Aló, personicas, aquí Capitán Obvio: IDLES ya llevan cuatro discos. Parecen pocos, pero para un montón de grupos supone ya estar en la encrucijada de qué y cómo ser en el futuro. Si Joy as an Act of Resistance (2018) y Brutalism (2017) les convirtieron en imprescindibles, Ultra Mono (2020) les hizo defender su obra desde una visibilidad máxima. Y no, no es tan sencillo.
La llegada de Crawler (2021) se vendió, y la vimos por aquí también, como un punto de inflexión: incluso ellos mismos parecieron haberse puesto en duda. ¿Hay para tanto? ¿Era necesario, incluso? Y, sobre todo, ¿les ha salido bien? ¿Cómo llegan a su nuevo disco, TANGK?
Con todo eso en mente repasamos la carrera del grupo británico.
IDLES EP (2011)
★
Sólo tres canciones lanzadas en CD-R conforman su debut, hoy difícilmente encontrables (aunque anden un par en su soundcloud y la otra en YouTube). Concluía la era dorada del revival post-punk, parecía que ellos se querían sumar, pero IDLES jamás sonarían tan prescindibles… ni tampoco tan pendientes de la épica.
El sonido lo-fi de ‘Imagined Communities’ no puede esconder la pátina a ¡ARCADE FIRE! con la que debutaban. Afortunadamente, todo quedó ahí.
Welcome (2012)
★★★
Tras los primeros pasos, llega un segundo EP de cuatro canciones. IDLES aún se trastabillan en los paisajes post-punk más tópicos. No hay malas canciones, pero sí rutinarias, algo random: en ’26/27’ son unos Interpol del segundo disco; en ‘Meydei’ casi parecen querer lanzarse a la pista de baile de Franz Ferdinand años después (aunque el final de su estribillo ya apunta al grupo en el que se van a convertir) o ser Bloc Party (de chachis a peñazo, remember).
Las letras comienzan a tomar forma propia, explorando parte de esa desorientación rabiosa que explotará en sus discos largos (“My faith was put in reprimand / and much of what is new / I can see my grave here / holding onto you”). ’Two Tone’ es su mejor baza, ya empiezan a tensar la cuerda lo suficiente; no lo hacen tanto en ‘Germany’ y suenan por ello prescindibles. El camino está claro, pero hay que aterrizar en él.
Meat (2015)
★★★
Y lo hacen: Meat comienza a ser otra cosa. IDLES se alejan casi por completo de las pretensiones de ser un grupo soft y se encaminan a territorios sonoros donde el punk y el post-hardcore tienen muchísima más relevancia. Y con ello consigue la angustia existencia adecuada para expresar lo que sus canciones necesitaban.
‘Queens’, con sus ya-yaaaaa de fondo tras cada verso, sus guitarras afiladísimas y su cabalgada a lo The Fall, es desafiante y también ejemplo de lo que el grupo será. En ’The IDLES Chant’ realzan el bajo para sonar más borrachuzos. Falta algo más pero en estos doce minutos ya empiezan a rozarlo.
Tiene su complemento en forma de remixes, llamado META, con gente como David Pajo (Tortoise) o Thom, de ALT-J(ajajaja).
Brutalism (2017)
★★★ y 1/2
La primera parada en disco largo del camino de IDLES comienza con toda una declaración de principios: una mujer gritando “no surrender!!” y una batería desbocada. Cuando entra Joe Talbot escupiendo palabras, es como vivir de nuevo esa sensación de gozo de los mejores discos de The Fall.
Brutalism no suena en ningún momento inocuo. Nunca se comporta como un disco desapasionado. Cada canción, cada cambio dentro del recorrido sonoro del debut de IDLES, es también una operación a corazón abierto al grupo. Todas pasan rápido, todas parecen atacarte como oyente más que dejar que las escuches y todas se liberan del peso del revival (el post-punk, el punk, el que sea) a base de actitud firme, instrumentación rotunda, y multitud de ganchos.
Para lo desafiante que es Brutalism, hay que ver lo bien que maneja la capacidad de engancharte. Y unas letras, que van de lo pueril a lo existencialista sin solución de continuidad, dejan claro que nada les ha salido de chiripa. Influido brutalmente por la muerte de la madre de Joe Talbot, a la que el cantante llevaba cuidando desde que, cuando tenía 16 años, ella sufrió un derrame, Brutalism es un disco intenso, que arde, y que no tiene miedos en abrirse de corazón: ‘Mother’, vaya canción política.
IDLES – Joy As An Act of Resistance (2018)
★★★★ y 1/2
Brutalism nos descubrió a unos IDLES incapaces de hacer una canción mala: Joy As An Act of Resistance nos enseña a ese mismo grupo capaces de ensimismarse, de revisarse, de mostrarse heridos y vulnerables: “This snowflake’s an avalanche”, dice Talbot, resumiendo cómo se comporta todo el álbum, uno de los mejores discos de 2019 para Hipersónica y para un montón de publicaciones rendidas a los pies de un grupo en ¿su mejor momento?
Ya desde el título, Joy As An Act of Resistance toma la forma del enfrentamiento abierto, y sus canciones también: en las letras aprietan las tuercas a la masculinidad tóxica (’Samaritans’), a los patrones de belleza de los medios de lifestyle y moda (‘Television’), escupen a los racistas, se cagan en el nacionalismo de todas las maneras posibles (even your haircut’s violent) y mantienen viva la posibilidad de solucionar los grietas sociales del Brexit (‘Great’) sin renunciar a la lucha de clases. Son como Sleaford Mods, pero desde el post-core y el punk.
Y sí, también son la hostia de graciosos: la historia de dos cocainómanos hasta las trancas que se pasan por un velatorio de ‘Gram Rock’ es divertidísima.
‘Colossus’ recupera los tonos post-punk para pasar por la derecha a gente como Algiers (alucinante ese aire alarmante del “goes and it goes and it goes” y el cambio final del último minuto y medio; dos canciones en una). ‘Love Song’ es tan violenta en la manera de comportarse como vulnerable y empática en su letra:
I will not go to bars
Or jump in strangers’ cars
Or mine sweep for wines
And lines and lines and lines and lines and lines and lines
It’s not about the sex and sex and sex and sex and sex and sex
I want to be your best ever friend
Forever best friend
(…)
You try and you try and you try and you try
To make me change
I hope and I pray and I pray and I pray
You’ll stay the same
I wish-ish-ish-ish-ish
I wish you’ll always stay
So I push-ush-ush-ush-ush
I push you away
El himno pro-inmigración y multiculturalidad ‘Danny Nedelko’ o ‘I’m Scum’ viven con la chispa de las mejores canciones de The Clash (o de las guitarras refrescantes de los Pixies de Surfer Rosa).
Por supuesto, ahí está también ‘June’, una canción tan perfecta como escalofriante sobre perder un hijo cuando está a punto de nacer:
Dreams can be so cruel sometimes
I swear I kissed your crying eyes
A stillborn but still born
I am a father
“Baby shoes for sale: never worn”, apuf. Uno de esos discos que no se acaban nunca.
IDLES – Ultra Mono (2020)
★★★ y 1/2
Los adelantos de Ultra Mono eran impresionantes. Ya no sólo es que dominaran los caminos habituales, sino que cuando entran en calma tensa explotaban un brillo desconocido: ‘A Hymn’ fue, desde el mismo momento de su presentación, un hito más de un grupo que podría no haber tocado techo aún.
Ultra Mono funciona mejor cuanto más urgente y agresivo es, cuanto más cerca está de romper la estructura de las canciones o de salirse del patrón de acelerones sin final de IDLES. Por eso destacan tanto ‘War’, ‘Grounds‘, ‘Carcinogenic‘ o la ya mencionada ‘A Hym‘: todas parecen estar estirando los límites del grupo, de sus canciones y del impacto en el oyente.
Puede que, tras descorchar la botella, Ultra Mono pierda frente a Joy as an Act of Resistance por cierta estructura más lineal, con menos sobresaltos (‘Reigns’, ‘The Lover’) y una brocha más gorda en las letras (ahí está la broma de que con ellas te saldrían columnas de opinión de The Guardian o gente como Sleaford Mods acusándoles de ser un cliché). Pero los 43 minutos sin bajón de Ultra Mono forman otro disco notable de un grupo que, si te pones el disco, te está pasando por encima.
El problema es cuando deja de sonar: entonces, la sensación de fin de ciclo es poderosa.
Crawler (2021)
★★★
Aunque en la tier list se fue al MEH, y allí Black Gallego explicaba sus razones, parte del equipo de Hipersónica pensamos que estaría un escalón más arriba. Puede que sea una reinvención fallida, demasiado pendiente del qué dirán, pero sacude los cimientos de Idles de la única manera que ya es posible. Si sale mal, puede que sea el disco que certifique una crisis que los ponga en barbecho. Si salen bien, volverán a encontrar el paso con su manera habitual, pero además incorporarán lo probado y aprendido en Crawler.
Porque seamos sinceros: es muy difícil ser Primal Scream. Con todas las hostias que se les ha dado siempre a Bobby Gillispie y compañía, tratados por determinada prensa como músicos con poquísimo talento y demasiada suerte, son el grupo perfecto para ejemplificar la palabra “reinvención” en el diccionario. Idles, posiblemente, necesitaban un XTRMNTR (2000) a estas alturas: una apisonadora sónica que no ves venir, que conecta con partes anteriores del grupo pero las deja atrás a base de inmiscuir generos y actitudes que nunca estuvieron.
También es probable que fuesen más capaces de un cambio así que de un viraje brutal a lo Screamadelica (y, posiblemente, no tengan amigos con tanto talento como Andrew Weatherall). Pero Crawler, en vez de acelerar hasta ponerse al borde de la salida de pista, decide introducir la electrónica para ser más lentos, muestra a un Joe Talbot más taciturno.
En parte, el sacarlo tan rápido es casi la confesión de que Ultra Mono fue decepcionante para ellos. Y comenzar con una desolada ‘MTT 420 RR’ deja claro que el trayecto es el de cambio necesario. Uno en el que a veces parece que quieren sonar a lo Motown (‘The Beachland Ballroom’), citar a influencias dispersas (que si los Portishead de Third, que si Phil Spector) y cerrar cuentas consigo mismos (muchas de las letras repasan las adicciones pasadas de Talbot (“18 años de adicto”, según su propia definición en una entrevista reciente en Mojo).
¿Es un disco que parece más largo de lo que en realidad es? Sí, sin duda. ¿Un paso medio fallido? Puede. Pero también es uno con ‘Car Crash’, la abrasiva y desesperada ‘On The Wheel’ o esa segunda mitad intensa y con poquísimas fisuras. Si dudáis, volved a él cuando el polvo de la decepción se haya asentado: a lo mejor veis algo distinto del todo.
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