Una canción, una escena #27: 'The Power of Love' en 'El séptimo continente'
Amores que matan
Una canción, una escena es una sección Hipersónica donde se repasan algunos de los mejores momentos musicales en la historia del cine. O los mejores momentos cinematográficos de nuestras canciones favoritas. Sea lo que sea, es un perfecto cruce de nuestras grandes obsesiones. Apóyanos para poder seguir haciéndola:
La canción: 'The Power of Love', de Jennifer Rush
Heidi Stern se crió como la hija menor de una familia de Queens que, eventualmente, se divorciaría. Tras pasar un tiempo con su madre, los tres hijos empezarían a pasar más tiempo con su padre Maurice Stern, que les permitía vivir de manera acomodada en el Upper West Side de Manhattan o en Alemania por su trabajo como cantante de ópera. Algo que facilitó la carrera musical de Heidi, que pudo estudiar en Juilliard antes de dar el salto.
Su primer trabajo, todavía publicado con su nombre real y no el nombre artístico de Jennifer Rush, se publicó de manera local en Seattle, sin demasiada repercusión. Tras su traslado a Europa, hizo un estreno de mayor entidad con Jennifer Rush (el disco), que causó sensación gracias al potentísimo baladón de 'The Power of Love'. Una pieza cargada sobre el amor conquistándolo todo que arrasó en Europa, especialmente en las listas británicas.
La película: 'El séptimo continente', de Michael Haneke
Hijo de actores alemanes y austriacos, Michael Haneke fue criado en el noreste de Austria, con intereses culturales variados que incluían el cine, la música y la literatura, aunque no era especialmente amigo de las restricciones del sistema educativo. Con todo, su tendencia de mal estudiante no le impidió estudiar filosofía y psicología, para luego hacer una variedad de trabajos que incluían trabajo de dramaturgo, editor y crítico de cine.
Finalmente pudo dedicarse a ser cineasta a través de la televisión. Su trabajo como director estuvo limitado a la pequeña pantalla desde 1974 hasta 1989, año en el que estrena su primer largometraje que ya era toda una declaración de intenciones. Una perversa y violenta muestra de la brutalidad del ser humano y de la clase burguesa hasta en el seno familiar llamada El séptimo continente.
Tomando de base una historia que leyó en un periódico, Haneke muestra con breves viñetas lo que parece una rutina de una familia de clase media alta, creando cierta inquietud en las imágenes cotidianas que luego no lo son tanto. La oscuridad va paulatinamente creciendo para mostrar las intenciones siniestras que estos padres planean cometer para consigo mismos y su hija.
La escena
Haneke nunca se corta a la hora de mostrar la desolación. No es especialmente gore en su cine, más allá de algunos puntuales arrebatos que han salido en sus diferentes películas, pero su mirada fría y analítica, parcialmente deudora del modernismo de Michelangelo Antonioni y de la observación estática de Chantal Akerman, crea una sensación realmente visceral y ultraviolenta, aunque lo más duro suceda fuera de cámara.
Esta familia va a proceder a su autodestrucción ante la desasosegante sensación de conformismo que ha proporcionado su prosperidad económica. La civilización no tiene nada vital que ofrecerles y optan por quemarse antes que marchitarse en la nada. Con ese aire despreciable de quien se siente con poder de tomar esas decisiones impunemente, toda la familia va a proceder a su apocalíptico destino. Entre medias comparten momentos de curiosa intimidad viendo la tele, observando algunos videoclips musicales con algunos éxitos del momento.
Su momento más cercano es al son de 'The Power of Love', un detalle nada casual donde Haneke muestra todas las retorcidas capas que puede tener su estilo. Al final, el amor no lo puede todo. Es incapaz de ofrecer consuelo y es inútil cuando el mal más absoluto viene disfrazado de amor.