Mozo dominguero #21: Hüsker Dü - Zen Arcade
Como buen español, tengo claro que la Virgen de mi pueblo es mejor que las demás. Y también tengo claro que la Virgen de mi pueblo es Hüsker Dü
Autor: Hüsker Dü
Título: Zen Arcade
Año: 1984
Género: Hardcore punk
País: Estados Unidos
Discográfica: SST
Cuenta la leyenda que una vez un apuesto muchacho de La Almunia, sita en la comarca del Valdejalón, apareció por su peña ataviado de una extraña guisa: camiseta de Hüsker Dü y peto. Dado que las costumbres festivas de esta enorme piel de toro llamada España son de lo más variopintas, considero oportuno explicar brevemente en qué consisten y cómo se desarrollan las fiestas patronales de Aragón. Sólo así se apreciará en toda su magnitud la sagacidad de nuestro protagonista.
[solemne carraspeo]
En el principio era la Peña, y la Peña, era con Dios, y la Peña, era Dios. Este era en el principio con la Peña. Todas las cosas por ella fueron hechas, y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En ella estaba la vida, y ella vida era la luz de los hombres.
[el narrador se baja del púlpito, se mezcla con el vulgo, les habla en su lengua]
Toda fiesta patronal aragonesa se ordena y orienta en torno a dos elementos: la peña y la Virgen. Ambas comparten propiedades conmutativas: hay miles de peñas repartidas por todo Aragón del mismo modo que hay miles de vírgenes repartidas por todo el país. Todas son la misma peña y la misma Virgen, pero todas son también su propia peña y su propia Virgen. A este misterio no le cabe explicación. Se entiende a través de la vivencia. Cada aragonés lleva Una Peña y Una Virgen en su fuero interno; sabe que todas son Una, pero sabe también que la Suya es mejor que las Otras, hecho incontrovertible que defenderá por todos los métodos que tenga a su alcance.
Aclarado este punto, hablemos de la peña como elemento nacionalizador.
Como toda comunidad imaginada, la peña se vertebra a través de imágenes, iconos, símbolos y ritos de paso. Todos ellos son atroces, colindantes con lo primitivo. Un buen peñista es capaz de abastecerse de toneladas de Ambar sin que sus funciones neuronales, por limitadas que sean, se vean interrumpidas. Un buen peñista ha observado consumos de sustancias estupefacientes que harían vomitar a drogodependientes como Pete Doherty, mero aficionado ante los usos y abusos de las riberas aragonesas. Y un buen peñista, por encima de todo, lleva peto.
El peto es al peñista lo que la ausencia de calzones al sans-culotte: una forma de expresar una identidad total y radicalizada, el uniforme de una milicia embrutecida. El peto es un vector de información que uno ha de leer correctamente. Entre sus complementos se cuentan las camisolas, las zapatillas raídas, las gafas de sol en la discomóvil y las camisetas de grupos ruralizantes como Los Berzas, Azero o Ixo Rai. Nada más. Cualquier transgresión se sancionará con la desconfianza —consustancial al aragonés— o peor aún: con la violencia.
Sucede que la peña y el peñista son en muchos sentidos la definición más perfecta del hardcore. Nada en ellos hay de suave, de equilibrado, de refinado o de comedido. Todo en la peña rezuma exceso: la música, la comida, la bebida, las relaciones sociales, las drogas, las afrentas, la pasión, la incontinencia, la celebración, la muerte. Es la vida del peñista la vida de una persona consagrada al hardcore. Las fiestas patronales sólo se pueden vivir desde el extremo. Crudas, desnudas, nihilistas, absolutas. El sonido de una peña a las cuatro de la mañana es el sonido más duro, más hardcore, que un español pueda encontrar.
Así que cuando nuestro héroe abrió la puerta de su peña ataviado con una camiseta de Hüsker Dü sobresaliendo de su peto no hizo sino aplicar las enseñanzas dualistas de Aristóteles. Cuerpo (peña) y alma (hardcore) se hicieron al fin uno. Hüsker Dü podían ser quizá el punto más lejano en el horizonte vital de un peñista, el mayor anatema sonoro que cualquier persona pudiera echarle a la cara. Pero Hüsker Dü eran hardcore al fin y al cabo, y ya hemos convenido que nada hay más hardcore que una peña. Cuestionado por su singular indumentaria —entre miradas recelosas y alaridos de espanto, suponemos—, nuestro héroe respondió:
"Peto Hüsker Dü". Y ante tan sabias palabras se hizo el silencio.
¿Qué es Hüsker Dü? Hüsker Dü es la Biblia del hardcore. Un compendio de todas sus posibilidades. Una manifestación de todas sus verdades. Si el hardcore fuera una mitología religiosa, Hüsker Dü sería la palabra revelada y Zen Arcade el verbo a través del cual se manifestaría a todas las almas descarriadas. En Hüsker Dü encontraríamos todos los elementos que habrían de definir a Dios, es decir, al hardcore: la crudeza, el DIY, los principios básicos, pero también la complejidad narrativa, el arabesco, los múltiples caminos que llevan a Dios.
Porque hay muchas formas de llegar al hardcore, de encontrarlo e interpretarlo. Es el dualismo su cualidad más inherente: surgido como una reinterpretación fundamentalista del punk, es decir, como una versión mucho más estricta en sus postulados sonoros e ideológicos, el hardcore se proyectó rápidamente hacia la diversidad creativa. Sus posibilidades jamás quedaron constreñidas a dos o tres principios musicales de firme cumplimiento. El hardcore, ante todo, siempre fue una forma de hacer las cosas, no un sonido.
I thought I owed myself a trip away
I wanted to go to places I have never been away
I looked at the pictures, imagine where they lay away
On a beach by the sand, where their clothes all lay away
I packed up my belongings
In a nylon carry-all
Hear the porter call
Horizon is oblivious
Chartered trip away
Guess I'd better stay
De ahí que su camino quedara trufado de extravagancias y disonancias artísticas desde el principio. Es cierto que Black Flag sentaron unas bases difícilmente negociables, pero también lo es que Bad Brains, ya en su primer y alucinante disco, introdujeron elementos de dub (¡¡dub!!) dentro de un género, el hardcore, cuyo propio cantante definiría como "lo menos funky que he escuchado en mi vida" —si bien es cierto que lo dijo en referencia a Minor Threat—.
En esa mezcla de principios ideológicos, fuerte identidad sonora y campo abonado a la experimentación no hay un disco más redondo que Zen Arcade. Cuestionado el otro día sobre la mejor forma de abordar por primera vez a Hüsker Dü respondí rápidamente: "Zen Arcade".
, siempre atento, acudió raudo a corregirme: "Ojo, es muy hardcore". Y en efecto lo era. Zen Arcade es el disco más hardcore que el hardcore tuvo a bien producir; pero no porque fuera especialmente crudo y agresivo, sino porque se encontraba en el punto exacto entre la crudeza y la agresividad, la sofisticación y la inventiva.Es cierto que esto es aplicable a otros discos, véase Double Nickels on the Dime, pero también lo es que en ningún otro trabajo de aquella maravillosa década uno tiene la sensación de haber redondeado tan bien las aristas ampulosas del hardcore. De haber producido algo tan pogueable y salvaje como 'Something I Learned Today' junto a algo tan The Saints como 'Never Talking to You Again'. La primera no es una canción que uno pudiera enseñarle a sus padres cuando le cuestionaran sobre el contenido de su MP3; la segunda sí, por más que jamás la comprendieran.
Something I learned today
Black and white is always gray
Looking through the windowpane
I'm not inside, oh, your brain
Something I learned today
Yield to the right-of-way
Stopping at a four-way sign
Someone else's rules, oh, not mine
Something I learned today
Never look straight in the sun's rays
Letting all the sunshine in
Can't remember where, oh, I've been
Así llegamos a 'Chartered Trips', que ya en la cuarta pista resume todas las virtudes de Zen Arcade, de Hüsker Dü y del hardcore como ideal: una pacificación de la agresividad a través de la melodía, o un embrutecimiento de la melodía a través de la desazón, la ira y la angustia adolescente. Como se prefiera. Este asunto sería explotado a conciencia por Fugazi, pero se encuentra presente en casi todos los grupos hardcore de los ochenta. A Zen Arcade uno podía llegar evadiéndose en extraños ejercicios de psicodelia (el diálogo entre 'Dreams Reoccurring' y 'Reoccurring Dreams') o hundiéndose en la desesperanza y la oscuridad ('Beyond the Treshold', 'Pride').
No deja de ser paradójico que el hardcore se enfangara tan rápidamente en los terrenos del conceptualismo y la digresión, cuestiones que, en su lore ideológico, habían desvirtuado el rock hasta extremos traumáticos —y los ochenta serían en ese sentido el mejor ejemplo, plagados de elefantismos difícilmente perdonables con perspectiva histórica—. Sucedió entonces y sucede ahora que el hardcore, como ya hemos dicho, nunca fue un ideal sonoro: fue ideal de acción. Un principio rector, un conjunto de normas sobre la forma correcta de conducirnos en este mundo.
Tales normas se superponen al ideal sonoro. Si Hüsker Dü se pudieron permitir canciones como 'What's Going On' es porque los fundamentos estaban ahí. No importaba que lindara en los terrenos de la parodia rock —ese piano—, lo relevante era el fondo, un fondo que en Zen Arcade es reconocible y totémico en todo momento, detectable de inmediato para el oído entrenado del buen cristiano. De ahí que Zen Arcade sea una suerte de simposio perfecto del hardcore. Hüsker Dü comprendieron todas las posibilidades musicales y morales del hardcore. Y compusieron un manifiesto a su altura.
Este magnum opus de un grupo y todo un género, de prácticamente toda una generación, es a un tiempo fácil y difícil de entender. De ahí que Zen Arcade sea y no sea al mismo tiempo el mejor disco para llegar a Hüsker Dü. De ahí que, como ya le sucediera a nuestro apuesto peñista del Valdejalón, el dualismo aristotélico vuelva a bañar nuestra mirada sobre el hardcore: ¿se puede ser heterodoxo dentro de la ortodoxia? ¿Se pueden abordar los dos planos de la existencia desde un mismo punto de vista? ¿Se puede ser peñista y que te guste el hardcore?
Quizá, acostumbrados a las variantes más extremas de la vida, los peñistas de las comarcas aragonesas lograran comprender los postulados éticos del hardcore. Nunca saldremos de dudas. Aquel episodio del peto y de Hüsker Dü no tiene conclusión ni moral porque no es una fábula sino una historia real. Los peñistas se encogieron de hombros y aceptaron una de las muchas posibilidades de la realidad: que el peto era compatible con el hardcore. Que el hardcore también era peto y que el peto también era hardcore. Que al igual que Virgen solo hay una pero la mía es la mejor, hardcore solo hay uno y el mío también es el mejor.
Y yo tengo claro cuál es mi Virgen. Zen Arcade es mi Virgen.
Dice el refranero español que "mozo dominguero no quiere lunes". En Hipersónica, "Mozo dominguero" es una sección dominical presuntamente periódica donde Andrés P. Mohorte se para en discos concretos que le flipan sin más hilo conductor que sus ganas de que nunca sea lunes de nuevo.
La serie hasta ahora consta de:
#1: Chico Buarque - Construçao (1971)
#3: Mikel Laboa - Bat-hiru (1974)
#4: Television - Adventure (1978)
#5: Caetano Veloso - Caetano Veloso (1971)
#6: The Replacements - Tim (1985)
#9: The Pains of Being Pure at Heart - S/T (2009)
#10: Burzum - Filosofem (1996)
#11: Ryan Adams - Heartbreaker (2000)
#13: Fairport Convention - Unhalfbricking (1969)
#14: Beach House - Depression Cherry (2015)
#15: The Shins - Chutes Too Narrow (2003)
#16: The Kinks - Lola Versus Powerman and the Moneygoround, Part One (1970)
#17: Disco Inferno - D. I. Go Pop (1994)
#18: Belle & Sebastian - Tour de France (2023)
#19: The Last Shadow Puppets - The Age of Understatement (2007)