Los mejores discos internacionales de 2025 (IV)
Los discos que recordarás del año que el PSOE no
20. Shallowater - God’s Gonna Give You a Million Dollars
género: Jason Molina vive en las voces y las guitarras de otros
Se ha hecho muy palpable la emergencia del nuevo indie folk-country este año, con frescas Rodas de artistas creando su propia escena. Hay tantos creciendo en tantas direcciones que hasta están saliendo los hijos perdidos de Jason Molina, que este año están bien representados con el último de Friendship (todavía descorazonador) y ahora también el sophomore de Shallowater.
En God’s Gonna Give You a Million Dollars el trío retoma las lecciones seminales de los Magnolia Electric Co. y las refrescan para las nuevas generaciones que están redescubriendo las raíces de mano de los MJ Lenderman, Wednesday y compañía. Claramente Shallowater son mucho más tristones y supuran más en cada pasaje de guitarra que los otros, pero son también representantes de una legión dispuesta a mostrar que gente como Molina no morirá nunca mientras suene en las voces y guitarras de otros.
Su manera de crecerse y expandirse dentro de sus propias canciones, casi como si estuvieran descubriendo rincones en tiempo real junto al oyente, hace los desarrollos de las mismas grandiosos, aunque nunca grandilocuentes. Siempre hay un alma muy genuina que está con las llagas a vista de todo el mundo, y es capaz de romperte en severos pedazos desde la tensa melodía y también desde el estallido de ruido más conseguido posible. Una bola de demolición en todos los sentidos posibles. (black gallego, Excel en la tier del 16 de septiembre)
19. Gold Dust - In The Shade of The Living Light
Tengo que reconocer que me flipa la portada de este disco de Gold Dust, pero que no esperaba que, tras ella, el grupo de Stephen Pierce explorase los recovecos de las guitarras emocionales de J Mascis. Creía que iba a entrar en un universo tristón y de bajona, y, por contra, caí en uno de enérgica melancolía.
Luego me enteré de que el propio Mascis participa en ‘An Early Translation of a Later Work’ pero para entonces ya estaba prendido de canciones que deberían gustarte si lo mejor de Dinosaur Jr siempre te ha parecido la facilidad con la que plantaban las semillas de futuras lágrimas.
Hay mucho más que Mascis aquí: por allí resoplan Fairport Convention, por allá folk del terruño o un vistazo a Automatic for The People y por acá ‘Moths To Glow’ y su pátina ácida que, brevemente, construye una hermosa letra:
There are thousands of methods of lighting a room,
Some people hold candles while others just burn
And some will stand transfixed, like moths to the glow
And singe their wings off in the warmth
Hala, a meter a Stephen Pierce en la libreta del indie-folk que merece la pena seguir. (probertoj, en el Frikexín #22)
18. Use Knife - État Coupable
Género: Sacudida electroarábica
Use Knife es el proyecto de los belgas Stef Heeren y Kwinten Mordijck junto al iraquí Saif Al-Qaissy. Un conjunto imbricado política por contenido y continente. En este Estado Culpable, su segundo álbum, Heeren comparte vocales con el percusionista Al-Qaissy, quien huyó de Iraq, y que ahora asume mayor protagonismo para darle todo el sentido a un álbum que rompe ese viejo prejuicio de que la electrónica es ajena a la política. Como es obvio, además de los detalles como el mirar a la música árabe, configurada aquí con sus percusiones y las de sintetizadores casi industriales, el músico iraquí aprovecha para mirar en las contradicciones occidentales. Y más que contradicciones, con la mirada etnocéntrica y hegemonía de Occidente, gritando contra sus invasiones y discrecionalidad para otorgar la ‘libertad’ a terceros.
Un álbum en el que además de desmenuzar estas cuestiones, ofrece una rica simbiosis entre la electrónica y la música Khaliji, propia de los países árabes del Golfo Pérsico, con sus ritmos y percusiones, de las que se encarga Al-Qaissy, y que funcionan tremendamente bien, como se siente en su eléctrico arranque. Casi EBM y derivados industriales juntos en el desierto en ‘Demain Sera Mieux’ —por cierto con unos vocales que casi parecen The Knife—, festival percutivo y tribal en ‘Iraqi Drum Set’ y puro trance también en ‘Kadhdaab’. Además del gusto por marcar las rítmicas que tiene el disco, los vocales de Al-Qaissy aportan sin duda un eje transversal que le da una carga folclórica y fuerte al disco. Un recorrido casi rave en el tema que da nombre al disco, descargando todo con un crescendo que lleva casi al éxtasis pistero, al tiempo que durante todo el álbum se van mostrando las cicatrices aún abiertas. No solo en Iraq o los países árabes. También en Occidente. (Ferraia, fue Excel en la tier del 26 de agosto)
17. Friendship - Caveman Wakes Up
Género: amigos de Manuel José
La categoría de “coleguitas de Manuel José Lenderman” no ha dejado de crecer en los dos últimos años y es llamativo que sea él, y el entorno Wednesday, el que esté focalizando un resurgimiento del indie-rock folk-country. Aquí encontramos a Dan Wriggins (voz principal y guitarra), Peter Gill (guitarra, sintetizador, vibráfono), Michael Cormier-O’Leary (batería, percusión, piano, órgano) y Jon Samuels (bajo, sintetizador), y de ellos, Samuels toca en el grupo de MJ Lenderman y Cormier-O’leary y Samuels dirigen el sello que edita a Florry o Fust. Es decir, buenísima mandanga toda en la misma línea.
El cuarto de Friendship nace de Dan Wriggins viviendo like a rolling stone: encharcado en una decepción amorosa, primero, y otra vital, después, vivía sin hogar fijo hasta que Karly Hartzman y MJ Lenderman le ofrecieron refugio en una casa en las afueras de Asheville. Ahí empieza a escribir canciones que acabarán sonando a Jason Molina y letras y voces que recuerdan a David Berman.
Es un disco de decisiones valientes: la de la empatía suprema (incluso con una primera dama adicta, como Betty Ford), la de elegir (y grabar) ‘Free Association’ como single, la de los ruidos guturales en los que el cavernícola se enfanga en la recta final de ‘Hollow Skulls’, el acertado retrato del fin del amor de ‘Love Vape’ (”Demasiado tarde para dar marcha atrás ahora / si no sabes cómo terminarlo, simplemente puedes desvanecerte“), las narraciones de treintañeros enganchados a los videojuegos porque ¿a qué del resto de la vida te vas a enganchar?...
Mucho Songs:Ohia, mucho Silver Jews, un poquito de Smog y bastante de Crazy Horse viven en un disco que, de primeras, parece que no da todo lo que tiene, pero que lo va soltando hasta que te tiene. Un disco-gramínea. (probertoj, fue excel en la tier del 17 de junio porque antes…)
género: el cowboy triste juega al Resident Evil
Son buenos tiempos últimamente para un folk country de sensibilidad totebag gracias a una nueva ola indie que está encontrando voces interesantes en la reinterpretación de las raíces, en el rescate de los otros discos que también importan de Neil Young. Varios de nuestros discos favoritos de los últimos años, como los de Big Thief o M.J. Lenderman, eclosionan años de ir madurando progresivamente en esa escuela.
Friendship parecen dispuestos a conquistarnos también luciendo lo que hay en su totebag decorada con un emoji de un cowboy triste. Más apoyados en el country, así como de una artesanía lenta y elegante a lo Tindersticks, en Caveman Wakes Up van dejando una gran exhibición de melancolía que decoran con algún detalle sorprendente de cuando en cuando. Instrumentaciones inusuales y producción que quiere ir más allá de lugares comunes, dando más lustre a canciones que van exhibiendo una voz bastante especial y distinguible, que además te crees cuando está cerca de romperse mientras habla de quedarse a jugar al Resident Evil. (Black Gallego lo había metido al sí)
16. Ninajirachi - I Love My Computer
Género: coca + keta = voltereta
Hay algo en la propuesta de Ninajirachi que roza el placer culpable. En realidad es seguramente el hecho de no atravesar con frecuencia los terrenos EDM. No estás seguro, pues, de que las petardadas continuas soltadas por este ex-cel-so álbum de debut sean más bien temas de exceso mal dirigido. Las dudas sobre si dejarte llevar y disfrutar plenamente de una concatenación de jits bailables incontestable o si, por lo contrario, mantienes bien limpio tu monóculo están ahí. Duran, exactamente, medio tema. Te sorprendes a ti mismo moviendo el culo sobre la silla en ‘London Song’, pero para cuando empieza ‘iPod Touch’ ya has decidido apagar las luces del salón y encender aquella bola de luces que le regalaste a tus hijas para montar fiestas de cumpleaños.
La australiana mejora hasta tal punto tu día que probablemente debería convertirse ipso facto en una de tus mejores amigas. ‘CSIRAC’ te inyecta más energía que un concentrado de taurina, es imposible no acabar saltando en el sofá y asustarse un tanto porque las palpitaciones te abordan. Seguramente lo más sensato sería parar un poco aquí, beber algo de agua, respirar, recuperar el pulso. Pero no es algo compatible ni con ‘Delete’, ni con ‘All I Am’, ni con ‘Infohazard’ ni con nada que habite esta presentación al mundo de Nina Wilson. Imparable, absolutamente reivindicable y merecedora del más fervoroso rendimiento de culto. (Chou, Excel en la tier del 9 de septiembre)
15. Gingerbee - Apiary
género: yeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeey
Escuchando a Gingerbee uno no puede sino retraerse a aquellos años del indie post-milenarista donde catorce chavales se subían al escenario y aporreaban furibundamente toda clase de instrumentos: violines, trompetas, guitarras, bajos, pianos, acoreones, doscientos coros, todo a la vez en todas partes y a toda velocidad, como si no hubiera un mañana —no lo había—. ¿Echáis de menos a Los Campesinos y tener 17 años? Yo muchísimo.
En fin, Gingerbee son la encarnación genzer de aquel frenesí millennial: Apiary es un disco compuesto desde once ciudades del mundo, discutido en Discord, grabado en habitaciones distantes a miles de kilómetros entre sí y montado en plataformas de edición digital. El resultado es un tanto caótico: Gingerbee oscilan entre la pausa y la contemplación brasileña —uno de sus miembros es brasileño y la sambra impregna varias pistas del disco— y los estallidos aleatorios de screamo, todo ello sostenido sobre una verborrea jazz fascinante.
Las canciones son tres, quince, ciento cuarenta y dos cosas en una; el número de instrumentos empleado en la grabación es insultante —”guitar, cavaquinho, bass, lyrics, clean vocals, synths, keyboard, upright piano, electric piano, melodica, percussion, miku otamatone, slide whistle, percussion (cuíca, clave, bongos, tambourine, triangle, tamborim, pandeiro, agogo bells, egg shaker, cowbell, 40-inch gong, glockenspiel)”—; el resultado deja a uno patidifuso.
Apiary es un disco luminoso (’Samba do Nosso Céu’) y un poquito triste, como fueron siempre los chavales (’Feeling Like Children’). Es también una montaña rusa adictiva (’Petal Dance’) y el mejor argumento posible para quienes os digan que todo está inventado, que ya nadie piensa en la música, que los chavales están perdidos y que todo se va al carajo. (mohorte, disco que SÍ en la tier del 26 de agosto)
14. S.G. Goodman - Planting by the Sings
género: folk Justified
Aunque nos encontramos ante el tercer disco de S.G. Goodman, por aquí no habíamos conocido la existencia de la artista de Kentucky hasta ahora. Puede que el motivo sea que, manteniendo siempre una propuesta nacida de las raíces de la americana, el acceso a la propuesta de Goodman parece más digerible en Planting by the Sings que en sus dos discos predecesores (repasados en esta santa casa a raíz del advenimiento del aquí presente).
Planting by the Sings es una delicia. Una propuesta llena de confianza en sí misma1, que consigue cantar a los temas de siempre (amor, pérdida, amor otra vez...) mezclando los sonidos folk obvios con una evidente alma de rock’n roll. Alternando con maestría los cortes más directos (’Fire Sign‘) y con otros en los que es necesario ir buscando tu propio tempo, tu edificio montado desde la calma, como en la extraordinaria ‘Michael Told Me‘ o, más austeramente, la asfixiante ‘Solitaire‘. Apuesta también idónea para atraer a voces acompañantes, principalmente de ese mundo del country/americana, como se aprecia en la fantástica muestra que da nombre al álbum, cantada mano a mano con Matthew Roman.
Seguramente la música de Goodman no consiga atraer a tantos fans como los que buscan un tono más cercano al pop (que nadie busque aquí una nueva muestra de Sharon Van Etten o Phoebe Bridges, si acaso a algún ramalazo de Angel Olsen), por lo que difícilmente su nombre empezará a copar carteles de festivales. Y, con todo, canciones tan catedralicias como ‘Heaven Song‘ no hacen otra cosa que merecerlo. (chou, Excel en la tier del 8 de julio)
13. East of Oceans - Ride or Die
Género: Atmospheric quemada de calorías con drum&bass
En 2024, el bueno de Brock Van Wey, volvía a hacer uno de los discos de 2024. Pero afortunadamente no como bvdub, su proyecto más conocido y habitual —otro con incontinencia productiva—, sino como East of Oceans, el cual rescataba desde hacía más de una década. Hace apenas diez días veía la luz la continuación del excelente Tsunami. Si bvdub es un fusilamiento lento, erosivo y a veces aturullado de breaks en escenas imprevisibles; East of Oceans es el lado salvaje, el del desahogo. El de sudar todo el líquido corporal. En Ride or Die, Van Wey parece querer descubrir su particular manifiesto de qué es East of Oceans. O más bien, por qué un proyecto donde vierte ese lado mucho más agresivo y eufórico que el ambiental. Aquí se encapsula lo que entiende por pasado y futuro; donde la inmediatez de expresarse como un postulado vital, seguir adelante o morir. Todo o nada. Plata o plomo.
Ocho largos temas, como siempre, de altos vuelos de drum&bass atmosférico como pocos saben hacerlo. Frente a discos de tendencia de Rate Your Music cortados por el mismo patrón, aunque superficialmente pueda parecerlo, en East of Oceans el productor norteamericano introduce con destreza esos vocales femeninos tan evocativos que forman parte de bvdub y que en el vendaval de bienvenida ‘Your Eyes in the Morning’ van apareciendo progresivamente, entrecortados en el ojo del huracán. El guión de después, inesperado: ir a más. A noquear en los diez minutos de ‘Bring On the Rain’, donde todo se levanta cuando parece que decae, y donde van apareciendo más melodías, algunas de ellas tan burialísticas, en medio del terremoto de breaks.
Pero no siempre te mete el gancho de primeras. A veces da los buenos días como en el tercer corte, para ir metiendo ya el motor de combustión y toda la parafernalia. Un disco que hace adelgazar con las escuchas y cuyo valor no solo reside en el evidente despliegue eufórico, sino en los juegos de melodías y vocales que va construyendo dentro de ese motor donde parece que no puede caer nada. Detalles, capas y más capas. Con variaciones cuando crees que lo lineal se impone. Tan sucio y urgente como emocional. Dejando esas producciones caseras de d’n’b de tendencias en juegos de niños. Dice que ha dedicado mucho tiempo a este disco. “Incalculable”. Donde vierte alegría, euforia, esperanza, creatividad y sentimiento. Aunque pueda no parecerlo, lo hay. Una oda a vivir, aunque en este caso, sea a hacerlo rápido. Si todo se va a a la mierda, que no nos jodan. Dejar que te pasen por encima o ser tú quien lo haga. Ride or Die. (Ferraia, Excel en la tier del 28 de octubre)
12. Semi Trucks - Georgia Overdrive
Género: Siempre puedes confiar en el Sepe
Ahora que en, por ejemplo, Rateyourmusic todo parece llamarse slacker rock, está bien recordar que no es así y que los discos con ideas extraidas directamente del indie-rock noventero pueden o no tener trazas de aquello. Resumamos: no hay nada slacker en el Painful de Yo La Tengo, ni en los discos de Buffalo Tom; y aún así claro que los meterías en el indie-rock.
Lo sabe bien Brendan Sepe, el cerebro tras Semi Trucks, que en su segundo disco transita de forma casi perfecta por esas zonas de distorsión melódica y emoción a flor de piel sin que su música parezca hecha con desidia. Liberado de su zona más Beat Happening, y con Robbie Cody (también productor de Wand) a los mandos en el estudio, Sepe consigue que Semi Trucks parezcan sacados directamente de la época en la que podías jugar constantemente con la melodía siempre y cuando hubieses subido al once la saturación de los amplis.
Cantando estupendamente, reinventando sus propias canciones (’Motorbike Riding Star’), enganchados al electr-o-purismo y al painfulismo (’Famethrower’), guiñándole a Lou Reed y Eddie Sewick y pareciendo derivativos sólo en muy pocas ocasiones (la que más, en ‘Mustang’), Semi Trucks firman un álbum que podría haber estado en la zona menos salvaje de SST Records. Un disco que, si eres tú español, hará cosas tan improbables en pleno 2025 como que quieras volver a escuchar algunas de las buenas canciones que tenía el debut de Australian Blonde. (probertoj, Disco que Sí en la tier del 6 de mayo)
11. Ethel Cain – Perverts
Género: Drone, ambient, shoegaze... cosas que te disparan al corazón
Hace ya unos cuantos años fui a un taller de escritura. Lo impartía un autor de nombre razonablemente conocido, que un día nos puso como tarea llevar una idea de estructura de novela para la clase siguiente. Un boceto sobre el argumento, los personajes, cómo evolucionaría la trama... A la semana siguiente llegué frustrado, porque yo quería ser un novelista de culto, intelectual y todo eso, y la idea que había tenido era bastante comercial. Él me sonrió y abrazó el boceto, “no te preocupes, te haces de oro con tu primera novela y luego que se jodan, le sueltas un poemario para tu segunda obra”.
Justo cuando Ethel Cain había alcanzado un notable éxito con su disco de debut (obviemos sus grabaciones previas no editadas aunque al alcance de cualquiera que explore su bandcamp), va y decide lanzar un EP de 89 minutos en los que explora terrenos absolutamente inhóspitos. Una prueba de fuego para el oyente que es, a la vez, un escupitajo en la cara de su discográfica, con la que tenía firmado un EP antes de poder librarse del contrato firmado. Desde luego, seguramente nadie esperaba un lugar en el que las grabaciones experimentales en el estudio de Cain ocupasen más de una hora de nuestras vidas, entre cortes más cercanos a ‘Preacher’s Daughter’, como la ‘Punish’ que se dio a conocer en primer lugar, o... bueno, nada más. Porque hasta los temas menos difíciles, caso de ‘Vacillator’ u ‘Onanist’ insisten en llevar la apuesta hasta extremos en los que seguramente nadie que conociese a Cain por ‘American Teenager’ va a aceptar que hablamos de la misma artista.
Este es el poemario de aquella que lo petó con su primera novela. Sin duda unos cuantos miles de fans no lo entenderán (¿cómo coño vas a entender esto?). Nadie acabará de poder concluir si ‘Perverts’ es una genialidad, una troleada o ambas cosas. Sería injusto, eso sí, no leer todo el dolor que posee, y toda la sangre que emana de cada composición de una Hayden Silas Anhëdonia que amenaza con romperse a cada segundo. Yo poco puedo reprocharle, que ni siquiera he escrito todavía aquella novela que me convertiría en millonario. Si no, ¿qué coño haría escribiendo todavía aquí? (Chou, Excel en la tier del 14 de enero)


