Con Arcade Fire ya no sabemos. Durante un tiempo, supieron manejar los tiempos de su evolución como banda, casi tanto como su propio sonido, mensaje o estética. Fueron, y quizás lo sean aún, un grupo inteligente. Desde que deslumbraran a todo el mundo con Funeral vivieron un día tras otro a lomos del éxito: primero fue la crítica, luego fuisteis, fuimos, todos los demás. En el camino se han postulado como la próxima Gran Banda y han legado una obra maestra definitiva, quizá la mejor de la primera década de siglo.
Una década y media después, cuando nos ponemos a repasar su ya imborrable trayectoria y conservamos la esperanza de que 2021 los traiga de vuelta para bien, el asunto no está tan claro: con sus últimas canciones, con los penúltimos pasos, dejaron claro que a) su evolución podría ser problemática y b) un rato insípida. Para un grupo como ellos, donde lo emocionante ha sido siempre lo principal, no hay mayor quebradero de cabeza.
Arcade Fire son Win Butler, Régine Chassagne y todos los demás. En el constante y múltiple vaivén de músicos que han formado parte de la banda sólo han permanecido inmutables ellos. Él como visible cabeza compositiva y voz principal. Ella como el acompañamiento necesario. El origen, no obstante, es Butler, tejano de nacimiento, que forma Arcade Fire junto a un amigo incluso antes de mudarse a Montreal, donde se da forma definitiva al grupo y conoce a Chassagne. Jóvenes universitarios con una exquisita sensibilidad musical que practican en lofts y galerías de arte.
Arcade Fire EP
★★★1/2
La propia idiosincrasia de Arcade Fire, urbanita, con altos estudios, sofisticada, se refleja en su música y en su trayectoria. No hay nada en Arcade Fire de burdo ni de descuidado. Ni siquiera en sus inicios, tan plagados de la emoción barroca que posteriormente trasladarían a Funeral. Butler y Chassagne se rodearon de instrumentos de toda clase y los volcaron en sus bolos y en su primer EP, homónimo, que inicialmente fue autoproducido y vendido en los conciertos y más tarde editado por Merge.
Las progresiones, los acordeones, el sentido trágico de las canciones. Arcade Fire EP fue un boceto brillante de lo que más tarde sería Funeral. Editado en 2003, resulta intrigante encontrar uno de sus singles más célebres, ‘No Cars Go’, interpretado desde el amateurismo y con aires folk. De hecho, todo en el EP está revestido de mimbres de madera, ya sean del folk rock o incluso del country (‘Vampire/Forest Fire’). Hay aproximaciones a Fairport Convention (‘The Woodland National Anthem’) y, sobre todo, hay mucho de Neutral Milk Hotel.
Lo de NHM no necesariamente en la música, sino en el espíritu. En una jugada bastante irónica del destino, incluso Butler tiene cierto aire a Mangum. La fuerza emocional del EP, aún no del todo poderosa, surge tanto de In The Aeroplane Over The Sea como de los violentos enfrentamientos entre Butler y algunos de los miembros fundadores de Arcade Fire, que obligan a recomponer la estructura del grupo con su propio hermano, William, y Tim Kingsbury, quienes ya no se desligarán más de la banda.
Funeral: el disco de la década
★★★★★
En algunos instantes muy brillantes del EP, Arcade Fire son, precisamente, una máquina recreativa ardiendo de pura emoción. Butler, que nombró así a la banda por un rumor sobre cierta maquinita en llamas, había dado con el tono. En apenas un año ya habían editado un EP y fichado por una discográfica. El siguiente paso era el disco. Funeral se gestaría en un hotel de Montreal durante la primavera de 2003, pero no es tan importante el dónde, ni el cuándo, como el cómo.
El abuelo de Butler había muerto recientemente, al igual que la abuela de Chassagne y el tío de Richard Reed Parry. Así que, en un ejercicio de introspección sentimental y honestidad artística que no volverían a retomar nunca, compusieron Funeral bajo el perverso efecto de las emociones disparadas. Un año después de la grabación, en septiembre del 2004, veía la luz y la crítica, de forma unánime, se rendía a sus pies. Era una auténtica obra maestra que recogía las semillas del EP y las llevaba un paso más allá. Un paso de gigante.
Como ya lo definimos una vez, Funeral es una maniobra digna de los mejores a la que el paso del tiempo sabrá colocar en un lugar privilegiado de la historia de la música pop. No es para menos si, sin ir más lejos, pensamos en ‘Neighborhood #1 (Tunnels)’. Arcade Fire no volverán a hacer nada igual. La progresión delicada, orfebre y constante hasta el estallido final. Funeral condensado en una sola canción, la primera y seguramente la mejor.
Quizá sea injusto exigirles que el tiempo se frene y ellos se congelen tal y como fueron en ‘Tunnels’, pero fueron tan bellos, fueron tan trágicos y sinceros que cuesta no hacerlo. Butler recogía el testigo de Mangum y lo exageraba (aún más) hasta el histrionismo. Tal fue el derroche que una banda novicia convenció a todos pese al deje semi-conceptual, una pretensión tan sólo atribuible a la propia voracidad musical del grupo.
En Funeral se escondían los Arcade Fire más Bowie de siempre. Un Bowie doblemente impostado y despedazado para entregarlo en fascículos. Cada canción eran dos, o tres. La belleza dramática de ‘Crown of Love’, la euforia melancólica de ‘Wake Up’, la oda al amor tranquilo de ‘Une année sans lumière’, todas ellas retocadas con un cambio de ritmo luminoso. En Funeral aguardaba ‘Rebellion (Lies)‘, que es un “ve aún más rápido hasta que todos disfrutemos de esta dulce, dulce muerte”. Porque al fin y al cabo, Funeral no era sino una elegía bellísima a la muerte.
Neon Bible: hazte sintético, hazte oscuro
★★★★★
Soy de los que piensan que Arcade Fire dieron el paso correcto en Neon Bible. Es posible que la ejecución final adoleciera de ciertas carencias y que todos sigamos aún hoy embrujados por la aureola dorada de un debut que, de tan bañado de talento como estaba, encuentra pocos referentes. Pero el camino era el adecuado y, de hecho, el único. Después de la elegía barroca de Funeral, que pese a ser tan exagerada sí era sincera, sólo cabía exagerar más.
Del sentimiento real al sentimiento fingido. Butler se convirtió en un actor. No importa que, al igual que un Daniel Day Lewis completamente borracho de su histrionismo en There Will Be Blood, Arcade Fire se devoraran a sí mismos y a su personaje. El sonido artesanal de Funeral desaparece en Neon Bible y su sentimentalismo naif se transforma en la caricatura deformada de una oda a la muerte. De lo acústico a lo sintético. De la luz a la oscuridad. El grupo había tomado las riendas de su carrera.
Neon Bible es la impostación constante. Todo es exagerado. Todo es una solemne actuación. Por eso aún hoy sabe a poco ‘Black Mirror’, que si lo piensas es la canción más contundente que Arcade Fire han tenido jamás. Pero Neon Bible ya no era lo mismo. Habían cambiado. ‘Keep The Car Running’ no estallaba, ‘Neon Bible’ parecía siempre a punto de ebullición. Claro que nada en Funeral se parecía al estremecedor órgano eclesiástico de ‘Intervention’.
Butler lee la biblia. No sabe si es religioso o no. Pero la lee. Está interesado por las preguntas que plantea. La religión es un asunto importante en Arcade Fire y, si Funeral era una aproximación a su concepto, Neon Bible se entregaba a él. “Working for the church while your family dies”, “you know that I’m a God-fearing man”, el concepto de Dios se cuela por cada poro de Neon Bible. Y tiene sentido, porque es un disco orientado hacia el juicio final.
El ambiente oscuro de ‘The Well And The Lighthouse’ o ‘Windowstill’ nos indica que todo se termina. Arcade Fire siempre han jugado con el simbolismo. Y aquí tocaba el fin del mundo. Así que los sentimientos eran más prosaicos, como si se hubieran dado cuenta de que no merecía ser trágico ante una muerte segura. Complacientes, tiraton todos sus discos de Bowie por la ventana y abrazaron con entusiasmo el ‘The River’ y el ‘Nebraska’ de Springsteen.
De hecho, ‘(Antichrist Television Blues)’ es la canción que Springsteen debería haber escrito en su momento. Con Neon Bible tengo la sensación de que siempre es mejor cuando se acerca su final. Reencontrarse con ‘No Cars Go’ (absolutamente estelar a partir de “between the click of the light and the start of the dream”) y entender toda la conceptualidad del disco, y el acertado salto hacia adelante, en ‘My Body Is a Cage’, que es ‘In The Backseat’, pero entonada por las trompetas del apocalipsis.
The Suburbs: el definitivo salto a la universalidad
★★★★1/2
Siempre nos resultará curioso cómo Arcade Fire se convirtieron en toda una celebridad a partir de The Suburbs, que era probablemente su peor disco hasta la fecha. Ni siquiera era un disco comercial. Es todo lo contrario a un sonido orientado hacia un público generalista. No en vano, es reflexivo, intrincado, oficialmente conceptual y mucho menos sencillo de comprender que sus dos predecesores.
Si Neon Bible era el apocalipsis The Suburbs es el mundo post-nuclear que nos queda después del estallido de la bomba atómica. Calles desiertas, ni ley ni orden, una angustia existencial comedida, sin alardes, lejos de los cantos melodramáticos de su debut. Pese a todas las criticas que se le puedan achacar a The Suburbs, y en Hipersónica sabemos de lo que hablamos, Arcade Fire siguen caminando por el sendero correcto. El que ellos mismos trazan.
No se repiten, juegan a ser otro grupo, con otras bases y orientados hacia otro radio de acción. Hay momentos en The Suburbs que invitan a pensar que, lejos de una decadencia lenta pero progresiva, Arcade Fire están cerca de su gran disco. Aún más que Funeral, sí; aún más que Neon Bible. Detalles, rincones, que se pierden en una ordenación posiblemente errónea de muchas de las canciones haciendo de The Suburbs un disco que crece, como Neon Bible, cuando encara su recta final.
Pensemos en cómo en ‘Empty Room’ las guitarras suenan hasta power pop, sin perder ni un ápice de barroquismo y de densidad emocional. O en cómo la electrónica y hasta el kraut se combinan de forma gloriosa en ‘Half Light I’ y en ‘Half Light II’. O en cómo Butler se olvida de los excesos del pasado y busca llegar a tu corazón desde la fingida quietud (‘Wasted Hours’; qué maravillosa recreación del final de la juventud, y de los días que nos pasaremos la vida añorando). Todas estas son grandes, grandes canciones que crecen en cada escucha.
El único problema, que cada vez ha ido a menos, es que el disco se hace demasiado largo, hay demasiados laberintos (‘Modern Man’ es especialmente sosa) o simplemente no dan el tono (‘Month Of May’ es indie-rock de segunda o tercera). La primera mitad de The Suburbs es repetitiva, algo débil. En la segunda mitad hay más arreglos, canciones que, pese a que casi nadie caiga en ello, son enormes (‘Suburban War’, ‘Deep Blue’, ‘We Used To Wait‘) y el hit que nos muestra a un grupo versátil y consciente de su enorme talento: ‘Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)’. Si hasta parecen MGMT o los M83 imprescindibles.
Parecía entonces que el gran disco de Arcade Fire aún estaba por venir. Por detalles como los aunados en The Suburbs, o en Neon Bible. Teníamos claro que iba a haber más evolución y más experimentos, pero ¿cuánto te merece la pena derruir los cimientos para comenzar de nuevo?
(continuará en el siguiente correo, que a las series bien que le aguantáis los cliffhangers)
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