Una canción, una escena (XVII): ‘Born Slippy’ en ‘Trainspotting’
Un viaje, un grito de auxilio
Una canción, una escena es una sección Hipersónica donde se repasan algunos de los mejores momentos musicales en la historia del cine. O los mejores momentos cinematográficos de nuestras canciones favoritas. Sea lo que sea, es un perfecto cruce de nuestras grandes obsesiones.
La canción: 'Born Slippy Nuxx', de Underworld
Underworld como tal tardaría unos años en llegar, pero a finales de los setenta ya teníamos a Karl Hyde y Rick Smith experimentando con los sonidos electrónicos que les había descubierto Kraftwerk y con el reggae bajo el nombre de Screen Gemz. En los ochenta llegaron a sacar un par de discos, esta vez bajo el nombre de Freur y orientándose hacia un sonido más pop, pero se separaron poco después de ello. Con varios de los músicos que componían aquel proyecto, tomando el nombre de una película de terror independiente británica a la que habían realizado la banda sonora: Mundo subterráneo (Underworld).
La primera versión de este grupo, denominada Underworld Mk1, se separó en 1990, tras lo cual Hyde y Smith terminaron juntándose con el DJ Darren Emerson para avanzar a una versión definitiva del proyecto. Retomaron las referencias electrónicas, tomando del techno y dance de la época además del jungle, sin desprenderse del todo de algunas influencias pop.
Todo ello cristalizó en su aclamado álbum Dubnobasswithmyheadman, que ganó un culto considerable en la escena de baile británica y propulsó enormemente a la banda. Dieron un pasito adelante más con un 12'' pulgadas especial llamado Born Slippy, con una primera cara instrumental y una cara B que rápidamente cautivó por su fuerza sonora, su energía bailable y una cautivadora letra de Hyde que casi improvisó en una toma tras una noche de borrachera, precisamente para sacarse de dentro algunos demonios sobre sus adicciones y el desenfreno:
“La letra básicamente fue un viaje en todos los sentidos. Recuerdo que iba caminando por las calles de Londres después de una noche de excesos, yo era un alcohólico y esta canción fue una desesperada llamada de ayuda, fue un grito de auxilio”.
La película: 'Trainspotting', de Danny Boyle
Al principio, el camino de Danny Boyle parecía conducir al sacerdocio, pero fue disuadido en su adolescencia. En su lugar, cultivó un especial amor por las artes escénicas y el cine, especialmente tras ver Apocalypse Now, y decidió enfocarse en ello. Dirigió varias producciones para la Royal Shakespeare Company y algunos films televisivos para la BBC, hasta que llegó su gran oportunidad con el film Tumba abierta, una comedia negra criminal con un joven Ewan McGregor.
Tumba abierta fue uno de los mayores éxitos del cine británico en 1995, ganando además un BAFTA a la mejor película inglesa aquel año. Una ola de entusiasmo que le permitió darse cierta rienda suelta con su siguiente proyecto, una ambiciosa adaptación de la novela Trainspotting, de Irvine Welsh, sobre un grupo de jóvenes drogadictos que, al final, eran reflejo de una generación dejada a su suerte en Escocia. Boyle, de nuevo junto a McGregor de protagonista junto a una serie de jóvenes interpretes, decidió darle a la historia un enorme dinamismo mediante una poderosa personalidad visual, un montaje vivaz e inquieto, y una banda sonora punzante, con algo de la música electrónica que apasionaba al director.
La escena
De hecho, para su gran final, donde confluyen todas las inquietudes, todo el desasosiego y la inquietud juvenil que destila la historia, quiso tirar de una banda que le estaba obsesionando, que había sacado un disco que estaba haciendo ruido en la escena de baile británica. Estando en una tienda de discos, descubrió que habían sacado un 12'' especial, con una primera cara instrumental y una más pletórica cara B, con una inquieta letra sobre las adicciones y sobre estar viendo "la vida a fragmentos" cuando estás drogado.
Fue un flechazo instantáneo y trato de convencer a la banda para que le dejasen usar esa monumental cara B para el demoledor final que tenía en mente, con el personaje de McGregor renunciando al bucle de insatisfacción, drogas, violencia y huida hacia ninguna parte en la que estaba atrapado junto a sus compañeros yonkis. Aunque con cierta ambigüedad, la película hace un alegato por escapar de la muerte, tanto literal como de espíritu, a la que estos jóvenes se ven abocados.
Un final que pega como una patada en el estómago. Al menos esa fue la sensación que dejó Trainspotting, convertida en una sensación en todo el mundo, que además propulsó a Underworld al siguiente nivel.
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