Los mejores discos internacionales de 2025 (V y final)
Incluye el que no te gustaba.
10. Massage - Coaster
Parecía, y así fue al principio, que la perdida de The Pains of Lolailo iba a ser difícil de sanar. El grupo que mejor resumió 20 años de indie-pop a base de rehacer el indie, el college, el twee o el jangle en un sólo mejunje se fue y, al desperdigarse, parecieron dejar grupos majos-pero-ok. Como Massage en sus comienzas.
Ok, asumo que como oyentes siempre somos exigentes de más, que para algunos de nosotros un “han vuelto, y a lo mismo” puede no ser suficiente. Es más: admito que la distancia entre “lo mismo” y “sus mejores canciones, las más emocionantes, las que me han hecho sonreír a la primera, esas en las que, desde primera escucha, sé que voy a vivir para siempre” es pequeñísima.
Sí, pequeñísima. Coaster han dado los dos o tres pasos necesarios para pasar del simplemente-OK Oh, Boy a la colección de himnos pop casi perfecta que es Coaster. Massage no quiere recordarte a nadie, pero lo hacen. Y, a la vez, como lo saben, cada una de las veces que crees que van a caer en la trampa de todos los demás (el bajo new order, el recuerdo The Cure, el influjo britpop), ya te han dejado la cintura como las rodillas de Militao: hecha un cisco, preguntándote cómo es posible que “lo mismo” sea “las canciones que me han hecho sonreír a la primera, esas en las que, desde primera escucha, sé que voy a vivir para siempre”.
Y, luego, es un disco jodido. Saltarín en su mood musical, pero hecho trizas en su lírica. “Este tira y afloja me marea / y me dan ganas de rendirme./ Eso es lo que quieren. No te rindas”, sueltan al final de ‘Daffy Duck’. “Me siento marchito, no es la primera vez”, te escupen suavemente al comenzar ‘We’re Existential’.
Esquivando la normalidad indie justo cuando van a pisarla, plantándote una sonrisa en la cara mientras a la vez te rascan la herida existencial hasta dejar a la vista el hueso (el vacío, en realida), comportándose como uno de esos pocos discos me hacen click inmediato, aprovechando la nota de promo (por cierto, da gusto leerla) para soltar perlas como “supongo que eso es madurar: aceptar que no eres el centro del universo”, dejando que Gabrielle Ferrer suba el tono, abrazando arpegios de 12 cuerdas y soltando el libro de oro del Indie Que Importa (cagüensós, hasta llamadas a los Twerps), Massage se han hecho imprescindible. Listo, herida sanada. (probertoj, en el frikexín #24)
9. Horsegirl - Phonetics On and On
Género: Softmuertismo indie
De la hornada de grupos de indie rock estadounidense que llegan anualmente, el debut en 2022 de Horsegirl ofrecía un trabajo interesante. Un primer disco acercado al canon, con las habituales distorsiones abiertas para dejar que las guitarras se erigieran como jefas del ruido, aunque había un pequeño margen para temas más pausados y mostrando que no había necesidad de escalar. Tres años después, sin prisas, y trabajado pacientemente, Phonetics On and On acaba por demostrar que puede no tratarse de otro-grupo-de-indie-norteamericano. Hay que reconocer que el debut, siendo notable y estando en esas coordenadas, corría ese riesgo. Sin embargo, este segundo largo va precisamente por los derroteros contrarios a los que habría seguido cualquier grupo en ese contexto. Un (feliz) cambio de planes inesperado.
Frente a más pedal y estruendo, Horsegirl rebajan las revoluciones. Lo que redunda en un disco igualmente excitante al dejar más protagonismo a las voces, sin renunciar al papel protagonista de las guitarras, corales a pesar de no ser tan eléctricas y mirar más a una sencilla ecuación más pop. Una deliberada bajada de las marchas para a veces jugar en canciones que parecen desnudas como las de Beat Happening. Y una acertada apertura a derivados del twee y jangle pop. Aunque el disco empieza con un buen raca-raca, poco a poco va mostrando que el camino a seguir no será ese, sino sentirse cómodo y calentito en guitarras afiladas pero con ese olor a campanamuertismo débil.
Muchos detalles como el cambio de ritmo de ‘Rock City’, la musicalidad del no-bajo en ‘2468’ y su constante diálogo entre las guitarras, tanto allí como en ‘Switch Over’ con la guitarra solista, dibujando por encima otra melodía... Una revolución de colores dentro del indie USA. Ante el riesgo de caer en unos enésimos Pile o Speedy Ortiz sin recorrido, una casilla más cercana a la de Veronica Falls o Vivian Girls. Sí, menos era más. Chapó. (Ferraia, Excel en la tier del 18 de febrero)
8. Efdemin - Poly
Género: Ruidos infinitos
Dentro de la escena europea, Efdemin fue uno de los que mejor recogió el guante de la esencia minimal de Robert Hood. Con trabajos que inicialmente convergían también en el deep house, el artista alemán fue desplazando su propuesta a un terreno más esencialmente minimal techno, lo que le daba más músculo a su propuesta. Y sin que ello implicase renunciar a otros postulados más centrados en el detalle. Con ello, aunque New Atlantis, de 2019, asomaba el lomo de forma más interesante, con una propuesta más compleja, se quedó a medio gas.
Seis años después, y con toda la paciencia del mundo, Phillip Sollmann ha compuesto un álbum bárbaro. Lo más completo que ha hecho hasta ahora. Un disco que va en muchas direcciones; si pudiéramos coger el sonido con ambas manos, se nos escaparía por todas partes. Una obra que se va abriendo cual cebolla, soltando sus capas, como mostrando sus credenciales, hasta llegar al gran petardazo, ‘Microphase’. Euforia, recortada a bocajarro y de fondos, líneas melódicas, casi escondidas, que van añadiendo más texturas. Presets característicos del minimal, con ese caniqueo, que le dan empaque a un esplendoroso tema que sigue a la suya abriendo más y más capas. Efdemin desbocado.
Hasta llegar a ese punto, el epicentro, pequeñas sacudidas que ya avisan, como ‘Drift’, el sonido orgánico de ‘Poly’, el dub de ‘Signal to Noise’... Y para acabar viajes de bonita ornamentación, muy onírico 00s, como ‘Radical Hope’, pero después golpeando en seco. Con un final barbitúrico, pero con otra maravilla en el penúltimo corte. En fin, un disco que no se acaba nunca. Y todo embutido en once temas, sin tener que irse a minutajes demasiado largos. Pero un disco en el que pasan tantas, tantas cosas, que parece casi inabordable. Comparado con sus inicios, aquello parece un juego de niños. Por eso te advierte en la portada: pon la oreja atentamente. Magistral regreso. Mereció la pena esperar. (Ferraia, Excel en la tier del 18 de noviembre)
7. BRUIT ≤ - The Age of Ephemerality
género: they might be giants
No es sencillo embadurnarse de maneras experimentales, de coartadas conceptuales y de un contenido expresamente político y salir indemnde. No es sencillo, en suma, pisar los terrenos quebradizos y resbaladizos de GY!BE y devolver un producto limpio, refinado, reflexionado, con altas dosis de imaginación y originalidad. No es sencillo ser BRUIT ≤ y dar continuidad al que ya fuera un disco sensacional, aquel The Machine Is Burning and Now Everyone Knows It Could Happen Again.
The Age of Ephemerality es todo lo que uno esperaría de un grupo adherido al siempre conflictivo apelativo “post-rock”: una deconstrucción de usos y maneras sobre la que se vierten nuevos significados. Hay aquí arreglos de cuerdas, guitarras solitarias, samples electrónicos, algo de shoegaze, algo de industrial, algo de field recording. BRUIT ≤ navegan todas las aguas de forma solvente y logran que el viejo truco del género, ese arriba-abajo como atajo para elevar el espíritu, funcione sin que debamos arquear la ceja.
En ese sentido, BRUIT ≤ se arriman aquí a los mejores Mogwai, aquellos que encontraban cosas hermosas en estructuras derruidas y en paisajes devastados. Los ensimismamientos industriales de ‘Progress / Regress’ y ‘Technoslavery / Vandalism’ son el mejor ejemplo de ello. Pero hay mucho más que referencias; hay, de hecho, un discurso orgulloso que no le debe nada a nadie. Sirva esa emoción entrecortada e inquietante de ‘The Intoxication Of Power’, sin duda el punto culminante del disco, como prueba de su inmenso talento. (Mohorte, Excel en la tier del 26 de agosto)
6. Golomb - The Beat Goes On
Género: A la izquierda del dial aún queda espacio
Qué bonitos los discos que cada vez que te los pones te recuerdas por qué necesitabas volver a ellos. No siempre pasa: la elección de qué nos ponemos es, muchas veces, una nacida de lo emocional, no de lo racional. De dejarse llevar, no de pensar.
Golomb debutaron en 2022 con un disco que no escuché en su día y al que he tenido que hacer caso ahora, cuando su The Beat Goes On ha ido dejándome muchos días de verano la necesidad irracional de regresar a sus canciones. El trío de Ohio ha firmado 35 minutos de ese college rock que levantó las bases del indie-rock noventero. Oyes en sus canciones los ecos a Yo La Tengo, a Built to Spill, a Guided By Voices. La gente que extraía del final de los 60 y de los 70 menos pantagruélicos el tuétano que luego regaron con ruido.
No se casan con el pop (’Experience Humanness’), pero saben cuándo encamarse con él (’Staring’). Le dan bien a gusto a los riffs (’Real Power’), seguramente han estado tan enamorados de Kim Deal como toda persona sensata puede estarlo (’Pressure’, ‘The Beat Goes On’). No le temen a sonar sureños, de bajona potente (’Dog’) ni tampoco a enchufarse a las venas de Jason Pierce (y mira que yo tendría cuidado con eso). Y en ese desnorte vital en el que nadan a gusto me río un rato cuando llega ‘Other Side on Earth’. A tope con ellos precisamente porque tanta disgresión les va a poner a un huevo de gente en contra a medida que el runrún de que molan crezca. (probertoj, Excel en la tier del 19 de agosto)
5. McKinley Dixon - Magic, Alive!
género: el hip hop y la fiesta sin límites
El duelo es un proceso complejo y personal, que cada uno puede explorar de maneras diversas. Se mira mal cuando alguien que experimenta trauma o pérdida parece mostrarse aliviado o incluso contento demasiado pronto, pero la catarsis eufórica es necesaria para la sanación. Así lo ha entendido McKinley Dixon, uno de los raperos más excitantes de los últimos años haciendo su particular exploración libre y apasionante sobre sus pérdidas.
Magic, Alive! lo lleva a un territorio incluso más extraordinario y festivo, desplegando mezclas de sonidos y bases de marcado carácter de jazz libre pero siempre guiado hacia el éxtasis. Es un disco muy vivo sobre los lazos inefables que todavía se mantienen con quienes ya no están ahí. Puede ser rarísimo hablar de un disco extremadamente disfrutable con semejante hilo temático.
Pero es justo lo que ha hecho de Dixon una arrolladora presencia en los últimos años, y Magic, Alive! es perfectamente una de sus mejores facetas expresada a su máximo nivel creativo además de disfrute. Digresiones y zigzags sonoroso estimulantes que cristalizan uno de los mejores discos de hip hop de este año. (Black Gallego, Excel en la tier del 17 de junio)
4. Tómarúm - Beyond Obsidian Euphoria
género: la extrema técnica contra el extremo centro
El declive de muchos grupos de metal progresivo de la década pasada invitaba a poco optimismo para el futuro de esta clase de variación progresiva, pero esta ha terminado encontrando nueva fuerza y relevancia como elemento de muchos grupos extremos americanos que, por si fuera poco, están destacando más allá del nicho. El buen hacer de Blood Incantation o Tomb Mold no ha pasado desapercibido, y tampoco debería hacerlo el de Tómarúm.
Su debut ya era sensacional, azuzando las raíces del death metal técnico noventero e introduciendo también las intensas artes de un black metal de querencia melódica. Beyond Obsidian Euphoria consigue ser un paso adelante en todas las áreas, con el grupo expandiéndose hacia una dirección más personal además de ambiciosa. El grupo desarrolla interesantes detalles de refinamiento tanto en instantes de pausa bien elaborados (y limpios) así como en sus exabruptos más épicos.
La producción realza como es debido la amplitud de miras a la que aspira su sonido y también la evolución fabulosa de las piezas, construidas con fabuloso mimo además de un brío abrumador. Es un disco que se presenta inmenso de primeras, e incluso poco convencional por momentos, tornándose cada vez más rico y extraordinario conforme se profundiza en él. Un nuevo alegato de cómo el metal extremo sigue siendo uno de los géneros más vivos y que más grupos ofrece capaces de replantear sus reglas. (Black Gallego, Excel en la tier del 22 de abril)
3. Caroline - Caroline 2
Género: lo perturbador como zona de confort
Aunque habrá mil matices, supongo que cuando uno se encuentra con un éxito insospechado puede seguir, a grandes rasgos, dos caminos en lo sucesivo. Por un lado está la opción de mantener la misma línea, suavizarla incluso de ser preciso, pues es demasiado goloso seguir capitalizando todo eso que nunca pensaste que llegarías a tener (aunque sea más a nivel de crítica y todavía no te hayas hecho millonario por el camino). Por otra banda, existe la opción de que, ya que te han comprado lo anterior, seguir buscando vueltas de tuerca para ver quién te sigue el camino. Seguramente el segundo plan es mucho más arriesgado, por mucho que sepas que cuentas ya con cierto bote salvavidas en la borda. Aunque a los aquí presentes sin duda es el que más nos excita.
No sé hasta qué punto los londinenses Caroline sabían que tenían un éxito entre manos cuando lanzaron su primer disco. Supongo que la ilusión siempre está ahí, pero el éxito es algo al fin y al cabo un tanto azaroso. Así, hace tres años, su propuesta a medio camino entre mil etiquetas (fue aquel un disco de post-rock?, fue una apuesta por sonidos incluso neoclásicos? se trató tan solo de un disco de rock al que le dimos demasiadas vueltas?) nos enamoró a muchos. De la misma forma en la que lo ha vuelto a hacer su siempredifícilsegundodisco. ‘Caroline 2’ despeja aquellas dudas sobre qué camino seguir de las que hablábamos en ‘Total euphoria’, un primer corte ya conocido que opta por un sonido en el que los riffs discordantes, la irritación e incomodidad se convierten, de nuevo, en la mejor carta de presentación de Caroline.
No hay nada en ‘Caroline 2’ que no me genere profunda y sincera emoción. Desde esos pasajes en los que se busca irritar a cortes un tanto más pop al uso (qué gozada la colaboración con la Polachek en ‘Tell Me I Never Knew That’!). Seguramente mención especial a ese crescendo rock que llega en ‘Two Riders Down’ y que me quita dolores articulares presentes para devolverme a la energía que creía perdida, tras haber dejado atrás esa maravilla de trazas boniverianas en ‘U R UR ONLY ACHING’. Caroline se asientan con su segundo disco en esa zona que les garantiza poder vivir de esto cuando menos unos años más si ellos lo desean. ‘Beautiful ending’ pone un broche, de nuevo atípico (cómo si no?) a su disco de confirmación absoluta. (Chou, Excel en la tier del 3 de junio)
Liner Notes #13: caroline - caroline 2
Liner Notes es una sección de Hipersónica que intenta entender mejor el por qué, cómo, quién y dónde de los discos. Homenajea a los antiguos libretos, perdidos o arrinconados en la era digital.
2. Ex-Voïd - In Love Again
Género: Enamoraos de la vida, aunque a veces duela
Enamorados de nuevo. El título del segundo disco de Ex-Voïd también nos define por aquí. Sí, lo tenía fácil: sus guitarrazos de cuando Dinosaur Jr. pisan el pop, su tensión dulce a lo Sugar, esa Lan McArdle comportándose como lo que tenía que haber pasado en realidad en esta dimensión, que Juliana Hatfield le hubiese completado la OPA amistosa a Evan Dando para firmar del tirón los dos mejores discos de power-campamuertismo posibles (sólo firmaron uno y un cuarto).
Ahí vamos, a que uno tiene muchísimo derecho a echar de menos los Lemonheads GUAYS. Puede soñar con que, hey hey my my, el noise-pop will never die y portar la antorcha de ‘Pinhead’ como señal. O imaginar que le envías una toma en directo cutre y PERFECTO del ‘Lonely Girls’ de Lucinda Williams a Robert Pollard.
Uno, y por uno me refiero a mí mismo, se derrite cuando esas guitarras, tan saturadas como elegantísimas, van dejando por el camino notas por las que llorarías. Uno, y de nuevo me refiero A MÍ, se muere de envidia, y de gusto, cuando sin aparente esfuerzo dos voces empastan tan bien como las que habitan en lo nuevo de Ex-Voïd. Que mirad que parece fácil lo que hacen en ‘Sara’.
Tres de las Bs-que-importan de la historia de la música (los Byrds, Big Star y Beenage Banclub) lo atraviesan absolutamente todo y demuestran que la culpa de los que influyen MAL siempre es de los demás.
Al final, va a haber que convenir que Joanna Gruesome, la banda de noise-pop que mejor aprovechó el nombre de Joanna Newson, fue el germen de algunas de las mejores bandas de la década de los 20s, puesto que ya tenemos claro que The Tubs sacaron un discazo y apuntan a que sacarán otro y Ex-Voïd... nos han enamorado de nuevo. (probertoj, Excel en la tier del 21 de enero)
1. Candelabro - Deseo, carne y voluntad
género: el espacio de la creencia
Víctor Jara, Funeral, Artaud, Gabriela Mistral, Humberto Maturana, Juan Pablo II, el Concilio Vaticano II, Viva Chile, la escena de Canterbury, Black Country, New Road, la Biblia en verso.
Es tentador escuchar Deseo, carne y voluntad, el segundo trabajo de Candelabro, y juzgarlo a través de sus referencias. Son tan abundantes y tan transparentes que uno podría justificar su opinión hacia el disco a través de ellas. Al fin y al cabo, ¿quién podría aunar tanta conceptualidad, tantos aires de grandeza, tanta religiosidad sin incurrir en el pecado del exhibicionismo? Candelabro, así, elegirían ser juzgados a través de sus ademanes.
Sucede que Deseo, carne y voluntad es un disco compuesto de sustancia: la que brota de canciones muy vivas, obsesionadas con los cuerpos y con las almas. Cuando Candelabro arrancan a gritar “¡desalambrar, sentir las voces!” en ‘Domingo de ramos’, referencia a la canción que Víctor Jara compuso por la reforma agraria chilena, todas las dudas sobre Deseo, carne y voluntad desaparecen: es ahí, justo ahí, en el sentido coral y catárquico de su música, donde Candelabro rellenan de sustancia los conceptos etéreos sobre los que pivotan.
Sucede una y otra vez a lo largo del disco: no importa lo artie, prog o místicos que se pongan, Candelabro salen airosos de todos sus arabescos porque agarran a sus canciones desde lo flamígero tal y como hicieron Arcade Fire en sus inicios. Pasa en la tremenda recta final de ‘Haz de mí’ (”Y en mi cabeza no para de sonar / son años de deseo, carne y voluntad”), en la letanía de ‘Ángel’ (“no me desampares por favor, ni ahora ni en mi muerte”) y en el monólogo exasperado de ‘Liebre’, consecuencia natural de un disco borracho de espiritualidad.
Pero esa espiritualidad está bajada a tierra en todo momento. Deseo, carne y voluntad no es un disco religioso sino un disco sobre el hecho religioso: el que vive cada uno en su fuero interno, complejo y contradictorio, y el que se expresa social y políticamente. Esto es evidentísimo en ‘Pecado’ y en ese Dios al que solo vamos a encontrar en los barrios más pobres de Santiago (“Dios no elige a su pueblo, el pueblo elige a su Dios”) y también en ‘Tierra Maldita’, donde Candelabro le cantan al Dios católico las mismas verdades del barquero que Ezra Koenig le cantaba a Yahvé (”¿Cuántos cuerpos vas a cargar en tu nombre, oh señor?”). Más que una elegía, Candelabro le están rindiendo cuentas a Dios: si esta es tu obra no sé cómo no te mueres de vergüenza.
Yo entiendo todos los “peros”. Candelabro plantean tantas barreras teóricas que es difícil no estrellarse contra ellas. Pero hay cosas ante las que no cabe raciocinio, tan solo corazón. Y no hay canción este año con más cuerpo, alma y corazón que ‘Cáliz’, una catarsis apabullante sobre el cuerpo como templo, el cuerpo como cáliz, el cuerpo como defecto y el cuerpo como herramienta para descubrir no a Dios, sino a uno mismo, en la paz y en la gloria que nos demos, amén.
Un disco absolutamente descomunal. (Mohorte, Excel en la tier del 14 de octubre)



Menudo futurólogo estoy hecho. Menos mal que no he mandado la predicción, porque solo habría acertado uno, que es mucho peor que fallar todos.
Casi me da pena ahora que un esfuerzo como el de Los Thuthanaca se quede sin premio.
El que estará contento es Mohorte, supongo. Entre triunfar en esta lista y haber sido referenciado en el libro que va a hundir la civilización occidental este mes (1) ya tiene el año completo. Igual ha sido padre y con eso lo completa justo justo.
(1) (2)El de Soto Ivars. Esto no existe. Última página del libro. Nota 36. Hay que especificar, que tiene 100 páginas la puta bibliografía. Lo vi de casualidad porque siempre ojeo los libros empezando por detrás
(2) Y no, no se poner un uno "alto" para las notas