Mozo dominguero #14: Beach House - Depression Cherry
Nada de lo que Beach House cuentan está relacionado con la muerte, sino con el amor. Y sin embargo, mi pulsión es regresar a ellos cuando la muerte me acecha
Autor: Beach House
Título: Depression Cherry
Año: 2015
Género: Post-shoegaze
País: Estados Unidos
Discográfica: Sub Pop
Esta no es la primera vez que escribo sobre Depression Cherry. No será la última.
Hace ya muchos años que falleció el mejor amigo de mis padres. Los recuerdos de aquel día se hunden en la bruma de mi memoria, emborronados por emociones difícilmente explicables y por una profunda incertidumbre. Yo, adulto joven, más joven que adulto, contemplaba a mis padres desde la distancia. Su solemne figura de repente se había transfigurado. Cuando un niño observa a sus padres sólo observa solidez, y aquellos días habían comenzado a licuarse. ¿Era esto hacerse adulto? Probablemente sí. Hacerse adulto es lidiar con la muerte.
Esto es algo que sólo comprendemos cuando los años se acumulan y los padres, antaño rocas de poderosa prominencia, comienzan a empequeñecerse. Hay todo un arco relacional entre un hijo y sus padres cuando este abandona los estadios tardíos de la juventud y contempla a sus progenitores como unos iguales. Donde antaño hubo admiración, temor o resentimiento ahora solo queda compasión y amor. Es un amor que se manifiesta de formas sutiles, entre sobreentendidos, pero un amor que el hijo, al fin, ha comprendido en toda su dimensión.
La propiedad fundamental de los padres es la estabilidad. Siempre están ahí, hasta que dejan de estarlo. Es un aprendizaje muy obvio pero también muy sutil, y que casi siempre mimetiza los estadios de madurez del hijo. Cuanto más vive uno, más piensa en la muerte. Sobre todo en la de los demás.
Aquel Andrés de juventud tardía que observaba a sus padres hacerse líquido no deseaba lidiar con la muerte, ni relacionarse con la muerte, ni comprender la muerte. No disponía de las herramientas adecuadas para ello. Tan sólo disponía de un mecanismo de evasión al que recurría siempre que las circunstancias emocionales —todas, todo el rato— lo requerían: la música. Atolondrado por un hecho dramático y deliberadamente lejano, decidí refugiarme en mis cascos. Lo que al otro lado me esperaba tuvo un poco de casual: Teen Dream.
Teen Dream era por entonces el disco que debía definir a Beach House. Sospecho que lo sigue siendo hoy. A aquellos días difusos y lacrimógenos le sucedieron otros fallecimientos, algunos más lejanos, algunos más cercanos, acercándome en el camino a una relación más natural —y más traumática— con la muerte. Teen Dream no era un disco especialmente alicaído, pero disponía de dos o tres canciones —'Walk in the Park', 'Take Care'— que me disolvían como un azucarillo. Aquellos teclados, aquella guitarra algodonada, aquellas melodías. Beach House eran el grupo más terrible en su dulzura que jamás había conocido.
Lo siguen siendo a día de hoy. Pasaron los años, yo crecí, Beach House también crecieron, y los discos se amontonaron en su haber del mismo modo que los años se amontonaron en el mío. Siempre he juzgado injusto el modo en el que la crítica —yo mismo— ha recibido cada trabajo de Beach House. Ha habido en su juicio una falta de imaginación galopante, como si todo lo que tuvieran que decir ya hubiera sido condensado en Teen Dream. Teen Dream, de hecho, es un disco que pudo resumir un tiempo y un lugar, pero que ya no resume a Beach House.
Sí lo hace, al menos para mí, Depression Cherry.
Tender is the night
For a broken heart
Who will dry your eyes
When it falls apart?
What makes this fragile world go 'round?
Were you ever lost?
Was she ever found?
Somewhere in these eyes
Encuentro enternecedora la inmutabilidad de las costumbres humanas. Tanto divagar sobre crecer, madurar, hacerse adulto, alcanzar un entendimiento más perfecto sobre la existencia propia y ajena, para terminar años después refugiado en el mismo grupo en el que ya me refugié cuando no sabía muy bien qué hacer ante la muerte. Un disco me ha acompañado a todas partes durante los últimos días: Depression Cherry. Me ha punzado, me ha calmado, me ha descompuesto, me ha embalsamado, me ha hecho sonreír y me ha escupido en un torrente de lágrimas. No he sido capaz de encontrar otra verdad que no sean sus canciones.
Hay algo sádico en la relación que tejemos con la música. No hay arte más visceral, no hay mayor catalizador de emociones. A lo largo de mi vida he recopilado momentos, estados de ánimo y canciones donde encuentro a un tiempo dolor y certidumbre, donde ordeno el trauma que me rodea y lo moldeo hasta otorgarle un sentido. Antaño, el dolor de un niño era el dolor del romance. El dolor del adulto es mucho más trascendental y absoluto. En todas y cada una de esas dolencias ha estado y siempre estará Beach House. Depression Cherry.
Desconozco a qué se debe. No aspira este texto a ser una crítica de nada, como es evidente, y no podría serlo ante un disco como Depression Cherry. ¿Se debe al misticismo de sus letras, a las frases sueltas que de repente cobran un sentido universal —"All I know is what I see and I can't live without this / Could you ever believe beyond love?"—? ¿Se debe a la pomposidad de sus teclados? ¿Se debe a la sensación de estar flotando sobre el tiempo y el espacio, a la huida inconsciente hacia lo extrasensorial? Nada de lo que Beach House cuentan aquí está relacionado con la muerte, sino con el amor. Y sin embargo, mi pulsión irracional es regresar a ellos cuando la muerte me acecha.
Someone once told me
In love, that you must
Place all you're given
In infinite trust
Yet I'm tracing figure eights
On ice in skates, so well
And if this ice should break
It would be my mistake
Quizá se deba a la eternidad. Las canciones de Depression Cherry parecen no terminar nunca, se prolongan las unas sobre las otras hacia el infinito. No hay principio y no hay final en la muerte, sólo inmutabilidad: quizá por ello recurro a un disco donde los puntos finales no existen, sólo los puntos suspensivos.
En última instancia, mi relación con Beach House no está determinada por nada. No es explicable, sólo sensible. Hace ya muchos años que edifiqué un búnker frente a la muerte. Los recuerdos de aquel día se hunden en la bruma de mi memoria, emborronados por Beach House y por un profundo dolor. Hace ya muchos años que no le temo a la muerte, porque nada se puede temer de algo inevitable. Hace ya muchos meses que no pienso en otra cosa que no sea en la muerte. No sé si esto es hacerse adulto y no sé si esto sirve para algo. Lo único que sé es que he encontrado un bálsamo. El mismo que ya estaba allí hace muchos años.
Esta no es la primera vez que escribo sobre Depression Cherry. No será la última.
Dice el refranero español que "mozo dominguero no quiere lunes". En Hipersónica, "Mozo dominguero" es una sección dominical presuntamente periódica donde Andrés P. Mohorte se para en discos concretos que le flipan sin más hilo conductor que sus ganas de que nunca sea lunes de nuevo.
La serie hasta ahora consta de:
#1: Chico Buarque - Construçao (1971)
#3: Mikel Laboa - Bat-hiru (1974)
#4: Television - Adventure (1978)
#5: Caetano Veloso - Caetano Veloso (1971)
#6: The Replacements - Tim (1985)
#9: The Pains of Being Pure at Heart - S/T (2009)
#10: Burzum - Filosofem (1996)