Los mejores discos internacionales de 2022 (4/5)
Ordenados en cómodo ranking para que te tengas que encabronar
(Viene de la parte I de los mejores discos internacionales de 2022. Y de la parte II. Y, claro, de la III. Mañana es la última. También puedes insultarnos en nuestro discord.)
20. Field School - When Summer Comes
Todo es en diminutivo menos las CANCIONES. De eso sabe muchísimo Charles Bert, que para el debut largo de su nuevo proyecto, estos Field School, sólo las tenía a ellas. Medio aislado por la pandemia (como todos), se aferró a la música, y a tocarlo todo aunque supiera cómo, para poder seguir adelante. Esa idea es la que le da a When Summer Comes un refrescante aire a K Records.
El dolorcito, pues, se suma al DIY más puro y, de repente, es imposible resistirse. En la titular 'When Summer Comes' añoras como Bert el verano que llegará para solucionar todo lo que no hemos hecho, como ocurría cuando teníamos 17 (pd: posiblemente no llegue, o te pones a solucionarlo ya o seguirás esperando ese verano perfecto). Con el temple (y el tembleque) de los primeros Magnetic Fields, confesaremos que 'Loving Me Was Never Gonna Work Out', porque un poco de auto-desprecio siempre es un buen escudo. Pero no te pongas demasiados: 'Don't Let This Moment Pass You By', himno para aferrarse a las cosas pequeñas, simples (sí, justo, tan pequeñas, tan simples, tan de agarrarte a ellas como el jangle).
'Moon Jellies' empieza doliendo, como lo hacían las mejores canciones de Beat Happening (también con esas baterías deshilachadas). 'When You Leave' es irresistible con su punteo esquelético y sus tambores; hay cosas que no necesitan nada más. 'Is This Our Love Song?' demuestra que aquí podría estar escondido un enorme disco de powerpop, o uno de continuos himnos new wave, pero ay… esa candidez instrumental, esa tristeza del ENORME puente vocal. Bert canta todo el rato contagiando emoción (sí, de nuevo, melancolía). ¿Hacemos una lista de cuántas veces se me ha erizado la piel? Cuando ocurre desde la más absoluta sencillez, sé que estoy ante uno de esos discos y sé, de nuevo, que tocan a muerto en el pueblo. Canciones en superlativo directas al corazón. (probertoj).
Crítica en la tier list: Field School - When Summer Commes
19. Daniel Avery - Ultra Truth
Lejos queda ya el Daniel Avery que irrumpió en escena hace casi una década, con Drone Logic como debut en largo (Phantasy, 2013), un trabajo a mitad de camino entre el electro y el tech house del que ahora tan solo queda prácticamente su rúbrica. El productor británico tardó cinco años en publicar su particular sophomore, Song for Alpha (Phantasy, 2018), que es hoy la línea que tan bien maneja y que le ha llevado a una racha de tres buenos discos en los tres últimos años. Este mes de noviembre ha visto la luz Ultra Truth (Phantasy, 2022), largo en el que seguir tirando de ambient techno, de amen breaks y de melodías de refinado gusto. De nuevo con un disco largo, esta vez de 15 temas, en los que ver a ese Avery inspirado, que vira de unas emotivas y nostálgicas coordenadas sonoras a tempos acelerados para triturarte en directo a base de breaks. Sudar, emocionarse, disfrutar con la escucha. Vuelve a lanzar un trabajo a la altura de Love + Light (Phantasy, 2020), de lo mejor que ha hecho en esta década en activo.
Un trabajo que empieza con unos instantes más centrados en una leve capa minimalista para ya en el segundo corte, con 'Ultra Truth', tema que da nombre al disco, mostrar ese nivel de melodía y evocación al que puede llevar. Un tema de sonidos melódicos que a su vez retrotraen a la IDM de su compatriota Clark, otro referente en el asunto. Aunque algo más veterano. Y después empieza 'Wall of Sleep' con HAAi en la parte vocal para enseñar esa raíz más centrada en la pista de baile. Tres ejes en los tres primeros cortes que vertebran y explican lo que es ese disco. Una serie de formatos sonoros que se van alternando a lo largo del álbum, oxigenándolo y sin dejar que haya muchas canciones seguidas tirando del mismo sonido. De la meticulosa producción de 'Spider' al fusilamiento de 'Higher' (uf), pasando por la ya conocida por ser uno de los temas de adelanto, 'Lone Swordsman', no es difícil encontrar esos temas que te levantan un disco. Los jitazos de toda la vida. Sean con ritmos a bocajarro, o con redes ambientales muy bien tejidas. Un álbum además con invitadas de excepción como Sherelle o Kelly Lee Owens. Se ha vuelto a pasar el juego. (Ferraia)
Crítica en la tier list: Daniel Avery - Ultra Truth
18. Panda Bear & Sonic Boom – Reset
El encuentro final entre Panda Bear y Sonic Boom se ha producido en el lugar menos esperado, pero en el momento propicio. Pete Kember, Sonic Boom, responsable de los imprescindibles Spacemen 3 junto a Jason Pierce, ha ido recogiendo el culto que su grupo original creó en las mentes de los chavales de los 80s, 90s y 00s en forma de productor. Mientras, ha seguido dando vueltas a su sonido, y nunca mejor dicho dado su gusto por las estructuras circulares, los loops y las espirales sónicas de guitarras.
Precisamente uno de sus muchos clientes fue Panda Bear, quien en Tomboy (2011) le llamó para seguir refinando su sonido, uno que también gusta de las idas y venidas, de las canciones que parecen mareas y de musicar el sonido de los Beach Boys si se los hubiese tragado la ola. Ahora, los dos se han hecho vecinos en Portugal y esa colaboración inicial ha acabado derivando en amistad y en su primer disco juntos, Reset, nacido de la idea de que los discos favoritos de Sonic Boom siempre tenían canciones con intros espectaculares. Boom y Panda Bear han tomado fragmentos de esas introducciones y los han puesto en bucle para crear una música que es a la vez delicia melódica y textura infinita.
En cierto modo, Panda Bear sigue el rastro que Sonic Boom le había dejado en All Things Being Equal, su estupendo último disco. Allí las canciones irradiaban sol, calor y playa, y aquí nos encontramos con ‘Edge of The Edge’, con Panda Bear revisitando los momentos más playeros de Person Pitch (esos do-do-doeee y esa sensación de canto de la chicharra con la que acaba); con ‘Whirpool’ y su aroma de infinita tropicalidad; con la estupendísima, inagotable, ‘Livin’ in The After’.
Todo tiene un extraño aroma: los sampleados doo wop se entremezclan con los teclados etéreos de Sonic Boom. El pasado llega y se presenta mezclado con el futuro, pero no hay nada de hauntology, sino la sana sensación de que están haciendo el disco de verano más relevante de éste que nos ha tocado vivir, con sus olas de calor interminables y nuestro reencuentro, del todo, con una vida más imaginada y fantaseada que realidad en sí. No sé si esperábamos algo tan estupendo como Reset, pero sí lo necesitábamos. (probertoj)
Crítica en la tier list: Panda Bear & Sonic Boom - Reset
17. Black Country, New Road - Ants From Up There
Hace un año un par de editores llegaron, al mismo tiempo, entusiasmados a la oficina, gritando al unísono que acababan de encontrarse con un disco que iba a flipar a la redacción al completo. Era For the First Time, el debut de Black Country, New Road. No solo no se equivocaron, sino que a pesar de que estábamos a inicios de año, el trabajo generó tan erección espiritual en nuestras almas que no se nos pasó el hype en todo el año pasado y lo declaramos, por unanimidad, mejor disco internacional de 2021.
Desde entonces la vida de los británicos ha ido a todo trapo. En doce meses, editaron un (magnífico) directo y confirmaron que sacarían segundo álbum 12 meses después de su barbaridad iniciática. Pocos días antes del estreno de Ants From Up There, Isaac Wood, voz, mil cosas más, comunicó que dejaba la banda. Aparentemente por motivos de salud metal. En una noticia que nos ha dejado con el culo torcidísimo y que, de momento, ha implicado la suspensión de su gira de presentación.
Este abandono nos regalaba una mezcla agridulce a la hora de enfrentarnos a la escucha de Ants From Up There. Por un lado, la incógnita de qué coño vendrá ahora y de si este será el último disco de verdad de la banda que llevamos meses idolatrando, que ha quemado fases más rápido que una segunda temporada de Dowton Abbey. Por otro, si cabe, más ganas de degustarlo, precisamente por eso. Las expectativas depositadas en algo, siempre tan traicioneras ellas.
Esa sensación agridulce perdura tras la escucha de Ants From Up There, pero su fondo es muy distinto. Estamos ante un discazo tan absolutamente redondo, tan completo, que toca tan bien tantísimos palos, que nos vemos a medio camino entre gozarlo hasta el túetano o empezar a anticipar la angustia de si ya no habrá más como este (la banda ha dicho que quizás los siguientes pasos sean trabajar con orquestas o preparar alguna BSO). Más locura, más luz (sí, Ants es mucho más luminoso en general que su antecesor, su escucha da muchas más ganas de vivir), más poesía y mucha más locura.
Ants From Up There tiene todo lo que le puedes pedir a un disco. ¿Qué coño? Tiene todo lo que le puedes pedir a la vida. Aquí están Nick Cave en 'Bread Song', Pixies en 'Good Will Hunting' por ejemplo, Arcade Fire en 'Snow Globes', The Divine Comedy en el principio de 'Chaos Space Marine' y ocho millones de influencias más en las que, en realidad, lo que llama la atención es que cada vez que un nombre se te viene a la cabeza para comparar, BCNR te recuerda siempre lo que más te molaba de aquella banda.
Y eso, obviamente, lo hace sin perder un puñetero gramo de personalidad propia. De hecho, seguramente sería insultantemente fácil empezar a hablar de sonido propio cuando apenas si han salido del cascarón. Ese triángulo final: 'The Place Where He Inserted the Blade', 'Snow Globes' (ays, ahí te vas, corazón mío, con ellos para siempre) y 'Basketball Shoes' se quedarán instaladas en nuestra cabeza durante semanas. Y será difícil que las saquen de ahí. Por más que pasen otros discos. Por más que pasen los meses. BCNR serán, de nuevo, el grupo al que acudir cuando no sabes bien qué escuchar. Nuestra nueva, y ya eterna, apuesta ganadora. (Chou)
16. Tegh & Adel Poursamadi - Ima ایما
El iraní Tegh publicaba este verano su cuarto álbum, el segundo con colaboradores, esta vez con su compatriota violinista Adel Poursamadi. Con el permiso de Downfall (Midira, 2017), uno de esos álbumes de ambient esplendoroso, fantástico, este Ima ایما , soy, en árabe, es de lo mejor que ha hecho Shahin Entezami. Se trata de la primera de una serie de colaboraciones con otros artistas iraníes y que por título y sonido nos lleva a sus raíces a través de la experimentación que caracteriza a Tegh. Ambient, drone, experimentación o post-industrial son algunos de los ejes que ha tocado durante su carrera. En este lanzamiento, de cinco piezas, lleva al ámbito electrónico la música tradicional persa de la mano de su compañero, estirando y deformando su violín. Una simbiosis pasada por la trituradora drone en 'Regh`e رقع', con ese pasaje atronador pero bello, y que eriza la piel desde los primeros instantes en los que empieza a sonar 'Bad’a بدع'. Una línea de violín que empieza a reverberar mientra la capa ambiental crece a su alrededor y sobre la que después Poursamadi retoma el pulso para transportarnos al Medio Oriente.
No siempre está presente esa voluntad de traer o evocar reminiscencias persas, dado que en temas como 'Ijād ایجاد' no son más que el diálogo y la experimentación entre el violín y la electrónica. Un nexo que en absoluto es nuevo, pero que sigue trayendo discos fascinantes como este, y dan sentido a la música como algo más que simples sonidos que gustan; un trasvase de conocimiento y culturas diferentes para cada lado de los oyentes. Entre lo tradicional y lo relativamente dramático o preciosista que rezuman estas cinco piezas, los dos iranís logran abrirnos la boca en más de una ocasión. Un álbum excelente, de gran elocuencia y sobrado de talento para ofrecer propuestas diferentes. Por mucho que esas intersecciones entre lo clásico y el software y los sintetizadores hayan dado mucho, el juego con los sonidos tradicionales de otras culturas lejanas de Occidente puede ofrecer cosas muy potentes. Y este es un ejemplo. (Ferraia)
15. deathcrash - Return
Los londinenses deathcrash (sic la minúscula inicial) han debutado en 2022 con Return, tras dos EPS prometedores aunque más caserones (Sundown, en 2019; People Thought My Windows Were Stars, en 2020). Se les ha visto como el siguiente eslabón de la escena Windmill, pero su acercamiento al slowcore es canónico.
Añaden esas gotitas de midwest emo que han ido acicalando el género desde el 200, pero tenemos lacónicos lamentos en voz baja y hasta susurrada, guitarras narcóticas, ensimismamiento general y algunos subidones de azúcar (‘ What to Do’ es post-rock bonito). Dinámicas de catarsis con voces a lo Bark Psychosis en un ejercicio estupendísimo que brilla con especial intensidad en cosas como ‘American Metal’, con un arreón final que siempre me pone los pelos de punta.
A veces parecen arrimarse al postmetal (‘Wrestle With Jimmy’, ‘Was Living’) y en otras se dan al recitado Slint para luego volver a las dulces melodías vocales (‘Metro I’). Hacía mucho que no disfrutaba tanto de un disco slowcoreta (casi) puro. Hay cancionacas, hay talentazo y hay aquí otro disco que nadie esperaba y que me tiene loco. La escena de ingleses que no saltan de balcones en Magalluf no deja de dar alegrías. Muy, muy guay. (probertoj)
14. Brutus - Unison Life
Algunos ya teníamos en el radar a los belgas Brutus por dos tremendos discos de post-hardcore con tendencia metalera y atmosférica muy bien llevada. Pero lo de Unison Life es la clase de salto de gigante que debería ponerlos en el mapa, porque han sacado uno de los discos revelación que pasa de haces cosas buenas con elementos familiares a uno de los sonidos más potentes y frescos del momento.
No es que deje de sonar familiar, pero la manera en la que emplean los sonidos se desmarca de lo previo y de otros grupos punk-metaleros. Han abrazado un fabuloso músculo compositivo pop que forja unas grandes canciones a las que el sonido sirve, no al revés. No es sólo madurez, es abrazar un enfoque personal que les convierte en un grupo más interesante, más enérgico y con más cosas que contar.
Sus canciones se mueven en duración media, ni muy cortas pero tampoco largas, y aun así en cada una de ellas caben multitudes. Los cambios dentro de las canciones están fabulosamente medidos para engrandecer, logrando que no choque con esa ambición de crear himnos tan estruendosos como íntimos. Un equilibrio aparentemente contradictorio pero que Brutus han conseguido dar forma en un disco grande digno de celebración. (Black Gallego)
13. Cult of Luna - The Long Road North
Ya son más de 20 años de andadura, pero Cult of Luna siguen desafiando al anquilosamiento y a la pérdida de frescura. Resulta casi imposible, teniendo en cuenta que hablamos de un grupo de post-metal, uno de los estilos que más fuerte pegaron pero que menos tiempo tardaron en quedarse estancados. Muchos de su generación ya no sobreviven, mucho menos son capaces de mantener unos niveles notables de verdad -nada de sietecomacinquismos-. Y ellos, mientras tanto, nos vuelven a impresionar con The Long Road North.
La clave, quizá, es que los suecos no se vieron nunca como abanderados de una manera de entender el metal, sino que el metal es un vehículo en el que introducir sus distintas inquietudes, un elemento vertebral sobre el que construir expansivos ejercicios avant-garde -que no se sienten como tales, porque tienen ese don pop para presentarlos de manera accesible y poderosa-. Si cogemos The Long Road North vemos claras diferencias entre lo que practicaban en sus orígenes, pero el grupo se sigue sintiendo el mismo.
El disco muestra que Cult of Luna tienen un estilo bien definido, y sobre él pueden introducir nuevos elementos o ir recuperando cosas que probaron en el pasado -hay muchos detalles que recuerdan al Mariner con Julie Christmas-. También nos apabulla con una serie de composiciones brutales, que transitan de maravilla entre el músculo pesado y la atmósfera contenida, que te transportan a la perfección y, eventualmente, te destrozan cuando deciden golpear. The Long Road North es otra muestra de su compromiso con la excelencia, de hacer discos tan familiares como gratificantes e interesantes, de seguir explorando cuando la mayoría se encalló hace varios kilómetros. En definitiva, de ser un grupo esencial. (Black Gallego)
12. Titus Andronicus - The Will To Live
No venían de sus mejores discos. Mucho empantanó A Productive Cough, dejó mojada la pólvora de An Obelisk. Así que antes de que eso pase, esta vez Titus han decidido jugar nuevas cartas. 'Bridge and Tunnel' son R.E.M. yéndose al stadium rock circa Green y descubriendo que sonaban tan delicados como siempre, y cero épicos, por más que quisieran ser gigantes. Descubriendo ellos, y nosotros a su vez, que no necesitábamos esa mierda inmensa que era el rock de estadios, y que jamás respetaríamos del todo a aquellos grupos que decidieron ser inmensos y ya no tenían vuelta atrás.
También descubriendo que Thin Lizzy nos podía gustar.
Si me dicen que ahí, en 'Bridge and Tunnel', es Peter Buck es quien mete la guitarra… me lo creo hasta que aparece ese solo, tan Titus de nuevo: recordad The Monitor, donde las guitarras se tocaban como gaitas (aquí lo hacen, otra vez más, en la INMENSA 'We're Coming Back'). 'Bridge and Tunnel' se parte por su mitad, pero su parón no la rompe, sino que la hace más reflexiva. Es un truco tan básico que no debería funcionar pero ahí andamos.
Patrick se ha centrado. Lo que en los dos últimos discos se vestía de experimentos y bromas casi privadas, aquí no tiene problema en sonar "normal". Pero es la normalidad de un disco, no de una colección de canciones y eso le hace fluir de la hostia fluye de la hostia.
Lo mismo te encuentras al Frank Black postPixies (el goth-punk de Grey Goo/Dead Meat) que ese southern noir fantástico que es 'An Anomaly', una canción apasionante de principio a fin, capaz de mirar de tú a tú a cualquiera de las de The Monitor: "fue Dios quien creó al demonio". Baby, tramps like us were born to die.
'69 Stones' es el único momento en que Titus se permiten bajar el pistón, y posiblemente eso importaría en otro disco, pero no en uno cuya segunda mitad es adictiva. El momento powerpopero 'Give Me Grief' (incluida la pausita para dar palmas), la luminosa 'All Trough The Night', en 'Baby Crazy' es sencillo ver de nuevo al Springsteen de Darkness On The Edge Of Town, la ya citada (pero que debería salir mil veces aquí) 'We're Coming Back'…
The Will To Live podría ser cínico, pero prefiere ser directo: "Recuerda, ahí fuera, en algún sitio, tienes un amigo y nunca más volverás a estar solo". Regocijaos, hermanos, Titus Andronicus were coming back y ahora están aquí. They're never gonna go away again. Puñito en alto y a gritar la silaba final. (probertoj)
Crítica en la tier list: Titus Andronicus - The Will To Die
11. Michel Cloup – Backflipp au-dessus du chaos
Michel Cloup saca disco y aquí eso se celebra. Casi como una ceremonia de eterna juventud, desde que hace ya muchos más años de los deseados una (pequeña) generación se enamoró de los sonidos de Diabologum y, posteriormente, Experience, los extraordinarios proyectos con los que el de Toulouse nos robó el corazón. Puede que su carrera en solitario no haya alcanzado la repercusión mediática de aquellos tiempos (las escuchas del disco que hoy nos ocupa, que lleva ya camino de tres semanas en vuestra plataforma de streaming favotira, son ridículas) y, sin embargo, las propuestas de Cloup siguen mereciendo especial atención, cuando menos, por su eterno inconformismo y su necesidad de procura de riesgo.
En este caso un Cloup que ha mostrado últimamente encontrarse algo más cómodo en el terreno del rock minimalista aquí da unas cuantas vueltas de tuerca y se acerca de nuevo al ruidismo, a la organicidad y la efervescencia. A lo abrupto de 'Introspection' o a esa procura de una locura que nunca acaba de desbocarse en 'Brûle brûle brûle'. Sin dejar, eso sí, atrás propuestas que puedan resultar más familiares y, por qué no decirlo, con las que nos encontramos de nuevo irremediablemente a su merced. 'Lâcher Price' o 'Vieillir' son dos temazos que te resuelven la vida para siempre. Que te la salvan. No es la primera vez que Cloup lo hace. Esperemos que no sea la última. (Chou)
Hipersonicos, la parte de Titus parece empezar a medias de una frase.
Dicho esto, soy la puta rana Gustavo, si veo a Craig Finn en el top ten os mando unos bombones, si no veo a Big Thief os mando unos sicarios
Pensaba que no os había gustado tanto el de Cult of Luna, me alegro equivocarme porque me parece un discazo. A medida que se acercan los mejores discos más me gusta la tier. A ver mañana las risas.