Los mejores discos internacionales de 2023 (4/5)
El año, ordenado en cómodo ranking para que aún puedas llegar
(Viene de la parte 1, de la parte 2 y de la parte 3)
20. Parannoul - After The Magic
Género: Shoegaze-que-importa
¿Por qué emocionarnos con un ejercicio de estilo shoegaze a estas alturas de vida? ¿Por qué el debut de Parannoul nos tocó tan fuerte que acabó siendo el segundo mejor disco internacional de 2021 según la República Popular de Hipersónica? Quizás por lo mismo por lo que los pioneros del jangle consiguieron, en los años 80, recuperar parte de la psicodelia 60s, del pop de guitarras más luminoso y de la inmediatez del primer rock’n’roll todo junto: por cómo lo filtraban.
Parannoul, desde esa Corea del Sur que ya nadie puede negar que es el gran tsunami cultural que ya nos ha caído encima, se sentó en su habitación a soñar con los discos que le flipaban. A escuchar una y otra vez, como debe hacer cualquier adolescente emocionado con la música, las canciones hasta saberse todos los recodos. En su cabeza tiene el noisepop y el shoegaze noventero, y se imagina que aquella fue una época feliz, seguramente más agradable que ésta para vivir como adolescente. Spoiler: no lo fue, pero lo importante es no quedarse en la nostalgia.
Precisamente llegar sólo a las canciones que amas a través de la nostalgia es lo que derrumbó el castillo de naipes de los wavves y las Best Coasts en el primer gran revival indie-noise (echadle un ojo a las fotos de los grupos en 2011; parece que han pasado dos vidas desde aquello). Lo de Parannoul es distinto: el filtro que aplica, y que viene desde lugares tan dispares como el post-hardcore, el post-rock, el noise o el metal (esos ecos que llegan desde el fondo de ‘Arrival’), es el del lagrimón puro, cero cinismo. Entras a cualquiera de los dos discos largos de Parannoul y le ves sin coraza, claramente dispuesto a que le pongas a parir. Frente a esa actitud, y frente a la épica que transmiten una y otra vez sus canciones, es sencillo ponerse de su lado.
El tipo, ahora ya sin el anonimato de su lado como en el primer disco, sabe jugar sus cartas, sus baterías rotas y su sentido de lo expansivo: frente a la tentación de depurar su crudeza, que es el miedo con el que afrontaba yo el inicio de ‘Polaris’, Parannoul ha redoblado esfuerzos ahí. After The Magic es aún más emo, como emo eran también los primeros discos de Bright Eyes, adolescencia vomitada sin mesura sobre unas canciones que se graban por temor a que, de no hacerse, la idea que les dio origen desaparezca para siempre.
Y lo hará, como bien ha recordado en numerosas ocasiones Neil Young. Esa luz sí se apagará, y es mejor capturarla cuanto antes. Lo entendió Will Toledo y lo entiende Parannoul.
¿Que no hay un ‘White Ceiling’? No, no lo hay. Pero sí hay, en bastantes ocasiones, esa misma sensación que nos atrapó en aquellos diez minutos. La de querer quedarnos siempre en un refugio sentimental construido en torno al ruido, la furia, el azúcar pop y la necesidad de que te quieran, de sentirte validado.
Justo cuando parece que vas a salir del disco agotado (porque los discos adolescentes son agotadores siempre, en el mejor sentido de la expresión) llega ‘After The Magic’ y te vienes arriba, arribísima. ¿Y si sí que hay otra ‘White Ceiling’? El legado, el filtro, el reinterpretar lo que no viviste ha vuelto a dar resultado. E importa, claro que importa. (probertoj en la tier del 31 de enero)
19. Gezan with Million Wish Collective - あのち
Género: Todo a la vez en todas partes
(La crítica algo más profesional, aquí)
18. Grandbrothers - Late Reflections
Género: 💓Ruidicos 💓
Es difícil hablar de un disco de electrónica, ambient y pianos. No resulta sencillo analizar por cortes, hablar de producciones o ese tipo de argumentos con los que tan cómodos nos sentimos. Supongo que, por muchas vueltas que le demos, nos tendríamos que conformar con que al final esto va de hacer sentir cosas a quien escucha y en eso 'Late Reflections', el último disco del dúo germano Grandbrothers, es un auténtico rey sobre el tablero.
'Late Reflections' ha sido grabado en directo en la Catedral de Colonia. Tampoco es que sea nada particularmente novedoso ponerse a grabar (o a dar conciertos) en iglesias, pero sigue resultando fascinante la perfecta acústica de esos lugares. Erol Sarp y Lukas Vogel van adentrándonos en lugares que, por lo general, tienen un tono bastante luminoso, alejado de otras propuestas similares algo más angostas. Grandbrothers se mueven con solturas entre las teclas del piano de Sarp y los diseños sonoros de Vogel, creando sintonías tan bien rematadas que poco tendrían que envidiar a los maestros del género (difícil no hablar aquí de Olafur Arnalds o Nils Frahm).
Y, aunque juramos que no, no podemos vencer la tentación de centrarnos en resaltar algún tema concreto, como el poder melódico que irradia 'Infinite', los ambientes (estos sí algo inhóspitos) de 'Adrift' o la conjunción perfecta de ambos talentos en 'On Solid Ground'. Un disco al que volver repetidamente. (Chou en la tier del )
17. Deena Abdelwahed - Jbal Rrsas جبل الرصاص
Género: Rave de graves desérticos
La tunecina Deena Abdelwahed presentó el pasado mes de junio en el Sónar su esperado segundo largo después de las buenas sensaciones que había dejado su debut. Un directazo que sorprendió a propios y extraños por su profundidad, magnetismo, y ese toque arábico que le da un plus por no ser sonidos que se suelan escuchar en el grueso de producciones. Y este Jbal Rrsas en formato estudio corrobora el sentir de la actuación en el festival. A diferencia de ese debut, con algún matiz más, este nuevo trabajo tiene un acabado más perfeccionado, pero sobre todo, con un nivel de octanaje bastante superior. Desde el primer momento, los graves muestran la preeminencia de la percusión en el disco.
'The Key to the Exit' es un martillo pilón que resuena muy potente y que deja una onda expansiva de reverberaciones que absorbe y obliga a empezar el bucle. Con una deconstrucción del mahraganat, baile típico nupcial egipcio de tintes electrónicos y que Abdelwahed pasa por un filtro más ritualesco. Desde el minuto cero, el disco es un festival de percusión y ambientes gruesos, a veces barnizados de la voz de la propia productora, como 'Each Day' —de gran despliegue en directo— o 'Complain', más centrada en una atmósfera oscura.
Un largo que sin duda juega en la liga de los del año pasado de Park Jiha o Tegh & Adel Poursamadi por traer el sonido de club lejos de Occidente. Un puente entre ambas culturas que además de esos aderezos más exóticos desde un punto de vista más etnocentrista, también sabe soltarse con una mayor agresividad para epatar sobre el escenario, como 'Violence for Free'. Un gran segundo trabajo. Sepultados por Deena. (Ferraia en la tier del 26 de septiembre)
16. Shame - Food For Worms
Género: Los Primal Scream de la escena Windmill
Shame son los auténticos especialistas en disimular sus carencias, que desde luego las tienen. Ellos no son para nada unos black midi, unos Black Country, New Road o unos Squid; a priori su propuesta como grupo es mucho menos “diferente”, mucho menos “innovadora”, mucho menos “rompecinturas” que la de todos los demás. Parecen, y ya lo parecían en su anterior disco, mucho más básicos. Pero se están maquillando casi mejor que nadie.
Eso mismo permitió que Drunk Tank Pink se colase en nuestro excel en la semana de su salida en 2021. Y eso, de nuevo, es lo que les lleva otra vez a lo más alto de la tier. A priori, esto podría ser un demérito (maquillarse bien, usar el sonido, usar el estudio para disimular carencias que, quizás, se vean mucho más claras en directo). Pero no: Primal Scream han construido una carrera fabulosa con algo parecido y si la generación postpostpostpostpunk tiene que tener a unos Primal Scream, Shame son los candidatos ideales.
Porque, para empezar, hace falta muchísimo más talento del que quizás estos dos primeros párrafos puedan dar a entender. Food for Worms es un disco estupendísimamente grabado, estupendísimamente mezclado y estupendísimamente secuenciado y es obvio que la responsabilidad no puede ser sólo de quienes participan en estas tareas junto a Shame (Flood en la producción, Sarah Register en la masterización, Richie Kennedy y Tom Herbert en la ingeniería y en la mezcla). Shame sabían que tenían un puñado de canciones que se merecían ser tratadas de manera muy diferente a lo que haría el resto y, a veces, incluso dentro de una sola de ellas. ‘Different Person’ es muy llamativa. Parece ir por rachas, entrando primero desde esa perspectiva de Club de Lectura de Slint que toda su generación comparte, pasando después al modo math-prog-whatever de black midi, yendo de nuevo a un parón para acabar estallando en un arreón eléctrico de mucho cuidado.
Si esperabas a los Shame que atropellaban desde el cinismo y la velocidad, aquí ‘Aderall’ empieza a dejarte claro que la vaina va de otra cosa. Antes de ella, en realidad, te lo han mostrado desde todas las estampas posibles: con el curioso sonido que da forma a ‘Six-pack’ (las guitarras enterradas, el fulgor de aquello que solía aparecer menos en sus canciones). Con los tonos iniciales casi slowcore de ‘Yankees’ desapareciendo después en el pulso fibroso, a lo Pixies, que la hace grande hasta explotar en un estribillo más eufórico que doliente. O en una ‘Alibis’ que por duración, dos minutos y medio, debería ser de esos arrebatos postpunk que tan bien cuadraban pero que aquí parecen haber, primero, fotografiado tal cual y, después, haberla quemado mediante sobreexposición. Es otro triunfo del sonido, del maquillaje y del no querer ser, de nuevo, Shame.
‘Orchid’ les viste como un grupo de emo acústico y, antes de que te canses, ya te está cayendo sobre la cabeza el edificio de guitarras en cascada que construye ‘The Fall of Paul’, cantada y tocada como si fuera la última canción de su carrera. Y así se construye Food for Worms todo el rato: pisando fronteras que podrían enervarte y llevándote lejos antes de que te acabes de dar cuenta.
El disco se cierra con un arrebato pop como ‘All The People’, que cuadra con esa idea detrás del disco, avisada por los propios Shame, de que este era un disco sobre los amigos, una oda a la amistad, también a la esperanza de que sea posible aún:
All the people that you're gonna meet / Don't you throw it all away / Because you can't love yourself / Oh, when you're smiling and you're looking at me / A life without that in / Is a life I can't lead
Shame parecían un grupo básico, y puede que lo sean, pero llevan ya dos discos empeñados en demostrar que se merecen muchísima más atención de la que se les da a bandas indudablemente menores que ellos y sin embargo mejor recibidas (y sí, os miro a vosotros ya-sabéis-quiénes DC). Lo saben tan bien, han vivido tan al borde de desaparecer por varias razones, que cuando acaba la música de este Food for Worms se oye un reafirmante “And It’s Finished”. (probertoj en la tier del 28 de febrero)
15. Maruja - Knockarea
Género: la vieja del saxillo
Un grupo que se llame Maruja y venga de Manchester ya tiene motivos para que capte nuestra atención, porque a veces las cosas más básicas como el chiste o el meme funcionan.
Knockarea, en 4 cortes y 22 minutos, avisa de un grupo al que le miraremos con atención. A mitad de camino entre el post-rock más agresivo, el saxo omnipresente y soplado como si Morphine estuviesen jugado con black midi, BC,NR y algunos agradecísimos tics de Alt-Rock noventero, Maruja atacan sus canciones con descaro.
La chavalería inglesa no deja de estar bien y aunque queda la duda de cuánto aguantaron todo este andamiaje en un disco largo, y si tirarán por los peores y más dramaqueen momentos de su teatralidad, derivando en los Muse del club de lectura de Slint de momento marujeamos con ellos. (probertoj en la tier del 4 de julio)
14. MSPAINT - Post-American
Género: hardcore synth-punk socialdemócrata
En la otra cara del synth-punk tenemos a los estadounidenses MSPAINT, que sacan a relucir otra clase de punch, a ratos un poco post-hardcore y a ratos noventero, tamizando el colmillo hasta lo socialdemócrata. También reluce un músculo post-punk en momentos como 'Acid', que dan para un sonido poco predecible e interesantemente maleable además de efectivo. Porque es efectivo un rato.
Tocan con mucha energía y urgencia, no hacen ascos a los ganchos pop y tienen completamente la vibra de banda que "vamos a abrir para esta otra banda a la que habéis venido a ver, pero nos los vamos a comer". Su base es sintética, pero todo en Post-American suena visceral, con canciones que encuentran en la agresividad una fuente de vitalidad y diversión. Antes de darte cuenta le estás dando una buena cantidad de vueltas (ayuda que sea solo media hora de disco). (Black Gallego en la tier del 20 de marzo)
13. Panopticon - The Rime of Memory
género: el fantasma blackmetalero de las navidades pasadas
Hace tiempo que los discos de Panopticon se dividen entre los EXCEL y los EXCEL PLUS ULTRA. Eso es debido a que pocos, por no decir casi nadie, se acerca como él a ese sonido brutal tan prístino, cuidado y evocador. Sus discos transmiten además sensaciones propias de las estaciones, permitiendo cierto dinamismo dentro de unas constantes bien marcadas.
The Rime of Memory es su retorno al invierno, siguiendo las experiencias de Roads to the North y el doble volumen de The Scars of Man on the Once Nameless Wilderness. Cabe decir que los mejores discos de Austin Lunn terminan teniendo una cualidad especial cuando más cálidos y frescos se sienten, así que ya os podéis imaginar que clase de EXCEL es este. Aun así, pocos discos más apropiados para escuchar en diciembre, con totémicas y emocionantes piezas blackmetaleras, realzadas con cuerdas y sonidos de cámara, de más de 12 minutazos como 'Cedar Skeletons' o 'The Blue Against the White'. Les tenemos cogida la medida ya, pero siguen sonando acojonantes como muy pocos grupos son capaces de lograr. (Black Gallego en la tier del 5 de diciembre)
12. Wednesday – Rat Saw God
Género: Big Thief pasados por MDMA, con anís del mono, con un toque de hielo y un pizquín de Coca-Cola Zero; rollo indie.
Si hay un grupo que ha encontrado aquello de la creatividad particular entre el aburrimiento generalizado, esos son Wednesday. Los de Carolina del Norte aprovecharon la pandemia para generar decenas de canciones. Tantas como para lanzar cuatro discos en tres años. De paso, su nombre nos iba resultando más familiar, pero puede que no fuese hasta ahora, con el fichaje por Dead Oceans, cuando la banda de Karly Hartzman llegue a más público. El contrastado sello acabó de decidirse por su fichaje y parece que el sonido de Wednesday responderá al órdago con gran respuesta de público.
De obvias similitudes con unos tales Big Thief, Wednesday exploran seguramente sonidos algo más rudos y epatantes que los de Adrianne Lenker, y no resulta una excentricidad encontrar reminiscencias willtoledianas en 'Bull Believer', principalmente en su desatada y fabulosamente caótica recta final, que completa el que a buen seguro será uno de los temas del año. Pero el tono más contenido e íntimo de su mirada country ('Formuna One' y 'Quarry' como ejemplos) da un recorrido al álbum que va más allá del hype de turno. Aquí hay banda. Y probablemente de las gordas.
El disco, a pesar de sus doce temas, se pasa en un suspiro. La transición entre cortes con alma de hit como 'Chosen to Deserve' (probablemente el más Big Thief de todos) a la intensidad pop de la final 'TV in the Gas Pump' es magistral. Combinación perfecta entre amor a primera escucha y aparición de nuevos detalles atractivos a medida que lo exploras más. Imprescindible. (Chou)
Liner Notes #7: Wednesday - Rat Saw God
11. Blockhead - The Aux
Género: el disco para cuando te dicen que para qué sirve un productor de hip-hop
Sobre la bocina, Blockhead ha llegado con su The Aux para firmar el que bien podría ser uno de los mejores discos de hip-hop del año para cualquiera con el oído no podrido. Un disco en el que, sí, las colaboraciones son estelares, casi un All-Star del hip-hop independiente, pero en el que lo que brilla es la extraordinaria imaginación de James Anthony Simon.
Él, veteranísimo en las artes beats, 48 años a sus espaldas, le lleva la contraria a Leonardo DiCaprio: si quieres taza, que sea de café maduro. Con 19 discos a sus espaldas, ya había avisado, pero The Aux le convierte en nuestro PILF (producer ya-sabéis-qué-sigue), empezando altísimo con ‘AAU Tournaments’ (las flautas que podemos respetar), acogiendo en su regazo a un Quelle Chris con el que ojalá firme un disco completo (‘The Cella Dwellas Knew’, vaya hitazo) o haciendo esa PUTA BARBARIDAD que es ‘Papi Seeds’ junto a Bruiser Wolf.
Le da igual si se arrima al jazz que si se pone drumless. Si sube el pitch de los samples vocales hasta hacerlos parecer extraterrestres y los une a easy listening para que te sientas comodísimo en compañía de un Brian Ennals que jamás había sonado tan atemporal.
Da todo igual: quién venga con él (Danny Brown, billy woods, Aesop Rock, AKAI Solo, Armand Hammer, Open Mike Eagle; no hay suficientes signos de exclamación para este elenco) o qué quiera hacer. Blockhead ha construido un disco perfecto, adictivo, lleno de imaginación para resolver con diferentes recursos cada canción. De esos excel en los que cada canción parece mejor que todas las demás, da igual el orden en el que las escuches. (probertoj en la tier del 5 de diciembre)