Los mejores discos españoles de 2023 (II)
Los discos del año en el que el rock se salvó, ordenados en cómodo ranking para que no los tengas que premiar
(Viene de la parte 1)
10. Israel Fernández - Pura Sangre
Género: Si le gustó Camarón...
Estos días ha vuelto a estar en el foco el flamenco a colación de los Latin Grammy, primero por coincidir con su efeméride, pero en general por la versión de Rosalía. Sin embargo, una de las nominaciones que quedaba sin premio, y que viene de un trabajo obligatorio de este año, es el de Pura Sangre, de Israel Fernández, que acaba de llegar de su primera gira por EEUU, brecha que ya abrieron otros ilustres hace algún año. Y que muestra la dimensión que el toledano está teniendo. La suya es una de las grandes voces actuales del flamenco, un chorro de voz del cante jondo que se exhibe en su nuevo trabajo ya de entrada en 'Pucheros y Sartenes', un quejío que, salvando las distancias y cayendo quizá en lo fácil, recuerda y no poco a Camarón. Una voz ronca, carrasposa, que acongoja cuando se despliega en esta y otras piezas del disco.
Acompañado de nuevo de su Diego del Morao a la guitarra, conjuga esa tradición que mira a sus raíces en los primeros temas, propios y del pueblo gitano en general, conjugando también esa pizca de innovación; de flamenco nuevo, tirando de del Morao o el productor electrónico Pional en 'Al Tercer Mundo', con una garra reivindicativa que habla en plata. Con un tono más alegre por bulería, o con esa angustia en 'Ni Príncipe Ni Rey'. Un trabajo, por cierto, de letras propias, sin acudir a obras ya escritas, como suele ser habitual. El trabajo destila emoción y autenticidad, tocando varios palos desde la tradición, pero rompiendo ese aire de ortodoxia que quizá puede echar para atrás a los más profanos. El flamenco se desplaza, como bien dice Niño de Elche, y Fernández lo hace pero con un cante que no se despega tanto de la tradición, aunque lo suficiente en lo musical como para mostrar su contemporaneidad para esos oídos. Un fenómeno y un vozarrón que no se pueden obviar y con el que poner el valor el patrimonio flamenco. Pura sangre, pero también pura emoción. (Ferraia en la tier list del 21 de noviembre)
9. Crudo Pimento – El Carmen 13:7
Género: Majaderías
Ocurre a veces que te encuentras con algún adelanto de un disco que llama poderosamente tu atención, que sirve para que metas el álbum en tu lista de pendientes... pero que allí se quede durante semanas, a veces durante meses. A veces, sin llegar escucharlo entero nunca.
Algo me decía que necesitaba volver a “El Carmen 13:7”, último disco de los murcianos Crudo Pimento. Más que nada me lo decían “Paladista Parrandero” o “Tomorrow is a Monster” cada vez que esas dos enormidades de temas se cruzaban en mi camino. Dicen Crudo Pimento de sí mismos que buscan dar matices blues, imporvisaciones jazz y reagge narcotizado a su apuesta musical. Y, ya puestos, unas gotitas de inspiración flamenca también a cortes como “Ojo de gallina” o, en definitiva, de revisiones folclóricas de diferentes orientaciones, como también podríamos encontrar en “Ardió tu pelo”. Qué coño, si hay hasta momentos que rozan el metal en “Oh Wando Wendo Wendo”.
“El Carmen 13.7” se convierte en una apuesta excesiva a sabiendas de serlo. Con lo peligroso que eso es y lo difícil de equilibrar. Un lugar en el que no estar cómodo nunca, pero en el que gozar de “Cadáver divertido” a calzón quitado. Una ofrenda al caos, a la oscuridad y, con todo, al deleite y regodeo. Uno de esos discos que solo puedes recomendar ardientemente a aquel que venga aquí libre de toda atadura, dispuesto a a entrar en caminos llenos de baches y perfectos para levantar ampollas. (Chou en la tier del 6 de junio)
8. Elphomega - The F2eelance
Género: Clásicos Cátedra
La sabiduría es un grado. El talento, más. Mientras la brecha generacional parece querer que tomes partido, y los ringuidinguis lo hacen todo máscomplicado, Elpho lleva ya tanto tiempo deslumbrando que lo damos por hecho.
Mientras que fuera el hip hop más fascinante está desarrollándose en terreno abstract, y por supuesto lejos de los grandes focos, aquí en España lo verdaderamenet grande está también lejos de lo masivo, pero siendo al mismo tiempo clásico a más no poder.
Clásico por los sonidos que se recuperan, del jazz suave al r&b, pero, como siempre cuando se trata de Elphomega, ni mucho menos conformista por ello. El de Málaga está espectacular en una segunda edición de sus freelancismos que mejora a la primera y en la que los invitados
Sonidos y beats del pasado que suenan a música del mañana por un fino trabajo de encaje de bolillos en la producción, además de por la enérgica fuerza con la que van saliendo unas rimas exquisitas tanto propias como de sus colaboradores. ‘Teenager Again’ se disputa el título de mejor canción del año aquí y en cualquier lugar.
Elphomega te lo trae fino, pero todo suena gordo, muy gordo. Y, al final, te quedas pensando en por qué se te ha hecho tan corto y parece como si él rapease poco, do you copy? (Black Gallego).
7. Ke Lepo – Izpi
Género: Matices de fin de año
Hace escasos días, el pasado 4 de diciembre, se estrenaba en Forbbiden Colours Diskoetxea, el sello de Aitor Etxebarria, *aka * El_Txef_A, el debut en largo de Ke Lepo, alias de Alejo Orbegozo, teclista de Grises. Un nombre todavía desconocido, pero una de esas sorpresas que llegan a última hora del año para romper tops y rankings. O intentarlo. También una grata sorpresa por la bella factura de esa electrónica que juega con los matices, diseñada para la escucha, y que apuesta por esos sonidos metálicos, a veces caleidoscópicos y progresivos, que pueden evocar a Nathan Fake, o a Four Tet en sus momentos más melódicos.
Un álbum de once cortes donde pequeños vocales y capas secundarias, de base IDM, convergen y maridan genial en esa sutil apertura que es 'Sutondua', para después pasar a beats de mayor tempo, contenidos pero con ganas de desatarse, en 'Kamutza'. Un disco de capas, capas y más capas como en 'Kexpe', y en el que tampoco falta esa raíz más ambiental, protegida de esas tensiones más pisteras, pero donde también funciona bien por la delicadeza que exhibe. A veces, también con una suave ornamentación de fondo para dejar constancia de ese gusto por los sonidos elocuentes. Aunque en general Itzi es un disco bastante completo, con un notorio esfuerzo para que cada pieza tenga un acabado bien pulido, quizá en temas como 'Arnasa Berriz' o 'Asuna ta Menta' es donde mejor funcionan por mostrar esa parte más exultante, donde la melodía vibra y las bases piden desatarse más, o por la emoción que destila. Un notable y prometedor debut. De esos regalitos de final de año. (Ferraia)
6. Gúdar & Pablo Prisma - Guerra Haiku
Género: Indie que importa
Es importante no subestimar la capacidad del arte de apariencia simple, convencional, para desafiar nuestras percepciones y cuestionar nuestras ideas preconcebidas. Lo decía Dave Hickey: "el arte contemporáneo se construye sobre la base de la referencia (…) coger algo conocido, ya sea una imagen, una idea o un objeto, y cambiarlo de tal manera que adquiera un nuevo significado". A menudo, el arte más extremo utiliza elementos familiares de una manera completamente nueva y sorprendente, y consigue así desafiar nuestras expectativas, cuestionar las normas e incluso hasta la percepción de lo que es posible.
Las formas de Guerra Haiku son familiares, pero lo que consiguen canciones como ‘Me hago pipí’ cuestiona lo posible. Es imposible sentirte cómodo en el entorno de Gúdar, sus entonaciones, su lírica, sucia y llena de amargura, y su resultado final. A la vez, es imposible no sentirte cómodo en sus melodías, su indiepop un poco destartalado, su psicodelia folkie de infinitos lugares inexplorados y samples afilados.
Pablo Prisma ya firmó uno de los discos del año, en 2020, para Hipersónica. Su Pensamiento Gigante lo fue, y mucho, gracias a la electrónica casiotonera, a la bajona lo-fi y a una capacidad para abrazar, y amar, las melodías que estaba fuera de toda duda. Vuelve a traer todo eso a la cara b de este split, pero con un punto aún más escapista, aún menos terrenal: samples de Can y synthpop vitalista junto a letras sobre pterodáctilos a los que echamos de menos.
‘1kk’, la canción que les une, es un hito absoluto, una de este 2023 de las que se quedarán para siempre: parece subir primero hacia la explosión épica pero en cuanto se confiesa que de esta vida no entendemos nada, acaba descendiendo; espirales entrelazadas sobre la imposibilidad de saber afrontar lo adulto. Entonces, ¿es épica o no? ¿Es subidón o bajona?
Como ella, todo este split nos cuestiona, desafía y nos extrema a pesar de su apariencia amable. Obviamente, no coparán festivales. Obviamente también, ése es el puto problema del indietex y sus colaboracionistas. (probertoj en la tier del 28 de marzo)
5. Grande Amore – II
Género: putísimo amo del mundo siempre y en todo lugar
El jueves pasado se estrenó al fin el segundo disco de Grande Amore. El jueves pasado fue el mejor día del año. Desde que hace ya unos cuantos meses Nuno Pico (ahora acompañado por Clara Redondo y mariagrep también en unos directos mucho más completos y avasalladores) nos abrió irremediablemente el apetito con "Pelea", el primer adelanto de su nuevo disco. Le sucedieron "Do meu corpo van nacer outros corpos", "Onde ela me quer levar" y, muy recientemente, la gloriosísima "Ben sabe Dios que o intentei", para el que escribe, el mejor tema de este segundo álbum del de Burela. Cada canción nueva venía dejando claro que el lugar de este "II" estaría irremediablemente en lo más alto de nuestra Tier.
Grande Amore ha dado una vuelta de tuerca a un debut (mejor disco estatal de 2021 según esta santa casa) fascinante y ha convertido su nueva música en todavía más directa, más incómoda, más industrial y más ruidosa. Letras que hacen continua referencia a la angustia de no acabar de conseguir encontrar tu sitio ("Eu non son deste mundo" resonando hasta el infinito en "Ben sabe Dios que o tentei", frase diseñada para echar abajo las salas de conciertos que el trío visite este año. Y, entre toda ese disconfort y ansiedad vital, unas melodías que no pueden invitar más al baile, a la fiesta y a quemar contenedores. De entre las no adelantadas, en realidad algún tema como "Anos 20" o "Fumando espero" vienen sonando potentísimas en los directos desde hace tiempo. Inapelables, fulgurantes, de golpearse el pecho entre gritos guturales, loando a Nuno Pico, Rei da Galiza.
Puede que hace unos meses existiesen dudas sobre cómo podríamos dar continuación digna y gamberra a su disco homónimo de debut. La elección de Carlangas como productor no hizo que se despejasen, dado el acercamiento de Carlos Pereiro a sonidos más urbanos en su propuesta en solitario (en la que, por cierto, precisamente "O día que volvín nacer", tema en el que canta con Nuno, es lo más salvable del disco). Pero lo cierto es que la producción de "II" es inapelable, sin lugar al descanso y desvanecimiento. Un acierto tras otro, en el quizás sólo "Indo pa Cristo" muestre minimísimos titubeos, en seguida abortados. Y con la oscurísima y fascinante "Eu son a noite" como broche final, algo alejada estilísticamente de sus predecesoras. Brillantísima Nuno, se ti non es deste mundo, dinos de cal, que marchamos contigo para sempre. (Chou en la tier del 19 de septiembre)
4. Lisabö - lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte
género: siempre a tiempo para padrear
Los tiempos de Lisabö siempre han sido particulares, y muchos hemos asumido que es parte del proceso para su constante (aunque poco pretendida) cita con la excelencia. A veces el propio destino les obliga a dejar madurar su propio trabajo. lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte iba a salir en principio más pegado a su anterior disco, de 2018, Eta Edertasunaren Lorratzetan Biluztu Ginen (tercer mejor disco de 2018 para esta sorda casa). De hecho, la idea era que fuera un disco doble, pero lo descartaron por no dar la turra (son los mejores en todo lo posible).
Pero la conexión entre ambos trabajos sigue presente hasta tal punto que el anterior disco termina enunciando el título, mientras que aquí es lo primero que escuchamos, formando una frase conjunta ("Y tras el rastro de la belleza nos desnudamos hasta transformarnos en mero hueso en el jardín helado"). Un juego de contrastes marcado que se presenta también en la propia música del grupo vasco, con una 'Urpekaritza baso kiskalian' que bordea en la instrumentación una versión bonita de Godspeed You! Black Emperor para luego pisar pedalera como unos Fugazi angustiados circa The Argument.
Estos cuidados vaivenes están presentes a lo largo de lorategi izoztuan hezur huts bilakatu, que vuelve a justificar todas las expectativas y todos los intentos para retener votaciones de lo mejor del año. Con hostias sonoras que se sientes como si te estuvieran acariciando, con momentos delicados y bellos que aun así rezuman un desasosiego tremendo. Es otro disco más de Lisabö, en el sentido de que siguen encontrando aristas que no creías posibles a estas alturas, que te siguen dejando con la mandíbula en el suelo y los ojos como platos con barbaridades como 'Gutariko bakoitza gara denok', y que siguen marcando una distancia con la mayoría de bandas ruidosas de todo el mundo. Da igual esperar cinco años que quince, siempre se espera a Lisabö. Siempre recompensa. (Black Gallego en la tier list del 5 de septiembre)
3. Verde Prato – Adoretua
Género: Música por la que morir en batalla
Puede parecer, en la música pequeñita de Ana Arsuaga, que pasan pocas cosas, o que su recorrido será antes o después escaso, y eso la acabará haciendo morir. La sensación que nos deja "Adoretua", su segundo disco, es sin embargo bien distinta. Con un acercamiento a sonidos más pop (a su personalísima manera, claro) desde el mismo inicio con "Ahizpak" o incluso a esa hipérbole de la sensualidad que es "Su pelo", Verde Prato se confirma como apuesta imponente, como conjunción perfecta de austeridad y descaro. Aparte de una voz por la que entregarías tu alma, Verde Prato juega con las melodías con una suficiencia tan abrumadora que asusta.
"Harrapatu Ninduen" es, con cuatro detalles, una canción que la mayoría de artistas vivos matarían por encontrarse tras años de búsqueda creativa. "Niña soñando", con esa ascensión al cielo de los agudos, hace que cierres los ojos y te imagines bailando rodeado de las figuras más bellas del Edén. Si alguien quiere hablar de "música que abraza tu alma", que se refiera a esta antes que a ninguna otra, además de al nudo en la garganta que te deja ese final, poco menos que a capella, de "Izar Baten Begitazioa". Ella es, sin duda, la figura de la actualidad. La persona al lado de la cual todo el mundo quiere salir en la foto. (Chou en la tier del 7 de marzo)
2. Fino Oyonarte - Arrecife
Género: Pop de guitarras tristes
Arrecife es mucho más que el segundo disco en solitario de Fino Oyonarte. Es también la demostración de que si no se ha quedado quieto en su carrera con Los Enemigos ni en sus pasos fuera de ellos (Clovis no sólo tienen una de las mejores canciones de la historia del indie nacional, ‘Mundo’, sino dos discos sorprendentemente sólidos quince años después) ni, por supuesto, cada vez que producía a otros grupos, mucho menos lo iba a hacer cuando viajase completamente solo.
Si Sueños y Tormentas nos lo descubría frenando en seco y haciendo algo totalmente distinto de lo que imaginábamos, agarrándose a Nick Drake para seguir adelante, Arrecife comienza por virar hacia el optimismo. Es curioso siendo un disco hijo de la pandemia: parece que Fino sea el único que decidió salir realmente brillando más. Puede que siga intentando dominar su papel de cuentacuentos de la redención, como en la obra anterior, pero ‘A tu lado’ o ‘Avanzar’ traen esperanza sonora y lírica. ‘Tempestad’, como casi todo en lo que mete la mano el estupendo arreglista Phillip A. Peterson, evita lo sentimentaloide y también lo ampuloso.
Y si la primera cara del disco es estupenda, abriendo ventanas diferentes, la piedra de toque definitiva de Arrecife está en la cara B, en la que bailan juntos el Elliott Smith enamorado de los Beach Boys o filtrando los 60s (’Embarcadero’ recupera esa extraña luminosidad oscura que Smith bordaba; ¿existe el reverso del sunshine pop?), Leonard Cohen (Entre tú y yo’), La Buena Vida (’Naufragar’, ¡ay!)… Desde ‘Forma de ser’ a ‘La vida es un sueño’ es inevitable dejarme llevar como oyente: si te gusta el pop emotivo, a ratos incendiado pero que no quiere nunca dejar de sonar pequeño, 2023 te ha traído de la mano de Fino uno difícil de olvidar.
En un disco editado casi como una locura, en su propia (buen)aventura, el cuidado puesto en Arrecife va mucho más allá de las dos canciones dedicadas a sus padres. ‘Amor’, a su madre, cerrando la cara A con un agradecimiento escalofriante (por sencillo y por, a la vez, difícil de hacer; habéis pensado la última vez que, los que podéis, les dijisteis a vuestros padres que sí, que lo habían hecho bien). Y a su padre ‘La vida es sueño’, cerrando la cara B. Pasamos del inicio, “todo lo bueno está por llegar”, al final “nunca es buen momento para decir adiós”. Hay mucho bueno por llegar en este Fino Oyonarte que no deja de buscarse, pero también muy poca necesidad de decir adiós rápidamente a Arrecife. (probertoj en la tier del 21 de febrero)
1. Alexanderplatz - Noches blancas, mañanas negras
Género: murciano bonico, bonico del tó
Ha quedado de sobra demostrado que perder a Klaus & Kinski fue lo mejor que nos pudo pasar como oyentes. Cada paso en la carrera de Alexanderplatz nos ha cargado de razones de sobra para no echar de menos a su grupo anterior y para que lo que en su día parecían minicumbres del indie nacional ahora sean sólo los primeros pasos de una carrera que acabaría deslumbrando todavía más.
La tesis fue Muera usted mañana (Jabalina, 2018), un disco-río, una obra en la que cabía absolutamente todo, incluidas perlas como Homenaje, La muerte y la vida, El puño en el corazón o La verdad está sobrevalorada, y que por eso también corría el riesgo de agotar al oyente.
La antítesis Parques Nacionales Españoles (Jabalina, 2022), un disco de idea férrea. Claro que pasaban cosas radicalmente distintas dentro de él, pero se movían con tal fluidez que parecían estar compuestas de la misma materia.
La síntesis es este Noches blancas, mañanas negras (Jabalina también, y habrá que darle el crédito a Tanis por haber publicado primero a K&K y por seguir aquí, años después, al pie de un cañón que cada vez tiene más complicado disparar), desde ya uno de los discos nacionales del año. Es, como el primero de Alexanderplatz, una brújula enloquecida, desnortada: lo mismo un disco de rancheras que uno de rock de estadios (‘Veneno gratis’; había señales en el anterior disco de que Alejandro Martínez llegaría a una canción así, pero ni siquiera esperábamos que TAN así; para bien). Pero es, también como el segundo, uno que esta vez sabe atarse para no agotar al oyente entre las piruetas de un maestro de tantas melodías que podría cruzar su vida saltando de una a otra sin pisar nunca el suelo.
Melodías como siempre, construidas entre guitarras (acústicas, eléctricas, como vengan) y sintes (qué gloria la de ‘Insultantemente exultante’, que tiene la propiedad de las canciones que parece que siempre estuvieron ahí). Y, también como siempre, arropadas por unas letras cuyas palabras se se entrelazan, se molestan entre ellas, se divierten y se arrebolan.
No, no hay nada que ver entre ‘A mí la guardia civil’ (oscura, rítmica) y ‘El arte de la fuga’ (country-rock). Y podríamos seguir así con cada par que escogiéramos de un disco que, siguiendo el símil de la brújula, ha descubierto que cuanto más cerca estás del norte magnético de las canciones, más veces quiere ponerse del todo del revés1.
Virgencia, virgencica, que Alexanderplatz nunca se quede como está. (probertoj en la tier del 2 de octubre)
Gran Top 5 lo de este año.