estaban de capa caída, el trance, está reviviendo, pero no como un fenómeno que esté siendo abrazado por la masividad en su estapa canónica —aunque siempre hay nuevos etiquetados y aberranteces varias, como el denominado psytrance—, sino como herramienta de desplazamiento para artistas de primer nivel. Si el campo de la electrónica está llegando a cotas cada vez más locas de popularidad, las raíces que emanan de él en forma de géneros, también. Para muestra, lo anterior. Ahora bien, mientras que lo más sencillo/accesible penetra en nuevos públicos con formas más deslavazadas de techno, las propuestas que buscan centrarse en la música, en intentar hacer avanzar el género o en buscar nuevas grietas por las que colarse, avanzan. A pesar de todo, el techno en constante redefinición. En la búsqueda del futuro. Aquello que decía Jeff Mills: “Techno is everything you haven’t imagined yet”.
Aunque no siempre es exactamente eso que no has imaginado. De hecho, aquí estamos, en 2025 viendo cómo se reciclan estructuras del trance para inyecciones más o menos quirúrgicas, dando al techno un enfoque no tan centrado en el bombo 4x4 sino en progresiones melódicas que, sobre todo liberadas de cajas de ritmo, le dan ese toque futurista. Economía (creativa) circular.


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