Mira Festival 2025: triunfo del techno híbrido y vida más allá de los cocos de cartel
Crónica sobre una edición que ha contado con 14.000 personas, la más grande hasta ahora
Mientras que otros eventos o ciclos no acabaron de arrancar durante los últimos años en Catalunya, y concretamente en Barcelona, el Mira Festival es hoy un festival plenamente consolidado. Desde que abandonó Fabra i Coats, el evento no ha hecho más que crecer desde su cambio en 2022 a la Fira Montjuïc —tremenda edición, aquella—. Las cifras oficiales que da la organización son claras: 14.000 personas acudieron a la cita los pasados 7 y 8 de noviembre. El año pasado fueron 10.000, mientras que en la edición de 2023 fueron 8.000. Cifras, aunque seguramente sea una perogrullada, de no solo consolidación obvia, sino de una tendencia creciente.
Las sensaciones y el futuro
Este año con una mejor distribución de los espacios para las actuaciones, manteniendo el tercero activo, ahora denominado Landscapes, y eliminando ese espacio llamado Altar (sí, esa bolsa de plástico rosa) que no acabó de funcionar. Lo que dejó más espacio al segundo, Dice, ahora con una pequeña grada, haciéndolo más funcional para los mortales —no vendría mal otra en el principal—. Y con un Voll-Dam, escenario principal, mucho mayor al haber liberado casi un tercio del espacio con esa maldita esquinita. Como es obvio, todo estaba ya previsto para una mayor acogida de público.
La parte negativa de la redistribución, la eliminación de alguna zona de aseos en los escenarios interiores. Se priorizó el aforo, y se notó por la gran afluencia de público: aglomeraciones en algunas de las principales actuaciones, como es previsible, aunque las barras aguantaron bastante bien, y algún momento infernal en los foodtrucks. Así pues, un salto importante de gente, con 4.000 personas más que en 2024, lo que por una parte demuestra que hay público para un nicho electrónico de propuestas relativamente menos masivas, junto al arte digital; o si se mira por otra parte, precisamente que por esa masividad, hay público que en general quiere electrónica.
Aunque siempre ha habido, sí se notaba quizá una mayor número de gente para ir al evento de marras a pegarse la fiesta sin importar quién actuaba. Todo en orden. De hecho, cabe pensar que el estiramiento de programación anunciada en el mismo día tanto viernes como sábado (Sylvia con otro set el viernes y Baldman cerrando el sábado), fuera de la programación prevista, viniera precisamente para liberar espacios ante tanta gente. El festival ya tiene hasta ese perfil de gente contando sus historias en primera o en última fila, en medio de lo que sea que esté sonando. Es impresionante.
Pero la pregunta para el futuro es obvia, ¿seguirá creciendo? ¿Habrá mayor apertura de espacios? ¿Iría ello en detrimento de la comodidad? Este año ha seguido siendo en ese aspecto manejable al únicamente redistribuirse internamente. Lo que está claro es que hay sitio de sobra en Fira Montjuïc, donde hasta este año se ha celebrado la que ha sido última edición del Sónar Día. Le han dejado el camino abonado. Está en sus manos si prefiere sacar más tajada o no, aunque ello puede repercutir en factores obvios: más gente, entradas más caras y públicos más masivos que a la postre pueden acabar amoldando en parte la programación.
En fin, ya se verá. Vamos a la pomada. Una edición completa, combinando clásicos contemporáneos, veteranos de guerra, gente de la casa con cosas francamente buenas y algunas que dejaron helados.
Viernes 7
Para empezar la homilía ambiental, como es habitual, empezamos con Nara is Neus presentando su nuevo álbum, Isochron. Una actuación austera, ante unas decenas sentadas de personas sentadas, con ella de espaldas, con únicamente una luz al hombro, su guitarra con pedales para meter matices y tonalidades, donde sobre todo fue mejorando al final de la actuación. También cuando coincidía con algunos de los mejores temas de su disco, con un ambient más grueso y con ornamentaciones más detallistas, como el caso de ‘qualia’ o ‘and don’t tell them’. Una actuación siempre complicada la primera de festival, con un perfil más tranquilo y menos gente. Pero cumpliendo.
Si la suya fue sin apenas estímulos, lo de Maya Shenfeld (con visuales de Pedro Maia) ya fue otra cosa. Un ambient de más empaque y matices en general. La artista israelí afincada en Berlín le da más a la electrónica progresiva y ello ayuda a construir relatos sonoros de más juego, con más capas, como iba haciendo, pero jugando después con ellos. Unas veces con atmósferas más orgánicas, otras con más texturas y sonidos más cristalinos. Maya otro enfoque, más drone, frecuencias, más electrónica progresiva, más capas. Después sonidos más orgánicos, más cristalinos; con más texturas. Buen directo.
Después hubo un poco de picoteo variado, con el proyecto catalán de res_ bastante elocuente, tal y como se preveía en la presentación del festival, a pesar de que han dado más actuaciones que producciones. Un ambient afinado al que después iban aplicando mayor ritmo, a veces casi ambient techno, con un trasfondo político en las proyecciones. En este caso, con la causa palestina, con mensajes habituales como desde el río hasta el mar, Palestina vencerá. Una propuesta muy interesante donde con ese tamiz más ambiental iban deformando, a veces para meter ritmos más rotos a lo UK Bass o a ese ambient techno. Siempre detalles en cada sección.
Paralelamente, Ali Sethi y Nicolás Jaar, como se esperaba, bastante lleno por la presencia del segundo. Estuvieron presentando su disco Intiha, algo que quizá sorprendió a algún desprevenido que esperaba algo más movido por parte de Jaar. Pero si va con Ali Sethi, obviamente no vas a hacer ni Darkside, ni Against All Logic ni tu parte más movida como Jaar. Repasaron el disco con un sonido muy nítido, agradecido para los detalles del álbum, y ya de cara al final, sí que hubo más momentos para el baile en temas como ‘Muddat’, donde el directo se presta a potenciar esta parte. Como sorpresa, el cantante pakistaní invitó sobre el escenario a dos cantantes palestinas. Momento de proclama contra el genocidio y arenga por el pueblo palestino. Aplausos generalizados.
Seguidamente, mientras en lo que presencié de la parte final de John Maus no dejaba de agitar a sus sintes, y ellos a él, he de decir que bastante guay y con el Landscapes hasta arriba, en el escenario principal esperaba una de las citas de la noche, Byetone. Uno de los fundadores de Raster Noton. Palabras de canon en esta casa. Con la duda de si empezó a las 22:00 (como decía el periódico que allí se repartía) o a las 21:40 (como decía en la web) (descuadre ahí relevante), el alemán sacó la escuadra y cartabón para trazar ese sonido alemán geométrico propio de muchos productores compatriotas. Y de ese sonido marca de la casa de lo que fue Raster Noton. Sonido geométrico y austero. Primero fue marcando terreno con un sonido pulcro para ir soltando la plancha de acero sobre oídos ajenos.
Después había más bombos zapatillescos, y entonces empezaba a superponer más capas de músculo. Mojama de la más alta alcurnia. Austeridad merkeliana. Y entonces, tras leve respiro, de nuevo más bombo pero con más matices. Siempre aportando extras sobre ese sonido sobrio y limpio pero tan preciso y quirúrgico. Sonido Bauhaus; vanguardia alemana. ¿Nos venimos arriba? Seguramente, pero es gente que juega en otro nivel. Por cierto, con visuales también de síntesis granular colorida, a lo Alva Noto en 2022. ¿Para cuándo una edición especial Noton? De lo mejor de la noche y del festival.
Aunque después el asunto siguió arriba gracias al pedazo de Gábor Lázár. El húngaro tiró de ese sonido anguloso y trancero al que está virando ahora el techno, como comentábamos el otro día en el #5 Divagando sobre el techno. Su trabajo del año pasado, Reflex —precisamente en Raster, escudería de Byetone tras el fin de Raster Noton— sonó genial; captando a las mil maravillas ese sonido nuevo como el discazo de Barker. A veces con ritmos más rotos, después sumando texturas. Muy bueno. Omitiremos que estaba solo delante con el portátil.
Y de ahí a Los Thutanaka. Autores de uno de los discos más locos del año. Montaron bastante jaleo, baile y energía andina, aunque se nos quedó un poco flojo por los impases que marcaban esos temas del disco que son únicamente distorsión y drone, que OK, pero demasiado largos para las opciones de baile y explosión andina que el disco proyecta. Bien, pero un poco sin más, la verdad. De las pequeñas decepciones tras altas expectativas.
Quienes volaron muy alto fueron Lechuga Zafiro y Verraco con Hyperverbena. Eso sí fue una verbena mayúscula. La pregunta con el uruguayo y el colombiano fue básicamente qué no hicieron. En jerga discordiana hipersónica, fueron las cabras del festival. The cabrest. Al inicio serios, con technazo sin concesiones, pero pasando de la zapatilla a momentos más IDM, con una gran ambivalencia, midiendo potencia, sacando a pasear un poco de acid, esas aguas internacionales que hay entre techno y electro… En algún momento diría que llegó a sonar SHXCXCHCXSH y el discarral del año pasado. Así fue el tema.
Después bajaban el tono y otra vez a construir. Freno, cumbia y casi hardcore en algún momento. En algún pasaje sonaba la base de La Macarena y de fondo en la proyección, Diego Armando Maradona. Cine. Luego otra vez latineo y acid; después drum&Bass… En fin, todo ello mientras Lechuga Zafiro a veces le metía candela a la batería electrónica. En fin, un desbarre. Pero además de lo divertido, quitaba el hipo las referencias que manejan a los platos. Para acabar, más cumbia y un el que no levante la mano es un inglés. (Y no queremos ser ingleses) (ni franceses).
Para cerrar, y de ahí lo de que quizá con tanta gente, se improvisó en el cierre de cada noche con propuestas que no estaban en el cartel. Se avisó que Sylvia, que coincidía con la dupla infernal, iba a hacer lo propio en Dice otra vez. Así que fetén. Desbloqueo para ver a la dj sueca pero afincada en Barcelona y de la que había expectativas. Y no pudieron ser mejores. Frente a sesiones clónicas de un techno en modo automático, hizo un set muy trabajado, con derivaciones techno, texturas y disparidades rítmicas; siempre subiendo de forma progresiva. Muy bien.
Sábado 8
Sábado, sin homilías previas, tocó entrar directamente a Amnesia Scanner con su festival de humo, cantaditas guturales, micro con vocoder y voces pituferas por un tubo. Fue moviéndose poco a poco, a veces en modo MC, con una parte visual muy potente: flashazos, focos que llegaban hasta la otra punta del recinto y alguna imagen cinéfila. Directo construido en base a pasajes y con poca continuidad, como si fuese un concierto. Sin embargo, aunque el hilo conductor era el sonido del proyecto, por lo general no estuvieron presentes sus grandes temas, aunque sí acercamientos como las fases reggaetoneras a lo Arca. Pero faltó eso y algo más loco y agresivo como en los discos.
Después, en cambio con Kaitlyn Aurelia Smith, el rato visto fue bastante guay. Construyendo el directo de forma coherente, presentando su último disco, a veces más como art pop, otras con esa electrónica progresiva de cuerpo light que practica. Cantando mientras trabajaba en su panel modular. A veces yéndose un poco a su rollo más new age, pero en general bastante bien. .. Progresivo light, newagero. Y escogiendo muy bien los temas, como ‘What’s Between Us’, dándole más punch al directo, con más graves, pero notando nítidamente los agudos para el contraste. Una bella sinfonía progresiva su directo, más movida que en el estudio. Y dándole un cariz más bailongo y profundo a piezas como ‘Gush’.
Y hablando de New Age… Llegó Daniel Lopatin. Una de las grandes actuaciones del festival. Oneohtrix Point Never. El inicio con un sonido cercano al R Plus Seven auguraba directazo, con el escenario principal a rebosar. Y unos visuales sugestivos y en constante reconstrucción a cargo de Freeka Tet, acompañando bastante lo de Lopatin. Sin embargo, y aquí está el quid, es que a pesar del inicio, OPN se fue hacia una de las opciones que ya comentábamos en la previa: la de sus últimas referencias, su ambient más orientado a la new age. Una propuesta que no era para todos, y a los cinco minutos ya empezaron a salir quizá quienes no sabían a qué estaban allí.
Construyó pacientemente su directo, centrado en esa última etapa suya, lo cual tampoco es para todos, porque a pesar del esmero, puede generar cierto sopor. A esto, claro, gente hablando, españoles, extranjeros… lo que fuera (en mi zona, sobre todo ingleses). ¿Por qué la gente se cuenta su p. vida enfrente de una actuación? Fuck la gente. Muéranse. OPN había venido a hablar de su libro, estilo Umbral, y es lo que hizo. Directo a prueba de impacientes; en un marco general de pista y zapatilla en esos momentos en el festival, él fue a su rollo: sonidos más acuosos, lánguidos… absorto por su mundo mientras Tet iba dibujando, en modo circular, ahora sí, la habitación de la icónica portada de R Plus Seven, ese Nuevo Testamento sample. Y aunque hubo un conato de dos minutos más movidos, casi bailongos, volvió al hilo conductor. Podría haber sido la releche de tirar por ahí. Ahora, si no te va su parte más new age (Hola), pues bueno, hacía falta su paciencia para verlo. Siempre ha hecho sus discos del momento en los lives, y acabando arriba últimamente en sus dj set con ‘Mutand Standard’. No fue uno de esos días.
—MINUTOS de Lolo & Sosaku haciendo detritus sonoro con una radial y otros artefactos, tras haber dejar toda la tarde bombos automáticos fabricando autotechno—
En cuanto a Flying Lotus, no hubo decepción pero sí un poco de desconcierto. Tuvo dos fases, en la primera sobre todo pinchando sus temas, algún jit de Cosmogramma, con un abanico sonoro espectacular: arrancadas drum&bass, ruptura a glitch hop y una riqueza de texturas francamente buena. Se paseaba por momentos por sus momomentos jazzísticos, progresivo… Iba articulando pequeñas píldoras. A veces arengando en plan speaker. Estaba leyendo el momento de la noche. Sin embargo, en esa segunda fase del directo, tuvo una fase final más zapatillera, que te puede valer, pero es totalmente despersonalizado, puede ser Flying Lotus o Dj Paco. Automático, bombo facilón sin la misma elaboración que esa parte glitch. Aunque a veces, incomprensiblemente, metía entonces un poco, casi con calzador, de lo que estaba practicando en la primera mitad, alegoría jazz, UK Bass… Pero con esa parte final más sorprendente. Ahora, cuando sonaba como aquellos años más post-dubstep con vocales arquetípicos, uf, bueno, bueno.
Harina de otro costal el maestro herrero Blawan con su forja techno. Edificó con sus mesas el sonido del último disco, sin tocar explícitamente todos los temas, aunque sí se acercó a alguno y en general al sonido del álbum. A veces orientando a ese ritmo más latino que tiene el mismo. Pero ello mezclado con el yunque y ese sonido más alienígena que hay en el último LP. Bajaba para después volver a subir, a veces con un martillo pilón maquinal, modo misil tierra-aire, seguidamente otra frenadita y más cumbia-techno. Era el eje vertebrador. Dominaba el momento que iba construyendo pacientemente, se le veía que iba probando para ver por dónde tirar. Improvisando en directo. De ahí el sonido del disco pero no el disco. Finalizó con unos diez minutos colosales, generando alguna explosión con ondas expansivas repletas de texturas. Arrollador. Mención también para esa gente en las primeras filas SIN CALLARSE. Sí, también en Blawan.
Otra que estuvo desatada en Landscapes, petado, fue Marie Davidson. Pero eso ya lo sabíamos. El disco llama a ello, y ya tuvo una gran actuación hace años, en Fabra i Coats, con el proyecto Esaie Pass. Pura actitud la suya, cantando y soltando mojamazos con unas visuales sencillas pero efectivas. Techno cortante y sintes para profanar la pista de baile. Se despachó con tralla de calibre como ‘Y.A.A.M.’. Poderosa, empoderada y mandando sobre todos los presentes, mientras se movía de un lado a otro. Motivadísima junto al respetable.
Para finalizar, por aquí, asomadita a Aurora Halal, con burrada zapatillera y acidorro, algo similar a lo que hizo Sylvia el día anterior, pero con más octanaje, pero sobre todo hay que destacar el set de Claudio Baldman. Fue el nombre sorpresa del sábado. Como contaba en sus redes, contactaron con él casi en el día, aprovechando que estaba por allí, y se marcó un cierre muy diferente. Un ambient techno lisérgico, de puro viaje, elaborado pacientemente pero que iba subiendo, añadiendo más capas, con ambient en la base, al tiempo que metía más músculo y la sesión iba creciendo en contundencia, pero siempre progresivamente. Muy diferente a la zapatilla que parece obligatoria para cerrar. Chapó.
Nos vemos en Mira 2026… ¿Con cuántos escenarios?










