Los mejores discos internacionales de 2025 (II)
Los blablabla ordenados en mimimimi para que blebleble

40. Huremic - Seeking Darkness
Género: La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma
Es curioso que en estos últimos años, cada vez que ha publicado cualquier cosa 파란노을, Parannoul para el común de los mortales, poco ha faltado para que ascendiera la espuma a lo alto de rankings como Rate Your Music. Ahora que lo hace como Huremic, ni sale entre las primeras posiciones, cosa que por ejemplo sí ha hecho alguno de sus colegas de generación y angustias, y además colaborador, Asian Glow, con un buen disco, pero muy por debajo de este Seeking Darkness. Quizá sea porque lo que llamaba de Parannoul era ese desesperado angst, aparte del particular hype o rescate al fenómeno shoegaze. Y ahora que cambia de registro, ni aparece. Está bien, hay que saber cuándo asesinar a tus mitos. Además de que después de 2021 no ha sido todo tan brillante. Scattersun es un disco flojo y Sky Hundred no era para tanto. Estaba empezando a agotarse y quemarse en su propia cocina. Inmejorable momento para dar un giro de 180 grados.
Huremic adopta todo ese torrente de energía y lo reorienta. La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Porque los patrones son los mismos, abuso de las distorsiones, del sonido grueso, de la repetición. Pero sin ese frenesí melodramático. ‘Seeking Darkness Pt. 1’ es el ejemplo: una batería y un bajo alineados que caen lentos, pesados, que advierten detonación. Como una progresión drone en el campo ambient, el corte empieza a engorilarse desde un post-rock poderoso y obsesivo; mastodóntico. De capa en capa, de estridencia en estridencia, hasta que explota todo el equipo. Joder. Se ha acabado el primer tema, un sencillo cuarto de hora, y ya estás exhausto. Pasada.
A partir de ahí, Huremic va jugando con cada vez más efectos, recursos, con una batería exaltada en el segundo corte, mientras el bajo y la guitarra responden llevando la contra y marcando cambios rítmicos. Un acierto adoptar el abrazo de Swans cual Michael Gira para ir pasando por encima de ti, exhibiendo una fuerza bruta que impone y fascina, pero que deja esa riqueza de recursos y detalles en la producción. El chaval de Parannoul ya no es un chaval. Aquí hay mimbres y un ensamblaje sonoro muy rico que queda al descubierto cuando levantan el pie de la pedalera, como en la parte 4. A pesar de las ‘simples progresiones’ que hay en otros cortes. En resumen, un pasote de debut que cierra con un titán post-rockero en el que acordarte de casi cualquiera de tus clásicos del género. El mismo resultado de la emotividad y la saturación por otra vía. Insano. (Ferraia, excel en la tier del 18 de marzo)
39. The Tubs - Cotton Crown
Género: Más campanamuertistas que nunca
“Dijiste que nunca conociste a alguien a quien odiaras como a mí (...) Conozco las palabras que tengo que decir para hacer que me ames de todos modos“. The Tubs van a corazón abierto desde el inicio de su segundo disco largo, Cotton Crown, uno que reanuda el campanamuertismo trotón del debut pero que, además, le añade la carga hard de Bob Mould en Sugar (puede que esto sea sólo temporal) … y muchísimos otros matices (que van a ser permanentes).
La estética colorida y rocanrolera de la portada (y de las canciones) del primero da paso, en este segundo, a algo mucho más Veronica Falls. Una fotografía en blanco y negro, con una mujer amamantando a su bebé junto a una tumba. El niño es Owen Williams; ella, su madre. No es, simplemente, una elección para epatar.
La madre de Owen Williams, Charlotte Greig (escritora, periodista musical, cantante de folk), se suicidó en junio de 2014 y Cotton Crown no rehúye ni un sólo instante esa pérdida. Habla de cómo el duelo nos hace disfuncionales hacia los demás y para con nosotros mismos; y de cómo el vacío se manifiesta en detalles pequeños que acaban siendo demoledores: “A veces todo lo que veo cuando me miro en el espejo es un espacio“, canta en ‘Illusion’.
‘Strange’, la canción final de Cotton Crown, es realmente demoledora: “The summer after was nice, Played in New York / And it was alright“, canta Owen, para inmediatamente relatar cómo un artículo de Walesonline le enseñó la foto de su madre, y un titular: “Successful music journalist, mother of two, takes her own life”“. En vez de lamerse las heridas, Strange cuenta cómo todo el rato tienes que seguir adelante (”a veces cuando todo el mundo anda colocado me preguntan qué se siente, si estoy bien, y yo les digo que eso me hace más interesante y entonces nos echamos a reír y todo está bien“) y cómo le ha costado diez años escribir la canción que alguien le dijo, en el funeral, que estaría bien que compusiese en honor de su madre. Diez años, para concluir “Well whoever the hell you are / I’m sorry / I guess this is it / How strange it all is“.
Es imposible desligar la experiencia de oyente de todo lo que va cayendo en las letras, pero siempre supimos, también en Dead Meat, que de esto iban The Tubs: de la vitalidad del jangle acelerado, de su inmensa capacidad para emocionar sin bajar ni un sólo momento la velocidad. De buscar, y encontrar en medio del rock’n’roll, la alegría de vivir. Dadme un racaraca descarnado y quedaos con todos vuestros uooooo intensitos. Y la apuesta en el segundo disco es dejar atrás algunos matices más Murmur para, mediante la contundencia y el arrime hacia el hard, matizar la oscuridad. Era eso o fingir ser felices. Las campanas sonaban a muerto, pero esta vez el muerto era tuyo, por eso desearías que sonasen más rápido, todo el rato. Que sonasen a normalidad.
“So damn easy to cave in, man kills everything“ se lamentaban al final de ‘Faster’ Manic Street Preachers, poco antes de que, efectivamente, el mundo se llevase por delante a Richey. Esa misma canción regresa a Cotton Crown, en ‘One More Day’, la canción más Sugar de los Tubs. Puede que sea cierto, que el hombre acabe matándolo, destrozándolo, todo. Pero no parece que, de momento, nada vaya a poder con The Tubs. Sí, aún les daremos algún que otro día más. Uno. Muchos. (probertoj, excel en la tier del 11 de marzo)
38. Yellow Eyes - Confusion Gate
género: pastoral black metal
Hubo un breve periodo en la historia del metal extremo en el que Cascadia, la región imaginaria que abarca el sur de la costa pacífica canadiense y los estados de Washington y Oregón, ocupó el centro de la escena. Aquellos sonidos boscosos, vaporosos, henchidos de un fuerte imaginario espiritual, alcanzaron su apogeo a principios de los ‘10, poco antes de que Yellow Eyes publicaran sus mejores discos (entre 2015 y 2017).
Confusion Gate es una actualización de aquel ethos: un black metal de tintes pastorales, preñado de sonidos del campo, elegías paisajísticas, texturas y voces apagadas por la desesperación. Las lecciones que nos dejó aquella ola de black metal fueron manoseadas en su inmediata resaca, pero siguen siendo útiles para todos los grupos que quieran aproximarse al género desde postulados si bien no accesibles sí al menos más emocionales.
Un disco excelente. Y seguramente el mejor producido de toda su carrera. (Mohorte, disco que SÍ en la tier del 25 de noviembre)
37. Lone Striker - Lone Striker
Género: El baile del encantamiento bajo el mar indiepop
Si os engachastéis al disco de Teenage Tom Petties que citamos en el pasado frikexín, o al de Rural France que citamos en la edición #14 de este boletín de aledaños, sin duda necesitáis saber que Tom Brown se ha inventado un nuevo alias y que, además, viene con cambios importantes.
La mejor manera que a mi cerebro se le ha ocurrido para explicaros lo que pasa aquí es que visualicéis la escena del baile del encantamiento bajo el mar de ‘Regreso al futuro’ y ahora penséis en un Michael J Fox que, en vez de fliparse con el jevi, se hubiese enganchado a los discos de Sparklehorse y Silver Jews de los 90. Y que decidiese tocárselos a los allí presentes con la misma consigna: “a vuestros hijos les van a flipar”.
De eso, y de unas gotas de Neutral Milk Hotel sin charanga, va el estupendo debut de este delantero solitario, con canciones tan apabullantes como ‘Never Blown a Kiss’, ‘Dunno’ o ‘Pinocchio’. Uno de mis discos del año, sabiendo que sólo estamos en abril. (probertoj, en el frikexín #21)
36. Theatre Royal - A Change of Weather
Género: hacerse viejo y asumirlo desde el pop
And every day we’re closer to
The place we thought we never knew
Lo que una sección de vientos puede hacer por las canciones es algo que saben todos los que en Hipersónica se suben a la saxoneta. Pero aunque últimamente esté tomando forma más experimental, no hay que olvidar lo que consigue también en las canciones pop. A veces las inunda de una tristeza venida de nunca sabes dónde; otras, del mayor chute de energía optimista que podrías recibir.
Theatre Royal capturan esas sensaciones en este exquisito A Change of Weather que funciona casi como un “juego de la vida”: mientras paseas por sus canciones, te refleja momentos en los que estuviste o estarás. ‘Welsh Coastal Towns’ es El Jitazo, con ese estribillo sublime para redondear una letra que asume, no sin ciertos crujidos, el paso del tiempo y la nueva posición vital:
And sometimes I’ve had enough
Of being called a father
Sometimes I’m glad
That I’m called a father
A change of weather podría caer en la trampa habitual, pero Theatre Royal han escrito un disco que se planta constantemente delante del paso del tiempo y se pregunta qué pasará, antes que qué pasó. Es una buena manera de evitar la nostalgia. Es también la razón por la que ‘Lives Entwined’ crece desde la baladita al himno spectoriano. O el motivo por el que ‘Thrown Up, Grown Up’ no se conforma con la emoción del recuerdo, sino la energía (obligatoria) de pensar en el siguiente paso.
Entre dudas y certezas van dejando todas sus caras como banda. Los chutes energéticos al borde del raca-raca (‘Never Understood It’), los aires de folk íntimo y pequeñísimo (‘In Time’) o ese toque más directo, más Dexys, más Reigning Sound meets The Jam, de ‘Souvenir’ o ‘Feel a Lot Better’.
Y aunque me interesen menos cuanto más folk suenen (‘Angelina’), Oliver Burgess, Robbie Wilkinson, Brendan Esmonde, Jonathan Gibbs y Christopher Kingman han logrado grabar un disco que me ha contagiado tanto su afán por vivir como para preocuparme de saber cómo se llaman. Porque también sé que les seguiré a partir de ahora. (probertoj, Excel en la tier del 24 de junio)
35. Surgeon - Shell~wave
Género: Techno Pirelli
El cirujano más célebre no falla a su cita operacional de grueso bisturí. Nueve temas de techno marca Birmingham: sobrio y mecánico, coqueteando con lo industrial. Y en manos de Anthony Child, tejiendo redes de sonido infeccioso alrededor. Así es como suena a lo largo de nueve temas donde no baja el pistón. Un ritmo exigente en el que hay espacio tanto para melodías deformadas (’Soul Fire’), como para distintas líneas rítmicas que conviven en un mismo tema (’Forgotten Gods’).
Un disco muy serio y en perfecto equilibrio. Repartiendo estopa, pero con detalles sutiles, a veces mirando a lo industrial pero sin caer en lo chabacano de ese monstruo en el que hoy ha evolucionado el hard techno. Hipnosis rítmica por delante, pero en la que hay mucho más que rascar que la mera fuerza por la fuerza, como exhibe en los dos cortes finales. Precisión de cirujano. Potencia sin control no sirve de nada. (Ferraia, disco que SÍ en la tier del 6 de mayo)
34. Backxwash - Only Dust Remains
Género: rimas celestiales
Para un disco tan intenso y tan explosivo, His Happiness Shall Come First Even Though We Are Suffering acababa en un momento de fuga. Ashanti Mutinta dejaba la abrasión industrial o la experimentación abstracta para una coda de aires celestiales, casi de iluminación, para abrir la puerta de Backxwash hacia direcciones que no sean pura bola de demolición y elaborar algo más introspectivo.
Acabada esa etapa más brutal y épica, Only Dust Remains se presenta como un disco mucho más reposado y armonioso que recoge el guante de aquella coda. No por ello cae en lo meramente accesible, porque las rimas de Mutinta siguen entrando a degüello en temas personales y a su alrededor incorpora melodías divinas que se encarga de deconstruir y deformar con texturas analógicas y distorsiones. Sí que estamos ante un disco que sirve para abrirse a un público mayor, pero no es un disco de hip hop conformista, destilando una producción ambiciosa y abstracta que sirve bien al propósito del álbum.
El proyecto de Backxwash siempre estuvo bien equilibrado entre la explosiva performance y la expresión puramente personal de alguien de identidad fluida y en búsqueda constante, así que es complicado hablar de un disco más personal en este caso. Sí que logra sonar más íntimo, aparentemente más honesto, pero desde unos parámetros que no se sienten derivativos y sí dispuestos a seguir expandiendo las diferentes esquinas del hip hop. (Black Gallego, Excel en la tier del 1 de abril)
33. Maruja - Pain to Power
Género: Rabia contra demasiadas máquinas y unos cuantos seres aparentemente humanos
Había decenas de caminos por los que Maruja podían tirar después de una colección de singles y EPs estupenda que abría mil puertas sin decirse cuál seguir. Podrían haber tirado por el post-rock y sus derivadas, en una zona en medio de los Mogwai más tensos y unos GY!BE que quisieran recitar más. También podrían haber sido exhibicionistas admiradores de sí mismos y su inteligencia y creerse los MaziúBelamís de la saxoneta. Podrían haberse ensimismado en lo experimental, engancharse a la No Wave, recordar que la canción es lo último relevante cuando la música empieza a sonar. O podrían, también, haber mirado a la oscuridad, y que ésta les devolviese la mirada, buenos días capitán y a vivir en las depresiones postcoretas nihilistas; ser los más angustiados del club de lectura de Slint.
Podrían haber ido tantas cosas mal, o puede que tan bien como aquí, pero en Pain To Power hemos descubierto a unos Maruja que, angustiados por el Capitalismo de Plataformas y la evidente falta de futuro (y ganas) que contagia, han optado por lo visceral. El debut de Maruja ha cogido lo último que sus directos anunciaban (y los que allí iban te contaban): que 30 años después alguien le estaba cogiendo el relevo a las maneras y formas de Rage Against The Machine, pero para sumarle todo lo demás ya citado.
Bueno, pues es la mejor noticia: salvo en escasos remansos de paz que corren el riesgo de romper por completo el hilo conductor, Pain to Power se desgarra, se grita y se toca como si éste fuese el último otoño de nuestras vidas. Vale que aquí ya no podamos desligar ‘Look Down On Us’ de los coches de choque1, pero las idas y venidas del grupo a lo largo de esa canción, con ese motivo de saxo sonando a la vez alarmante, épico, urgente, ominoso o punk en función de dónde y cómo avanzan la canción, es el mejor ejemplo.
Funcionan peor cuando bajan el pie del acelerador, como en ‘Saoirse’, quizás precisamente por despegar de Slint y ser más cercanos a la simple balada hard. Pero son pegas muy menores. Los diez minutos de ‘Born To Die’ se despliegan lentamente sobre spoken word existencialista y ambientes nocturnos para irse oscureciendo (Ain’t it terribly ironic how we’re all just born to die? ) y acabar desembocando en una montaña rusa de cuidado desenfreno instrumental. El arreón final (Maruja Fear postcore Satán) enseña las mejores cartas de un grupo que ya hasta el final del disco irá aprovechándolas en todas las manos. ‘Trenches’, ‘Break The Tension’ y la formidable ‘Reconcile’ para cerrar (con esos “I don’t care” que claramente sugieren que a Maruja sí les importa) dejan claro que, aunque siguen existiendo los multiversos en los que Maruja han elegido mal (y se han ido por la vía de ‘Zaytoun’), en este nos ha tocado el grupo bueno. El salvaje, rotundo y asilvestrado. Cuanto más mantengan su energía juvenil, con todos sus excesos, mejor. (probertoj, Excel en la tier del 16 de septiembre)
32. Knowledge The Pirate & Roc Marciano - The Round Table
Género: las reglas doradas del drumless
La errática, guadianesca, carrera de Knowledge The Pirate siempre parecía estar a expensas de un disco completo junto a Roc Marciano. Al fin y al cabo, él fue el responsable de enseñárnoslo después de casi una década desaparecido.
Y sí, ha merecido la pena. Knowledge se conduce con precisión y calma, sin aspavientos pero sin que parezca que solo pasaba por allí, sobre bucles soul (chipmunk o normal), arquitectura drumless y samples deformados a los que, en última instancia, Roc les deja vivir de nuevo en su estado original. Es un disco que no parece esforzarse por parecer en tensión, y sin embargo lo está gracias a la cadencia de un Knowledge estupendisimo, rapeando sobre la pertenencia a una zona, sobre los iconos culturales (‘Magic & Kareem’) y la necesidad de extirpar la diferencia de clases: todos iguales en esta mesa redonda.
Solo un breve tramo justo antes de la recta final donde el disco parece perder fuelle evita el Excel. Buenos alimentos se sirven en esta mesa. (probertoj, disco que SÍ en la tier del 20 de mayo)
31. Galore - Dirt
Género: la correcta mínima expresión
Ava Rossen, Griffin Jones, Ainsley Wagoner y Hanna Smith acaban de firmar un disco que en 25 segundos ya consiguió hacerme tilín con ese indie-pop sin adornos absurdos, de guitarras tensas y melodías cristalinas de la estupenda ‘Field Trip’ inicial. Mi cabeza apuntó “Dick Diver”, mis pies se fueron a bailar ‘Zinger’ (“bailar”: agitarlos frenéticamente, cerrar los ojos, menear la cabeza). Y luego “Twerps”. Y “un poquito The Clean”. Y “Sarah Records pero sin las trampas en las que caen los que intentan sonar a Sarah y les queda mediocre”. ¡Y una slide guitar! ¡Y raca-raca frenético! ¡Y pop enchufado al fuzz! ¡Y unas cuantas entonaciones de chulesca desgana a lo Lou Reed en la Velvet!
Y en 20 minutos se acaba un estupendísimo disco que vuelve a sonar. Primero te escuchas éste y luego te vuelves al de Horsegirl de este año y se te queda un menú cojonudísimo. (probertoj, en el frikexín #24)


