Divagando sobre el techno #3: nos vamos al mainstream
Cuando los productores quieren surfear la ola y el auge del branding techno
En diciembre hablábamos de cómo la masividad del techno, o mejor dicho, a lo que algunos llaman techno —dejémoslo en un genérico electrónica para entendernos—, ha vuelto a una masividad casi inusitada. Superando ampliamente la fiebre del movimiento rave de principios de los 90, en tanto que hoy la democratización del software, Internet, los grandes festivales y la capacidad del capital para absorber todo y monetizar lo que atrae supera cualquier posibilidad anterior. Un fenómeno acelerado tras la pandemia y de forma progresiva estos años. Una expansión (todavía más) de la EDM, la vuelta de un tech house pachanguero, o un crecimiento importante del hard techno, son algunos de los fenómenos visibles y más claros. Lo que hace que pongamos más en valor los pequeños sellos de aquí y allá, los nombres fuera de los focos y otros productores que vienen de la reserva espiritual, Detroit.
Paralelamente, hemos asistido y asistimos a cómo algunos artistas desde la electrónica, no necesariamente de la familia techno, han ido también rebajando la calidad y esmero de sus propuestas. Algo que no podemos desligar de lo anterior, de esa tendencia masiva y los pingües beneficios que decíamos en el Capítulo #2. Apunta a que mucha gente quiere participar del pastel. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. De igual forma que en lo del art-punk y la escena Windmill, cada vez más grupos jóvenes ven en ese sonido una inspiración y buena acogida a unas coordenadas que están ahora en la vanguardia del género, parece que es difícil resistirse en el panorama #ruidos a esa ola en la que han entrado nuevas generaciones, con cada vez más plataformas, eventos y espacios en general en los que penetrar.
¿Qué nos está pasando?
Aunque de momento este 2025 se está portando mejor con algunos de los grandes nombres internacionales —quizá porque aún no hay nuevos trabajos—, 2024 fue un año aciago con algunos nombres consagrados. Uno de los más llamativos, el de Jamie XX, con In Waves, un trabajo que parecía arrastrado por esta tendencia con producciones planas, de plantilla EDM. Como decíamos, ninguna pega con la orientación clubbera, pero estaba más cerca de música de ambiente de tiendas Inditex que de sonar en un club. Con cortes que podría firmar Laidback Luke y otras estrellas de Tomorrowland. Hace diez años (joder, diez años ya) en In Colour había ya una lógica orientación club con respecto a su debut. Lógica. Pero muy bien traída y ejecutada, manteniendo el talento y un selecto gusto para armar los temas. Mirar su excelente debut de 2011 con Gil Scott-Heron duele. Nos enseñaba al fenómeno que había a los teclados en The XX. Un disco hijo de su tiempo, de toda la resaca dubstep; como también lo era el del año pasado. Demasiado hijo de su tiempo. Pero en la dirección dudosa.
Igualmente, con Jamie también sabemos que tiene un problemilla con la secuenciación: ¿Por qué dejar fuera el tema con Erykah Badu? Todo un jitazo, coherente con lo que ha venido haciendo, y que podía estar por ejemplo en el disco de 2015. Bailongo, con mucho groove y una Badu que se sale. Dejando atrás como casi todo el mundo lo que fue el dubstep, y yéndose a un sonido más accesible, pero sin caer en los puntos comunes y facilones del trabajo del año pasado. Pensando mal, aunque sí está incluido en la versión deluxe, la secuenciación es adrede, porque el objetivo de la alineación titular del álbum era conquistar a esa nueva masividad. Colaboraciones con Romy —que por ejemplo sí ha sabido explotar inteligentemente la fiebre remember actual—, Honey Dijon, Robyn…
El otro caso más exagerado fue el de Caribou con Honey. Con un sonido más vulgar en comparación con la ornamentación tan cuidada que siempre había presentado, y con la interpretación pistera que tan bien funciona como Daphni. En algunos casos, con efectos literalmente de una versión gratuita y antigua del Virtual Dj y sampleos demodé del pump of the volume. Un enfoque podrá gustar más o menos, poniéndonos en modo monóculo, pero hay cosas difíciles de entender con ese giro. Algunos temas, como ‘Dear Life’ me recordaban un viejo Popof en ‘Serenity’. Productores que tuvieron su momento hace veinte años y que entre el progressive/tech house, tenían alguna cosa interesante.