Los mejores discos españoles de 2025
Los discos del año en España, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Que no ha sido un buen año en España es algo que compartimos varios por aquí; ya os lo contamos en el discurso de Navidad. Se nos han quedado, de forma dolorosa, cantidad de discos buenos de la lista Internacional y, en cambio, hemos decidido dejar en sólo quince el top nacional, que ya hace años que llegaba hasta veinte. Los que están, sí son, desde luego.
15. Pumuky - No sueltes lo efímero
género: nuestro postrockshoegaze canario favorito de cada diez años
A Pumuky los queremos mucho. No vamos a gastar ni un segundo en intentar aparentar lo contrario. Los queremos como quieres a aquel primo lejano con el que pasabas alguna semana en verano y luego perdiste de vista. Ahora solo lo ves en la comida familiar que organizan tus tíos cada 2-3 años, pero su mera presencia te llena el alma y la memoria de momentos alegres.
Jair y Noé Ramírez llevaban diez años sin entregarnos un nuevo LP. Es cierto que por el camino hubo alguna colaboración y un notabilísimo EP, pero nadie nos quitaba de encima esa sensación de orfandad, de abandono. Hasta hoy (bueno, para vosotros hasta el 28 de febrero, pero estamos encantados de poneros los dientes largos). No sueltes lo efímero es un disco mayúsculo. Grabado con Raúl Pérez y mezclado por un tal Rafael Antón Irisarri, sus adelantos ya daban fe de que se cocinaba un trabajo inapelable, lleno de contundencia y, sobre todo, de infinita emoción.
Encontramos vulnerabilidad, profundo amor en ‘Terriblemente bello’. Guitarras mejor afiladas que nunca en ‘Si no sabemos dónde ir’ (no vayáis a ningún lado, quedaos a vivir en esta canción). La bienvenida a la derrota, siempre mil veces más atractiva que esa cultura del éxito, en ‘Escapismo o barbarie’ y el abrazo a la delicadeza de ‘Hablando con los animales’. Una colección de canciones fascinante, conmovedoras, palminantes y turbadoras. Un trabajo que, ahora mismo, nos hace creer que por más años que hayan pasado, Pumuky nunca habían estado en tan buena forma como ahora. (Chou)
14. nara is neus - isochron
Género: Ambient y sintes de muchos quilates
La productora barcelonesa vuelve a publicar en largo, el formato en el que mejores producciones ha compuesto, para dejar patente el talento que atesora en el plano ambiental. Con un excelente gusto analógico que se traslada a isochron con quietud y notables texturas, nara is neus explora el paso del tiempo y cómo los momentos de introspección, cuando te zambulles en esos momentos —y música mediante— su percepción puede desaparecer. Un trabajo para las delicias ambientales, con pequeñas grabaciones de campo, y donde estira o estrecha a placer el grosor del sonido, con frecuencias que se expanden de forma preciosa en ‘mai’ o ‘and don’t tell them’.
Y que deja un regusto analógico muy satisfactorio con líneas eléctricas pero austeras en ‘interlude’, y que a veces pueden recordar a la Caterina Barbieri más melancólica en ‘and don’t tell them’. Un disco que surge también de una ruptura sentimental y cuya raíz sonora, aunque parezca delicada en superficie, se nota fuerte con esas melodías que, por muy jalonadas que estén por drones de casi órgano eclesiástico en el cierre, tienen ese poso sólido y resistente. Lo analógico siempre sobrevive al paso del tiempo. Un álbum de esos que en directo va a ser una experiencia singular, y este año estará en el Mira, por cierto. (Ferraia)
13. Uner - CONTICINIUM
Genero: Sorprendente technoreset
Después de quince años de trayectoria, Uner recupera su principal aka para protagonizar una metamorfosis de las que quitan el hipo. Tras toda una vida dedicada a producciones de tech house, aunque mucho más esmeradas que esa pachanga que hoy renace, aparcó el proyecto para dedicarle varios años a Nin3s, más orientado a la neoclásica. Ahora, el artista ilerdense vuelve a ser Uner. Con la diferencia de que lo hace simple y llanamente desatado. Un proyecto con mucho más empaque, vida e interés que la anterior etapa tech house con su aka más conocido. Una composición de once temas vertebrada por techno y derivados y un motor que tiene ganas de quemar todo lo que hay a su paso, al tiempo que lo combina con melodías de una forma bastante inteligente. Un resultado que de ser firmado por gente como Special Request, podría ser aclamado por el establishment mediático anglosajón.
Aunque algunos de los temas siguen recurriendo a esos sonidos reconocibles de su pasado, de una electrónica muy centrada en los sintes, CONTICINIUM (Veil Theory, 2025) ofrece un amplio espectro en el que irse de ese techno melódico e hipervitaminado de ‘Chrysalis’ —dejando claro con fuerza que lo de la metamorfosis no es solo algo nominativo— a una IDM de ‘Agelast’ que recuerda a la implementada por Clark. Entre medias, un disco en el que se ve a un artista con ganas de resurgir, de marcar distancias con el pasado y mostrar un nuevo enfoque, pero sin rezumar ansiedad para que se note ese giro radical.
Percusiones que retumban y vuelven a golpear frenéticas en ‘Symbionic’, y texturas eléctricas en ‘Supine’ para dejar patente que el cambio no viene solo en lo rítmico, sino en todo lo que rodea a ese motor de mayor empaque. Frenetismo, alma y algo de breaks en un muy buen trabajo en el que además de tener tres o cuatro pepinos de cabecera, hay un colchón de buenos temas que los arropan. Coherencia y equilibrio. Qué cambio. Lo mejor que ha hecho hasta la fecha. (Ferraia)
12. Architectural - Good Night, Whatever That Is
Género: El techno en Asturias, una maravilla, si te preguntan
El asturiano Juan Rico, aka Reeko, aka Architectural, uno de los primeros espadas del techno patrio, vuelve al formato LP después de cinco años con ese último alias. Y lo hace sacando a pasear sinuosas líneas de bajo, algún tema exultante y en general una producción sobria, que muestra por qué el techno norteño es aval de garantía. Con una producción depurada desde hace años, en discos como este Good Night, Whatever That Is, Rico muestra por qué ha llegado a publicar en R&S. Ahora, bajo la escudería canadiense Turbo Recordings, lanza un álbum de techno serio como siempre, sobre todo más en la percusión, en ocasiones en sus formas más añejas mirando al pasado (’Rousing Rhythms’), o imbuido en pequeñas ambientaciones para dejar que todo fluya como la seda, para esos sets de volar que no necesitan pisar el acelerador para disfrutarlo (’Vapours’).
Si con Reeko en los últimos años suele recurrir más a ese ambient techno donde las melodías trabajadas salen a la palestra en la superficie, en la pista principal, con Architectural en las referencias más recientes el ovetense suele sacar punta a más orgánicas de las canciones, a vertientes más experimentales o retraídas a nivel sonoro. Este disco es un ejemplo; mucha percusión y profundidad, aunque con sinuosas curvas de bajo como la de ‘Tubular Funk’, cuyo nombre lo dice todo, o ese cierre más centrado en el ensamblaje rítmico. Ahora, la joya del disco, la joyísima, es ‘Eternity Land’. Primer tema del LP y que rompe más con todo el concepto del disco, de un cariz más apagado, pero que muestra a un Architectural exuberante, con una pieza más frecuente últimamente de Reeko. Muchas capas superpuestas a la vez, un sonido muy vitalista, radiante, de los que te hacen vibrar. Cuando enchufa el modo melodías y texturas raya a otro nivel. Un clásico ya del techno español. (Ferraia)
11. Fantasmage - No salgas más
Género: vuelve a bailar, maldito, como cuando no te crujían las rodillas.
Han vuelto Fantasmage. Si no habéis estado atentos (es decir, si no leéis nuestra newsletter), lo mismo no os habíais enterado. El dúo gallego nos volvió locos a generación y media de personas en el lejano 2012 con aquel álbum homónimo de debut para, muy poco después, decir que hasta ahí habían llegado. Se mezclaba entonces, claro, las prestaciones de un disco sobresaliente con el hecho de que iba a ser el único y la mística estaba montada.
Ahora resulta que No salgas más ha venido para dar tardía continuación al proyecto. La cuestión es que Fantasmage consiguen muchas cosas aquí. Entre ellas, soltar un disco absolutamente congruente con el sonido que parieron entonces y que siga funcionando igual de bien. En una época en la que no abundan apuestas tan francas por las guitarras, Fantasmage entregan un puñado de canciones tan viscerales como honestas. Además, No salgas más llega no solo a contagiarte su energía, sino a convencerte de que esta no es artificial. No se trata de que recuerdes lo feliz que eras hace trece años, cuando bailabas sus canciones en aquel bar que ya ha cerrado. Se trata de que ‘Estatua de Sal‘, ‘Luisa‘ o ‘Da igual‘ te enervan hoy, de forma sincera, absolutamente pura, sin artificios ni el menor atisbo de nostalgia.
Si a ello le sumas que Fantasmage muestran cierta cintura para que la única pega que alguien pudiese querer ponerles (estaba llegando ya el del monóculo a decirte que se repiten un tanto) se borra del mapa en los atisbos stoner de ‘Baixada infernal‘ o en la resurrección de Los Brincos a la que asistimos en ‘Playa Mental‘ solo nos queda constatar que ‘No salgas más’ es uno de los discos que más nos va a acompañar en lo que queda de año. No hay momento en el que no sepa a gloria. (Chou)
10. .bd. - Economato textil
género: ¿Nuestro grupo será tu vida?
Tres años, una maqueta y un Humo-fichaje después, .bd. publican su esperado EP, Economato Textil. Son cantidad, (CANTIDAD), los pequeños grupos que habitan las escenas —o ni tan siquiera escenas— de provincias de todo el país. Chavales sin pretensiones que no llegarán pero lo disfrutarán, otros que quizá no se crucen con la gente adecuada para el impulso, y otros que tienen ese ‘duende’; esas trazas que hacen pensar que pueden llegar a ser algo grande. O más que grande, especial. Esos que podrían llegar a las canciones que podrían ser tu vida. En esas coordenadas están los madrileños .bd., que como suele ocurrir, de una maqueta, sala/pasos/perdidos, a Economato textil, es un grupo diferente.
Con la obviedad, tanto aquí como en los singles siguientes, incorporados en este EP, de unos temas mejor mezclados, hay algo más. De canciones que miraban más a un indie rock, incluso en inglés, que aunque sin sonar mal, seguramente les podría haber llevado a un camino sin salida, más clónico —o a quedarse entre los que no dan el salto—, cogieron la vía de ‘Cien y Cientos‘; una vía más post-rocker. Y a veces no tanto o no solo, sino también a una melodía pop con una ornamentación apabullante.
Economato textil es la prueba, por ahora irrefutable, de que el fichaje por un sello importante no es gratuito. Decía atinadamente probertoj el otro día que habían decidido echar la puerta abajo con unas formas que parecen obvias, a lo Black Country, New Road. Progresiones emocionantes, acordes y diálogos entre las guitarras o arreglos que suenan a ellos en ‘Ahora Sí‘. En algún lugar entre el art rock/art punk, con esos tramos valle, la suave voz de Marta Fernández y un torrente de energía. Uno de los cortes nuevos y en los que se respira esa magia de asistir en directo a su particular momento decisivo. Algo similar, inevitablemente, por parentescos estilísticos y época, a lo vivido con la ramperneta.
Pero en la jerga hipersónica del post/art-punk; en el post todo, sendos grupos pertenecen a clubes de lectura distinta —no todos leen a Slint—. Y de entre la lírica angst o poética, los arreglos de guitarra que suplen muy bien secciones de viento o cuerda o esos punteos tan Explosions in the Sky en ‘Hemos Roto los Espejos‘, hay una reminiscencia que me parece más singular, y que quizá, al menos para mí lo hace más emocionante. Y son las pequeñas explosiones de ‘Cien y Cientos’. Dentro de sus barridos, paradas y susurros, esa ornamentación de intensidad y emoción me recuerda por momentos a El Niño Gusano de El Efecto Lupa. Buscado o no, y en el baile de referencias, siempre hay un poso que permea entre generaciones.
O puede que solo sea cosa mía, pero que a alguien le suenen a cosas tan especiales no es solo bonito, es símbolo de todo lo que .bd. tienen entre manos. Canciones, ahora sí con una producción limpia y cristalina, valga el tópico, que no parecen de unos prácticamente debutantes. (Ferraia)
9. Nuevos Mundos - Nuevos Mundos
Género: noisepsicodelia para hacerte el centro del mundo
Apenas un EP, Mis Plantas, era poco para saber si lo de Nuevos Mundos podía cristalizar en algo de relumbrón. El cuarteto madrileño apuntaba ya maneras objetivos (el reverb, la neopsicodelia, el ruido) pero, claro... sólo tres canciones.
Ahora, el debut homónimo (editado en Cuarto Sonoro) en largo despeja dudas: hay grupo y hay banda. Hay canciones de sobra para sostener la incursión en un territorio donde muchos nos sentimos a gusto, pero tampoco aceptamos a cualquiera. Esa zona en la que habitan los Yisus que ya no ponían el taladro de feedback en primer plano. Ese lugar en el que el noise-pop endulza pero se expande. Los mundos de Jason Pierce (con o sin Sonic Boom). Los de Los Planetas antes del advenimiento del flamenco, de esas canciones que habitaban entre los hits pop. Los de, ay, Acetone: el grupo que más triunfó en el corazón de menos gente.
‘La levedad’ abre el disco para colocarte exactamente donde todo va a estar: el ruido y la calma, a la vez, en la misma canción, incluso en el mismo momento. Un lugar de voces ligeras que miran el panorama desde lejos, de guitarras atmosféricas y bases que Óscar Moreno (Nudozurdo, La Débil) ha producido para que el globo pueda echar a volar. Y vaya si lo hacen: ya sea a base de ruido dulzón noventero (’Atasco M-30’), ya mediante melancolía a chorro (’Biblioteca nacional’). Canciones para tumbarse en el suelo, cerrar los ojos, que te pasen por encima, echarte a flotar.
No, nada de shoegaze; más bien space-noise. Anda que no nos gustan aquí estas cosas. (probertoj)
8. Frente abierto - Guerra a Todo Eso
género: doom jondo
Existe la tentación de despachar a Frente Abierto con un displicente “aquí ya hemos estado”. En Morente, en Lagartija Nick, en La Leyenda del Tiempo y del Espacio, en Orthodox, en la Semana Santa, en la fusión, en el Nuevo Flamenco en agregado.
Y sería normal. Cada cierto tiempo brota un nuevo proyecto que aspira a superar las superadísimas fronteras del flamenco y a insertarlo en un terreno nuevo, por explorar, experimental. Dada la identidad de los ideólogos de Frente Abierto (Marcos Serrato y Borja Díaz, Orthodox), no es de extrañar que ese terreno, esta vez, trate del sludge y del stoner, del metal pasado por un filtro arcaizante.
La cuestión es que les sale muy, muy bien. Hay fondo y forma en las densas y oscuras canciones de Guerra a todo esto, demostrando que el flamenco, a su modo, no es más que doom jondo: un enorme lamento, oscuro y lento, un lamento que pesa y desgarra el alma. Los palos se insertan dentro del metal con una naturalidad pasmosa, a lo que contribuye el elevadísimo nivel de todos los cantaores involucrados en el disco.
En fin. Nuevo flamenco. Siempre que creas que ya lo habías escuchado todo, cree otra vez. (Mohorte)
7. Teitanblood - From the Visceral Abyss
género: capilla sixtina de lo oscuro
Teitanblood han construido desde hace tiempo una inmensa reputación como banda de culto en el metal extremo europeo, incidiendo cada vez más en un sonido intenso y oscuro que ante oídos de turistas se siente como una bola de ruido impenetrable. Pero son unos grandísimos arquitectos de lo brutal, estableciendo una escritura fina y trabajada sin dejar de moverse en un territorio lo-fi.
En From the Visceral Abyss pueden haber conseguido la producción más extraordinaria de su carrera, y aun así sigue sonando a un cañón que no se limpia tras cada explosión. Un death metal violento que toma sin pudor lo que quiere del black metal más incendiario, desde el que construyen piezas inmensas que no dejan apenas un solo respiro. De momento el grupo no concibe dar esos descansos, pero cuando crean temas destructivos con los riffs más extraordinarios, tocados a un ritmo perfecto, no son necesarias concesiones. Han creado una capilla sixtina de lo oscuro. (Black Gallego, Directo al excel de la tier del 15 de abril)
6. Casa dragón - No será para tanto
Género: Expats de la vida
Ah, la decadencia, qué guay, qué de imágenes potentes, poemas poderosos, libros inolvidables y canciones geniales nos ha dejado. Estamos encantados de poder intelectualizar sobre ella, pero tengo que confesaros el secreto: la decadencia es poética salvo que estés sumido hasta el cuello en ella. Ahí ya se revela como la putamierda real que siempre fue.
Casa Dragón saben de esto. No voy a decir que lleven toda su vida en decadencia, porque al fin y al cabo me están pagando por hacerles las liner notes de su disco y siempre parece mal, pero aunque su música viva más lozana que nunca, ellos llevan tragando decadencia hasta que ya no han podido más. Y, llegados a este punto, habiendo huido hacia las regiones devastadas (Soria, Mérida), han intentado articular palabra y les ha salido un disco de caras enfurruñadas, diversión beoda y muchísima mala hostia.
Tendréis que coincidir conmigo en que solo puedes estar de mala leche cuando la ciudad en la que vives te expulsa o te obliga a vivir en zulos. Cuando el sistema laboral se basa en excels absurdos que todos rellenan para que nadie mire con verdadera atención. Cuando te dan la cita médica para dentro de un año. Cuando son las 9:30 y ya te has aburrido de trabajar. Cuando la escalada de turra que llega por todas partes es insoportable. Patrick Stickles articulaba aquello, fundamental, de que “el enemigo está por todas partes y nadie parece preocupado o que le importe un carajo”. Casa Dragón especifican y señalan: “gente pija en todas partes con pulseritas repugnantes”.
En canciones cortas, construidas con ritmos trogloditas, aires Alehop! y los espacios en blanco que Neil Michael Hagerty y Jon Spencer no terminaron de escribir porque el primero le dio a la mandanga y el segundo al pijerío, Casa Dragón acaban encontrando la manera de salir de la decadencia. Se puede resistir, pero hay poco hueco: la huida (“Quiero ir con vosotros y con los colegas donde no haga calor y no gane la derecha”), el amor (“No será para tanto porque te tengo a ti”), gritar “abajo el trabajo” (y, más importante, cagar en horario laboral). O, directamente, gritar todas y cada una de sus nuevas consignas, en especial esta: “tengo un KPI para ti: que te mueras y me dejes vivir”.
La vida, ya lo decían Los Enemigos, mata. Lentamente, además. Tiene cientos de sicarios para irte dando boleto. Miguel, Cecilia y Muriel tocan, cantan y gritan para espantarlos y se agencian a Javier Ortiz para que ponga la suficiente lija al sonido y a Rosendo como imprevisto aliado contra la mierda. Solo así pueden acabar gritando que no será para tanto. No lo será: les tenemos a ellos.
5. La María - Robina
género: Petits grans milacres
Semana a semana llegan por aquí discos buenos, discos regulares, discos a los que asesinarías; algunos de los que machacas y después te olvidas, y quizá de vez en cuando alguno que podría cambiar tu vida. Y hay otros, de los que menos, que generan la sensación de que son un milagro. Es el caso del nuevo de La Maria, Robina (Propaganda pel Fet!, 2025). Un trabajo repleto de paradojas, que habla de los distintos procesos en el amor y en las relaciones, dividido en tres secciones, con mucha parte de autobiográfico. Con no pocas letras tristes que hablan de las pequeñas cosas en esas relaciones.
Y al mismo tiempo, es un disco que hace feliz por el resultado final y que resuena grande. Gracias, principalmente, a la portentosa voz de La Maria. Maria es Maria Bertomeu (Oliva, 1998), de quien ya destacamos su debut L’assumpció de 2023, y que entrega ahora Robina, mucho más desnudo, dejando que sean sus cuerdas vocales las que inunden todo el espacio.
Su debut, aunque bueno, daba más paso a un caparazón electrónico efectivo, y que llevaba a la actualidad la música tradicional valenciana. Y las tradiciones valencianas. Sin embargo, Robina es un LP que deja, acertadamente, mucha más rienda suelta a la vena folk. Donde los arreglos electrónicos son los menores, en pro de piano y a veces instrumentación propia de las bandas de tantos y tantos pueblos valencianos. Una forma más de enraizar en la tradición (e identidad), junto al propio uso de la lengua, demostrando que la llengua està viva. Especialmente en estos tiempos en los que algunos insisten en confundir, confrontar y disfrazar el arrinconamiento de libertad de elección.
Hace un mes, cuando se publicó el vídeo de ‘Consagració’ en directo, ya se vislumbraba el salto de un disco a otro, tanto con el enfoque como esa imagen que proyectaba de una artista, valga la redundancia, en proceso de consagración. Mientras que otros compañeros de generación y territorio juegan con esa efectista parte electrónica, La Maria reduce la marcha para centrarse en un disco más valiente, tanto por lo que trata, con versos muy crudos, como por hacerlo desde esa perspectiva todavía más tradicional. Más sencillo, haciéndolo a su vez más bello. Un camino que puede recordar al de Silvia Pérez Cruz. El gran acierto del disco: dejar que la música solo acompañe y arrope, sin intentar competir con una voz que modula y maneja a su antojo.
De esa emocionante ‘Ruptura’ inicial, casi a capela y subiendo de intensidad, a ‘Perdona Maria’ hay un precioso recorrido por las fases, por el desamor, la ruptura, el desconcierto, el aprendizaje o la reafirmación. Siempre sin quebrarse. También, en medio, momentos para el rescate al cancionero popular, para el fandango, las havaneras —qué maravilla esos coros finales en ‘Havanera papallones’—, para el estremecedor Consagració/Consagració/Consagració/Consagracio... Un disco para llorar de tristeza. Y de alegría por la fuerza que proyecta. Qué pequeño y qué grande a la vez. Qué maravilla. Y qué regalo también, joder. Bravíssima. (Ferraia, Directo al Excel en la tier del 11 de marzo)
4. EZEZEZ - Kabakriba
Género: Sísísí
Aunque lo fundamental pareciese lo contrario, lo relevante del post-postpunk siempre fue el primer “post”. No se trataba de volver al género original para hacer exactamente lo mismo, sino de ir más allá, coger lo necesario para echar a volar. Esto se ha ido haciendo cada vez más palpable a medida que más y más grupos volvían a esa influencia fundamental: los que lo entendían, como la chavalada del Windmill, y los que no, convertidos en postpostpostpostpostpunk, regurgitando una y otra vez exactamente lo mismo pero cada vez peor, menos arriesgado, menos post. Como la IA generativa nutriéndose de sus propios textos y degradando más y más lnternet por el camino, el ciempiés humano del slop. Slop-punk (hola, valéncia).
Pero, de repente, alguien lo vuelve a entender y se centra en una cosa, o varias, del post-punk para llevarla más lejos. Para juguetear con ella y, a la vez, construir algo nuevo. EZEZEZ empezaron titubeantes y en inglés y dieron un primer salto identitario con Katuzaldia, y ahora con Kabakriba han conseguido lo que buscaban: un disco lleno de tensión eléctrica y giros que te rompen la cadera, pero también uno que no quiere dejar de sonreír, divertidísimo y que contagia su sentido del humor.
Con una portada que es un espejo en el que te verás reflejado, y producido y grabado por Eneko Ajangiz y Álvaro Olaetxea en dos tandas, Kabakriba cumple la promesa de su título, acrónimo de Katuzaldia Baino Kriatura Bakanagoak: “Criaturas más extraordinarias que Katuzaldia”. Vaya que sí es extraordinario: ‘puntofinal’ lo abre con un sprint imposible, una carrerilla eléctrica en la que brillan esos “Yo soy Nino tu Amélie gure bakardadeari jarriko dotzegu punto final (Yo soy Nino tu Amélie / a nuestra soledad le pondremos punto final)“ y “Nire sudurra es muy de vasco diñozte asko y te ha enamorau (Mi nariz es muy de vasco me lo dicen mucho y te ha enamorau)”. Van saltando por el euskera y el español como lo harán todo el rato: da igual que canten sobre los despojados del siglo XV (”No se puede quitar lo que no se puede reclamar” en ‘Zorozelai’, donde claro que acabarás gritando “misil, misil, misil de la rue”) o de ir al mercado y no tener qué comprar: el descojono, asombro, contagio infinito de ‘No hay pescau’, que se cierra con “Ya no hay chipirones y menos marmitako / Patatas en salsa es lo que tenemos hoy / Le tenía que haber hecho caso a la alarma / Levantarse siempre a la hora que manda“.
Da igual si se ponen más metálicos en su aproximación funk (’noraezean’) o más libérrimos (la aparición del saxo en ‘Static Txomin’: todo el mundo sabe que la saxoneta es el vehículo al que subirse y ama a los zorros; al menos, todo el mundo correcto). Kabakriba está lleno de canciones repletas de imaginación, de esquivar los tropos normales del postpunk, de tensión acumulada que nunca se libera y de canciones buenísimas que no se quieren parar quietas en un solo punto: ‘ez da irirsten’ con su aire nirvanero, ‘new york’ y su calma psicodélica, ‘Laberinto Club’ y su aire “más normal”, que en su primera estrofa ya te ha soltado “Deja que me empache que se vienen baches / Llegaré tarde al bolo de Tatxers / Los piojos de mi tripa piden más piojos / Y a las cuatro de la mañana 19431 yo era Albert Hoffman en bicicleta al revés“. O ‘108.00 FM’ saliendo del coche (con quienes comparten ideas), que inaugura una recta final a-co-jo-nan-te.
Hay discos que desde la primera escucha sabes que nunca jamás te van a aburrir. Discos de apariencia directa que contienen luego cientos de detalles inaudibles en primera, segunda, tercera escucha, que te obligan a volver siempre sobre tus pasos. Discos que, por lo que sea, nacen y ya te dicen “voy a ser la hostia de importante en tu colección, de mí no vas a poder pasar”. Que te cantan “Babesleku baten babestu / Lagunez inguratu“ y el refugio son ellos. (probertoj, directo al excel)
3. Lorena Álvarez - El poder sobre una misma
Género: canciones de corazón encogido y puño en alto
Si tiramos de aquello de repasar artistas infravalorados, pongamos el nombre de Lorena Álvarez sobre la mesa. La asturiana se ha acostumbrado a entregarnos unos trabajos cuidadísimos y en los que la capacidad para cantar a lo mundano desde una belleza extraordinaria es tarjeta habitual de presentación. ‘El poder sobre una misma’, lejos de ser una excepción, podría ser el mayor ejemplo de ello en toda su carrera. Canciones que te llevan de viaje haciendo parada en la duda, la vulnerabilidad, la fragilidad, pero también en un ejercicio interno de reivindicación, autocuidado y puñetazo sobre la mesa.
Una sucesión de temas que transitan sin rubor entre lo asfixiante y lo encantador. En los que Álvarez aprovecha para cuidar las letras más que nunca (que ya es decir) sin importar el trabajo que vaya en ello, incluyendo más de la mitad de las canciones por encima de los cinco minutos. Una transición entre las rumiaciones de ‘Los pensamientos’, el engaño de melodía alegre pero letra bien dura de ‘El poder sobre una misma’... pero por encima de todo ese monumento de tema, esa canción catedralicia que es ‘Guíame’, que podría ser perfectamente la mejor canción de la carrera de Lorena.
Un disco que se puede bailar, cantar a voz en grito como durante ‘Increíble’ o escuchar con el corazón encogido en ‘Una mirada oscura’. Una obra maestra. (Chou, Directo al excel en la tier del 14 de octubre)
2. Balago - Ningú
Género: Ambient reconstruido
Más de veinte años después, Balago siguen tocando cualquier registro a mano, lejos de autoplagios y de pilotos automáticos, las dos peores caras de artistas que empiezan a acumular carreras dilatadas. En el caso de los catalanes, del post rock y el ambient glitcheado a lo Fennesz de sus inicios, al cinemático y profundo sonido de Darder, a los collages en las tres suits de su último disco, en el año pandémico. De aquellas suites, ahora Balago siguen con los collages en Ningú, con dos piezas de más de veinte minutos que sin embargo vertebran un poderoso y precioso ambient.
Como buen collage, dentro de él habitan pequeñas canciones y fragmentos. Simple y llanamente con algunos de los mejores pasajes que han construido en tiempo. Cine, glitch, drone épico y momentos entre el dub y el downtempo —que por cierto, recuerdan a las Cabras, aka Pentagrams of Discordia— para un viaje que te succiona a su universo en la Cara A. Un recorrido que sigue en la Cara B, donde tiene más peso un ambient más relativamente canónico o sencillo, sin tantas texturas, con tramos clasicistas y de nuevo lo mismo que en el anterior tema: épica y emoción pacientemente edificadas. Un trabajo experimental pero coherente, con muchos poros que siguen un mismo hilo vertebrador. Que parece que se va pero siempre vuelve. Como en tanto ruido del que hoy nos rodeamos, enmarañados en lo secundario y sin despejar lo mollar, ellos mantienen ese ruido pero nunca distraen la atención de lo importante; ese ambient final reconstruido. Una pasada. (Ferraia, directo al Excel en la tier del 7 de octubre)
1. Rachid B - Al Ghorba
Género: Bill Callahan con nostalgia por la tierra que tuvo que dejar
Como un La Estrella de David árabe, como un Dominique A atravesado por una tristeza muy particular, la de la soledad del que emigra, como un Smog norteafricano, así suena Rachid B todo el rato en Al Ghorba. Precisamente él mismo explica que “la palabra árabe “Ghorba” encapsula esa melancolía única, esa nostalgia profunda que siente el que emigra” y por todos los rincones de sus excelentes canciones se va filtrando ese aire. Como cuando en ‘Naas Ghalien’ canta “No me queda nada de aquel pasado maravilloso, su gente, sus fiestas, todo se lo ha tragado el ghorba” y podríamos estar perfectamente en un corte de Knock Knock.
O cuando su traje de cantautor electrónico y acústico le queda perfectamente ajustado. Parece que todo está desnudo, porque los arreglos son pocos, pero qué certero todo aquí, qué fácil de sentirse dentro.
Hay algo de blues (poco sahariano), muchísima música triste y, en medio, un par de arrebatos líricos de felicidad (‘Sadekki’, musicado como Nick Drake); algún arreón de optimismo (la canción que le da título y también ‘Holmm’); un par de reggaes excéntricos (en uno de ellos, ‘Al Ohm’, recuerda a su madre de forma contundente: “Dicen que es fácil olvidar. No creo, mis recuerdos contigo me devoran cada instante, te echo de menos constantemente. Dicen que ser extranjero mola mucho, que dejar tu hogar es un orgullo… a mí me ha sido difícil asumirlo. Echo de menos tu voz, tus abrazos, echo de menos…”) y muchas, muchas, muchísimas razones para que sea excel en nuestro corazón. (probertoj, directo al Excel en la tier del 21 de octubre)



Y cómo no le habéis dado los 15 puestos a Rosalía? Ha salido algún disco que no sea el suyo?